Sorprende que una película que fue tan popular en España como "Caravana de mujeres" (William A.Wellman, 1951) sea como realmente es. Porque realmente uno imagina que lo que podría motivar a los habitantes de un pueblo aragonés a organizar su propia "caravana de mujeres" es haberse visto seducidos y conmovidos por un clásico con un guion con una progresión dramática y unos personajes cinceladísimos y definidísimos, donde ellos esperan y ellas llegan, y se enamoran más o menos con variabilidades entre distintas parejas que se irían configurando en el marco de un guion digamos de hierro.
Pues no. Es más, leida como una narración con esas claves de progresión, argumento, personajes, me atrevería a decir incluso que puede, podría resultar una película bastante tostón (que me perdone el autor de la historia original, Frank Capra), y muy poco motivadora para organizar ni caravanas ni nada, ¿no se durmieron en la sesión de tarde?. Porque en esas claves clásicas es en primer lugar una película que te vende todo el pescado desde el principio, las mujeres van a llegar una más una menos, van a pasar un catálogo de peligros que más o menos puedes imaginar y no te sorprenden demasiado (incluso el peligro de los propios hombres). Y en segundo lugar a duras penas hay personajes también en la acepción más clásica del término, incorporados por un actor o actriz de carisma hollywoodiense (Robert Taylor me parece que está discreto, seguramente a propósito), intérpretes de los que sostienen solitos la trama. Vamos, que el viaje no lo hacen John Wayne, Montgomery Clift y Joanne Dru, precisamente.
Entonces, ¿dónde está el truco?. Yo creo que Wellman ve que no tiene unos mimbres tan increíblemente buenos y se dedica a disfrutarlo, hace algo que no era la primera vez que hacía pero lo hace quizás más de lo que lo había hecho hasta el momento, que viene de "Más allá del Missouri", contar esta historia sin a penas dramaturgia teatral de una forma profundamente cinematográfica. Y además de manera muy violenta, árida y ascética (qué poquita música incidental me parece que hay). Sin concesiones edulcoradas y sin manías ante ejecuciones a sangre fría y escenas dramáticas a pecho descubierto entre los personajes, poco dados a dialogar sus diferencias personales.
La película del autor de "Cielo amarillo", que quizás puede leerse en una clave algo parecida, no sale de la nada. Wellman selecciona a un grupo de actrices no especialmente brillantes desde ese concepto teatral de la interpretación, no especialmente conocidas ni especialmente talentosas pero poseedoras de una poética belleza en sus rostros curtidos y angulosos, y compone con ellas un poema que podría ser el aperitivo a "La sal de la tierra".
Para mi absoluto pasmo, en esta película se rompe en mil añicos el clasicismo más funcional. Es una película de un pictoricismo tan deliberado, de unas composiciones y unos travellings, de rupturas de puntos de vista, que evidencian de manera tan exagerada la presencia de la cámara, en la que te están contando así las penalidades de ese viaje, ya sea a manos de enemigos externos o anidados en tu propio grupo.
Dinamitada la dramaturgia más convencional y agotada, son las figuras arrugadas y recortadas sobre el horizonte, en una cascada infinita de soluciones de puesta en escena que parecen no agotarse nunca, las que te cuentan esa búsqueda, esa odisea.
No venía de la nada, y no va hacia la nada. La modernidad de esas figuras camina imparable hacia la abstracción de una obra como "El rastro de la pantera". Me parece, y parece extraño decirlo, una de sus obras capitales, extraño de una obra a la que se le presuponen otro tipo de bondades de guion, una obra maestra adelantada a su tiempo, de ésas que tampoco han enseñado tanto porque era muy difícil aprender nada de tal grado de libertad y audacia creativa.

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