LA CIUDAD: Segundo escalón de la trilogía de los Snopes, o de ese condado impronunciable sin la ayuda de google, Yoknapatawpha. A mi me ha gustado más que "El villorrio", o porque lo he leído con luz de agosto cosa que siempre me ayuda, o porque publicado casi 20 años después es francamente mejor. No son libros diáfanos ni lineales pero tampoco pesados en absoluto y resultan brillantes muchísimas veces. Lo más dificultoso es tener fresca toda la miotología casi nibelunga que fue construyendo a lo largo de los años y relacionar a los personajes con sucesos anteriores y referencias en otros libros. Para apurarlos del todo casi convendría leer seguido todo Faulkner pero...
RENOIR, MI PADRE: ya se previene Jean Renoir en su primera frase contra la gran crítica que puede amenazar a su libro, la subjetividad. Evidentemente el retrato deliciosamente edulcorado de su padre puede ser pasto de las iras de los historiadores y de quienes busquen en el libro una Verdad revelada acerca del pintor y del movimiento impresionista. Si no buscas esa verdad la lectura es una verdadera maravilla, profundamente emocionante, acabas sintiendo a la familia Renoir como tuya, relato que va a cuatro o cinco anécdotas por página y lentamente va configurando una radiografía completísima de la vida cotidiana, artística y cultural de la Francia de finales del XIX y del ideario de Renoir, tan apegado a lo tangible y al mundo de los sentidos, que sospecha uno que habría vivido fatal esto de la digitalización,
Llama la atención toda la documentación recogida sobre la mala recepción que tuvo el impresionismo en su día "tomadura de pelo" ya se usaba entonces, las crónicas de las exposiciones parecen escritas por Carlos Boyero. Y seguimos metiendo la pata de forma parecida con todo lo que se escapa a nuestras rígidas ideas sobre lo que debe ser el cine, la literatura, la pintura o el arte en general. Llama la atención lo poco popular que ha acabado resultando Berthe Morisot, y lo querida y bien considerada que era por el movimiento.
Y por último cabe quedarse con la voz de Jean Renoir, autodefinido como cineasta y "autor teatral" (sic),narrador prodigioso a la hora de resultar ameno, tan humanista como en sus películas, y totalmente autoexpulsado del relato como futuro gran cineasta del siglo XX, solo aparece en relación a la vida con su padre y solo en las últimas 20 páginas menciona que se casó con una de las modelos del pintor, que se convertiría (y eso en el libro no lo dice) en su primera musa cinematográfica: la Catherine Hessling de "Nana".
Una joyaza, absolutamente asimilable a "El mundo de ayer" de Zweig, a la que también le compro no solo su pacifismo y su amor por la cultura, sino su retrato de los absolutismos del siglo XIX como el mejor de los mundos posibles.
LA MÁQUINA DEL TIEMPO: Curiosa obra fundacional cuyas sucesoras no han seguido demasiado su camino. Nos ha interesado fabular más sobre pasados y futuros inmediatos. Welles se va muy lejos, al año 802.701 y el relato pierde en ello un tanto de la enjundia que pudiese tener, a quién le importa hoy en día lo que sea del planeta en esa fecha. Los sucesores han sabido entender mejor esa pulsión del público, aunque se imaginan las intenciones ensayísticas del escritor en el convulso e incierto 1895 en que lo escribió. Y no se discute la perdurabilidad de una obra, a mi modo ver un poquito plomiza.
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