Lo peor de esta película no es que recurra a la casuística barata de historia hospitalaria, lo que me reafirma en preguntarme qué se diría de ciertas películas si fueran USA. Lo peor es su capacidad de estrangular cualquier sentimiento o reflexión del espectador a través de una trama manipuladísima y sin aire para pensar. El personaje masculino es demasiado lamentable y el femenino demasiado generoso e inocente, lo que dirige la película al cansino tono de lección, tan mala herencia que ha dejado el cine americano.
La protagonista aprende algo, of course, y lo hace en unas condiciones tan preparadas y allanadas, cuando algunos espectadores podríamos pensar que ni si quiera está claro si había algo que aprender. O si lo que aprende la protagonista no tiene nada que ver con lo que le sucede. O si lo que aprende no son más que un conjunto de obviedades adolescentes.
El cine puede ser una catarsis para el espectador, pero quizás no es necesario que sea un catecismo. Y menos si visualmente no se tiene nada que aportar en un sinfín de secuencias grises y planas. Locarno se rindió a "Lo que sé de mí" y a su protagonista, Marián Álvarez, que en mi opinión no pasa de ser una interpretación de chica simpática y pizpireta que ni de lejos levanta el tono de esta mediocridad tan visible como profundamente molesta.
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