viernes, 18 de septiembre de 2015

I'VE ALWAYS LOVED YOU

Se encuentra uno una y otra vez con una hermosa e intensa contradicción ante algunas woman's picture, contradición que no necesita ser resuelta.

"I've always loved you" es probablemente una de las mejores películas de Frank Borzage, es una obra maestra, un deslumbrante prodigio cinematográfico que podría contarse entre lo mejor de lo mejor de la historia del cine. Una exhibición de aquello que podríamos denominar arte del melodrama, formado a partes iguales por movimientos de cámara, vestuario, aquí un sublime color y frases y momentos que podrían hacer reir pero donde no nos reímos.

Tengo muy claro que la película de Borzage es sublime y no va a dejar de serlo porque lo que cuenta a mí me parezca aberrante y vergonzoso, ya me ha pasado con títulos como "Back street" de Stahl e "Imitation to life", tanto monta Stahl que Sirk.

La película, por mucho que diga lo contrario un tanto cínicamente al final, es una celebración del masoquismo de la mujer y de su sometimiento al macho más desagradable (y suponemos que por ello sexualmente más solvente). Y no por algunos diálogos bastante groseros si no por la propia estructura de la historia que me permitirán que por una vez les desvele.

Joven pianista se enamora perdidamente de gran Maestro absolutamente imbécil (un Philip Dorn que anticipa los mismos mohínes y la misma gestualidad que el Rex Harrison de My fair lady, mérito suyo que hay que reconocer). La joven al mismo tiempo es pretendida por un jovencito buenísimo que supongo que por buenísimo y algo tonto lo lleva fatal. La pianista y el Maestro tienen una especie de metafórico encuentro sexual a través de una larga, modernísima y absolutamente magistral escena en la que se interpretan a Rachmaninov donde suponemos que ella intenta tomar la iniciativa sexual, sufriendo el más absoluto desprecio y acabando en separación.

El joven buenazo le pide matrimonio y ella acepta, sabiendo ambos que ella está y estará eternamente colgada del coitus interruptus con el Maestro y que jamás será poseída por el Buenazo. A pesar de eso tienen una hija, de la que tampoco estamos seguros si es del Maestro o de un único y obligado encuentro sexual sin pasión, apostaríamos por lo primero.

Los años pasan y el Buenazo se queja de no poseerla (además de coquetear con su hija veinteañera, la guapísima Vanessa Brown, sugiriendo una sustituta incestuosa), al tiempo que va forzando un encuentro con el Maestro en contra de la voluntad de la pianista para que ella salde sus cuentas pendientes con ese coitus interruptus y quizás pueda suponer para él una oportunidad de poseerla.

La reanudación del coitus se produce en forma de nueva interpretación de Rachmaninov ante el rostro emocionado y a la vez dolido del actor Bill Carter (en una escena sólo comparable a la mirada de James Stewart ante la aparición de Kim Novak "de entre los muertos").

La pianista salda su cuenta y le revela al Buenazo que siempre lo ha querido y él le contesta que siempre lo ha sabido. Acabar la vida autoafirmando que ha sido bonita aunque se haya vivido realmente como si no lo hubiera sido. Una pena. Un montón de infelicidad e insatisfacción absolutamente gratuitas que parecen diluirse con sólo formular que se diluyen. Es una historia muy cachonda pero yo no soy capaz de comprarla como una historia bonita o conmovedora. Eso sí, la película es absolutamente sublime.


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