Mostrando entradas con la etiqueta cecil b.demille. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta cecil b.demille. Mostrar todas las entradas

viernes, 31 de enero de 2025

SANSÓN Y DALILA

 14 de octubre de 2022


Para escribir o para entender mejor esta película andaba yo buscando apuntes sobre el concepto "kitsch", que parece que surge en Alemania en la segunda mitad del siglo XIX, y es criticado posteriormente por Theodor Adorno (un chiste imbatible) como parte de una industria cultural que no cuestiona las estructuras de poder. Creo que DeMille efectivamente nunca intentó cuestionar el poder sino explicar e incluso legitimar la ordenación del mundo desde la cultura religiosa judeocristiana. El conflicto dramático que tenemos aquí ya aparece en "El signo de la cruz" y la oposición entre la virtud como fuente de todo orden y la sexualidad desbocada como forma de caos ya puede rastrearse en su cine mudo. Otra cosa es que la forma en que lo hace me recuerda un poco a lo que nos explicaban en el instituto de "El libro del buen amor" del Arcipreste de Hita, resulta divertidísima.


Victor Mature es un perfecto y musculado Sansón, disparatado traer nociones de interpretación teatral para cuestionarla, ¿a quién ibas a poner?, ¿a Cary Grant?, como el Frederic March de "El signo de la cruz" con una filia por la pureza (entre Olive Deering y una Angela Lansbury que recibe su merecido justo cuando la abandona esa pureza o hace el conato de abandonarla), filia que navega siempre entre la virtud y la pura perversión, y una aversión por la calenturienta y bellísima Dalila (Hedy Lamarr) que navega entre la virtud y la simple patología mental.

La película de DeMille tendría sentido en su segunda mitad que fuera erótica o algo más que erótica, en su cóctel comercialoide de violencia y puro sexo (ese pelo, esa cabellera que conserva toda la fuerza, y lo que significa perderlo...), aún caminando DeMille cabezonamente a negar dicho sexo como fuente de nada positivo y condenarlo pero exhibiéndolo como el mejor de los sátiros, para concluir que el mundo, la Historia y la Fe no es más que el relato ancestral de la fortaleza de los héroes que rehuyeron o cayeron equivocadamente en el vicio. Ya, pero de camino...Obra maestra, y mejor que nada de lo que filmara en los 50.



martes, 19 de julio de 2022

LAS CRUZADAS



Delicioso delirio que podría formar parte con "El signo de la cruz" de un sublime díptico sobre el martirologio cristiano. Bueno no, eso es injusto, "El signo de la cruz" es insuperable. Henry Wilcoxon, actor fetiche de De Mille que fue hasta productor asociado de obras suyas tardías, es Ricardo Corazón de León, menos majo que en Robin de los bosques, que ante la perspectiva de tener que casarse con Isabel de Francia prefiere irse a las Cruzadas, la Historia luego te insinúa por qué cualquier cosa antes que casarse con Isabel de Francia y casi que diría que la película también dado el uso iconográfico de las espadas antes de partir a luchar contra los sarracenos. Isabel de Francia que es nada menos y nada más que Katherine De Mille, bella hija adoptada del director, adoptada del orfanato que dirigía su mujer. 

Luego en su camino se cruza con Berenguela de Navarra, que es nada menos y nada más que sor Loretta Young, que reza y reza y con tal de salvar a don Ricardo es capaz de entregarse al malvado Saladino, que no se puede ser más malo, ni más anti-cristiano, derribando cruces, haciendo bellas cautivas y quemando todo tipo de icnonografía. De Mille, con sus fastuosos movimientos de cámara, me despista mucho, a ratos creo que está inventando el kitsch y que es un grandísimo cachondo, a ratos su emocionado cristianismo me da ganas de ir a misa mañana mismo, y casi todo el tiempo me suceden ambas cosas a la vez

domingo, 11 de octubre de 2020

PORDENONE 2020

 Soy un emotivo y me hacen ilusión pequeñas tontadas fetichistas. Ver en casa las películas programadas en el festival de cine mudo de la pequeña localidad italiana de Pordenone debe ser algo así como vivir un romance con Ava Gardner en una isla de los mares del Sur en la pura imaginación, dos maneras de vivirlo tan absurdamente alejadas de la realidad de la propia experiencia como probablemente ni si quiera constituyan en si mismas las mejores experiencias posibles.

Pero vayamos al grano. 24 horas para ver cada película. "Penrod and Sam" (1923) es una película de William Beaudine que adapta la novela de homónima de Both Tarkington, el autor de "El cuarto mandamiento", que conocería al menos dos versiones sonoras más. Es definida por el programa como una "americana", una especie de relato iniciático de una pandilla de mocosos en un idílico pueblo yanqui que te recuerdan un poco a los "little rascals", que curiosamente nacían entonces, y a referencias similares, solo que con unas gotitas de melodrama. Preservada por la Biblioteca del Congreso y con una restauración luminosa como intuyo o quiero creer que se verán todas.

No parece ir el asunto de cumbres del cine mudo pero estaremos atentos a la hipnótica singularidad de la experiencia (teniendo en cuenta que entre semana todo es más difícil), experiencia que además va acompañada de una mesa redonda posterior por videoconferencia, a la que ya no tengo energía para atender. A mi me hace anotar mentalmente el querer revisar "He nacido pero" de Ozu para comparar. No es poca cosa.


"Guofeng", algo así como "Los trajes nacionales", es una película de 1935 dirigida por Luo Mingyou y Zhu Shilin, cineastas de lo que aún podría considerarse la primera generación (ya saben que Zhang Yimou es el 5G y Jia Zhangke de la Sexta). El cine sonoro empezó en China en el año 30 pero en el 35, en el que Mao concluye su triunfal marcha por el país, aún se hacen películas mudas.

A mi me ha parecido una bella película, que cuenta la historia de dos hermanas enamoradas del mismo hombre que desde su pequeño pueblo se van a estudiar a Shangai y los derroteros que toma ese triángulo, con una manera de mirar entre el distanciamiento con los personajes, el pudor de la cámara, la Naturaleza y la corrupta Shangai, ráfagas de documentalismo y una mirada que no podría asimilar fácilmente con referencias obvias de la época. Con largos travellings a veces salpimentados de intertítulos que no parecen interrumpir el travelling y a veces con largos travellings que atraviesan falsas paredes en decorados estilizados. Sería interesante saber qué cineastas se veían allí entonces y cuáles gustaban pero deja la sensación de formar parte de la aventura propia de su cinematografía. Además porque el melodrama moralista, delicado y bien conseguido, cede en los últimos minutos al tam-tam revolucionario del momento (en este caso a la revolución nacionalista, más que a la comunista).

Me he esmerado un poco más de lo que es habitual en mi porque intuyo poco probable poder volver a verla o desarrollar nuevas ideas sobre ella, a pesar del clip animado del principio en que se nos cuenta la potente infraestructura china de conservación y restauración de películas propias, que no parece redundar en ediciones occidentales de su cine. Si ayer me apuntaba un Ozu hoy anoto mentalmente para ver en el futuro ese gran clásico chino que no conozco llamado "Primavera en una pequeña ciudad"


En la tercera jornada se ha ofrecido "Where lights are low" (1921) de Colin Campbell. Un folletín architópico interpretado de manera espléndida por Sessue Hayakawa, por lo que leo en un documentado y magnífico blog de cine mudo que también sigue el evento (y que me sirve para encuadrar mejor las películas), un poco a "contracor" (como decimos en catalán) de lo que el actor japonés querría. Vamos, que interpreta, a un chino porque qué más da, viene a ser lo mismo. El film no depara grandes momentos cinematográficos pero está ambientado con gracia entre un palacio chino y los barrios bajos de San Francisco, su trama es altamente entretenida y pasa en un suspiro.


"La tempesta in un cranio" (1921) es una película producida, dirigida, escrita e interpretada por Carlo Campogalliani. Se trata de una comedia un tanto absurda, una retorcida mezcla entre Kafka y Jardiel Poncela, con alguna escena que uno diría procedente de "The game" de Fincher y un aire a lo Charlie Kaufman pero aquí no hablan, claro. Es una película original, fresca, sorprendente, el tipo de cosas que uno quiere descubrir en un evento así, a la par que un poco agotadora. Y es que confieso que en épocas de trabajo no estoy acostumbrado a zampar films entre semana a dos carrillos con esa presión de las 24 horas de vigencia.


A pesar de haber estar previsible y completamente dormido como la mitad de la película, en su segmento central, qué podría dejar dejar consignado de "Oi apahides ton Athinon" (1930), "Los apaches de Atenas", de Dimitrios Gaziades. Es el primer film griego sonoro o sonorizado, sobre una popular opereta, por eso en la banda de sonido cantan (o eso me parecía, pero me aseguran que no está tan claro que esas canciones pertenezcan a la opereta). Aparece en ese tiempo que he podido ver, con ese carácter documental y de primera mirada tan emocionante que tiene el periodo mudo, la Atenas pobre y la Atenas rica de las mansiones al pie de la Acrópolis. Es (o parece por lo que he visto) un intento bastante elegante de alta comedia sobre clases sociales. El protagonista tiene una foto de Chaplin colgada en su cuarto y en la escena siguiente sale una humilde y dulce florista. Un cinéfilo visionario este Gaziades.



Tampoco será esta película la que provoque cambios en la historiografía cinematográfica a pesar de haberme parecido magnífica. "A romance of the Redwoods" (Cecil B.De Mille, 1917) es un western realizado el año en que Jack Ford debuta en el largometraje, y en 1917 ya tiene un aliento, una épica y una lírica a la que no les falta nada para configurar el género y su historia, ya está todo allí. La historia de la jovencita, la poderosa Mary Pickford, que llega a un medio agreste que la envolverá en un relato de crecimiento personal la habremos visto después decenas de veces pero aquí está servida con una vitalidad visual de quien está inventando el Cine tal como lo conocemos.Y si digo que no supone ninguna sorpresa es porque la obra de De Mille se va agigantando para los que hemos crecido un tanto cegados por el dogma cahierista pero ahí ha estado siempre como una hiriente perogrullada.



Crónicas más documentadas AQUÍ

lunes, 31 de agosto de 2020

EL SIGNO DE LA CRUZ

  Si la van a ver no lean mucho pero les cuento:una vez que aparece en escena Claudette Colbert haciendo nada más y nada menos que de Popea pero sin cantar a Monteverdi, bañándose en leche (por eso la escena la confunden con Cleopatra) y tentando a lo visible a la que remueve en demasía el blanco líquido, nerviosa y excitada por el devenir del fornido prefecto romano con el que pretende ser "complacida", exigiendo información a Dacia para acabar invitándola a que se desnude y se bañe con ella y le cuente más cosas, nos es muy difícil el resto de la película sentirnos preocupados por el piadoso destino de los cristianos perseguidos, bondadosísimos y nobles ejemplares humanos.


Ya sucedía en "Rey de reyes", donde las escenas palaciegas tenían infinitamente más gracia que el consabido destino del Mesías, y creo recordar que sucede en "Los diez mandamientos", como mínimo en la versión del 56, la otra no la recuerdo mucho, y parece ser una característica del cine de DeMille, una conciencia clara de qué es cinematográfico y que no lo es para hacer ganar siempre a lo cinematográfico que es casi sinónimo de lo carnal.

Además en esta demente, delirante y maravillosa película no hay toma de conciencia de un esbirro del poder ante la situación de los oprimidos, prohíban un posible remake actual, sino que en las escenas palaciegas queda muy claro que el quid de la cuestión es la obsesión sexual de Frederic March por una cristiana de rostro "aniñado" y virtuosa, en contraposición a lo experimentadas que son Popea y otra amante del buen vivir llamada Ancaria. Vamos, que pierde la cabeza por una virgen, hastiado de la vida de excesos de una Roma incendiada comandada por un Nerón/Laughton plasmado con una versatilidad sexual cristalina.

Ni en la escena final parece Frederic March preocupado por la suerte de los oprimidos.

A mi sí me parece muy importante tomar conciencia de la situación de los oprimidos y no colaborar con el poder pero la grandeza del Cine es justamente ésa, salir por un rato de uno mismo, que uno mismo es un peñazo. Y esta película es una diversión gloriosa de una absoluta Grandeza.Cine en mayúsculas..



sábado, 22 de agosto de 2020

CLEOPATRA (1934)

  Divertidísima y espectacular película que hace de su superficialidad absoluta y su falta de hondura shakesperiana (gracias a Dios, exclamaría su director con toda razón) su principal seña de identidad. Tratándose de una hermosísima Claudette Colbert y teniendo Henry Wilcoxon un cierto aire a Gary Cooper, la segunda parte parece una película de Lubitsch.La gracia de esta película está en ver cuál será el vestuario de la siguiente escena, cuál la coreografía del cortejo de la reina y con qué escenografía y ornamentos nos deleitará a la siguiente. Quiero volver a la de Mankiewicz en breve, una de mis películas favoritas, pero no hay lugar para comparaciones porque son dos conceptos no ya de esta historia sino del Cine muy diferentes. Suerte que existen todos ellos, y quiero volver a ver "El signo de la cruz", que la recuerdo aún más divertida y creo que era allí donde Claudette Colbert realmente se bañaba:clásica confusión entre las dos dado el tópico. Una celebración.