viernes, 6 de diciembre de 2013

LE PONT DU NORD


Cuando nuestra querida Marie-France Thielland, más conocida como Bulle Ogier, estaba en sus inicios en el cine con "L'amour fou", tenía una niña de unos diez años, Pascale, fruto de su relación con el músico de jazz Gilles Nicolas. Lo conoció con dieciséis años, la niña nació cuando Marie sólo tenía dieciocho y se separaron tan sólo un año más tarde. 

Cuando Pascale tenía unos 16 o 17 años aproximádamente, se iniciaba la relación de su madre que dura hasta hoy, con Barbet Schroeder, más conocido para el público como director de cine de Hollywood pero en realidad fundador con Eric Rohmer de Les Films du Losange, productora fundamental de la Nouvelle Vague y de la historia moderna del cine francés. Se casaron en Las Vegas cuando se iniciaba el siglo XXI.

Pascale debutaba en el largometraje precisamente con Rohmer en "Perceval le gallois", y en la primera película de Jean-Claude Brisseau (al que este blog le debe un ciclo cuando se inspire, el blog, no Brisseau) "La vie comme ça".


Pascale y su madre Marie (Bulle) se encuentran entonces en el octavo largometraje de Jacques Rivette (si no cuento mal), en el que participan como guionistas junto al propio Rivette y Suzanne Schiffman, esa asistente de Truffaut al que todos conocimos antes que nada como la tercera asistente a cierta mítica conversación que nos descubrió poco menos que el cine.

Después de "Le pont du Nord" Pascale volvería a ser notoria, quizás más que nunca, como protagonista de "Las noches de la luna llena", que recuerdo como una de las mejores películas de Rohmer, y que le supuso un premio en Venecia, muriendo muy poco tiempo después un 25 de octubre de 1984 a causa de una sobredosis de drogas.


"Bajo el peso de la ley" de Jim Jarmusch está dedicada a Pascale.

Esta pequeña historia forma parte de alguna rebuscada manera de la textura etérea y fantasmal que ha quedado de una obra también tan ligada a la carrera y al estilo de Rivette como "Le pont du Nord".

Con una trama irrelevante, absurda, conspirativa o como quieran llamar los que saben a las tramas de Rivette, que al igual que en "Duelle" será raro que recuerde en unos meses, la historia real es el insólito contraplano de las imágenes de una mujer madura en complicaciones y una joven peculiar que actúa como ángel protector de la mujer, madre e hija en la vida real, cuyo funcionamiento como pareja en el plano durante más de dos horas ininterrumpidas es el retazo y el atrapar y el retener el tiempo de un momento en las vidas de dos personas, unidas por una ligazón, tan tierna, difícil (supongo que podría serlo porque casi siempre de alguna manera lo es), como fugaz y placentera y dolorosamente irrepetible.

No hay nada especialmente extraordinario en la vida de Bulle Ogier y su hija, una vida de alegrías y penas insondables como tantas, pero ha quedado este documento mágico en el que recorren en espiral París desde su centro hacia sus afueras, registradas por unas imágenes de una vitalidad y una autenticidad emocionantes. 

Jacques Rivette es algo más que uno de los componentes de la Nouvelle Vague, su fascinante cine camina no sólo por los márgenes del relato, camina por los bordes de nuestra propia realidad, sus películas distorsionan nuestra percepción del espacio, del tiempo, de nuestra propia dimensión y memoria. Son un una ceremonia en la que podemos aparecer y desaparecer de la realidad con un chasquido de dedos, están unidas a nuestras experiencias como a la de las memorias y experiencias de quienes las hicieron y de lo que retrataron. Están unidas y se elevan sobre nosotros y sobre ellos. 

























De Truffaut o de Godard, tan diferentes, adoramos sus películas como fetiches, sus obras son objetos, Rivette nunca ha destacado por sus obras consideradas de esa forma "objetual", filma sensaciones y emociones que evolucionan en nosotros a lo largo de los días, de los meses o de las décadas. ¿Un work in progress?, no, un "in progress" a secas. He hablado de ellas en términos de favoritas, de mejores, de peores, o de aburridas, pero quizás ni si quiera existen como películas, son experiencias hacia las que uno está unido como está unido al paso de sus propios años, que no pueden entenderse en bloques unitarios, sino como continuidades y discontinuidades imposibles de aprehender.

*(Pensé antes de ver "Le pont du Nord" que sólo me quedaban por descubrir de Rivette "Out 1" y "Merry go round", pero ahora siento que en realidad no sé nada sobre ellas y que incluso las que no me gustaron tanto tienen mucho que seguir diciéndome, que es una obra que jamás podré acabarme).

**Un análisis cinematográfico imprescindible lleno de conocimiento del cine en todos los sentidos (jamás habría dicho que lo del final es un rayón en el negativo)

2 comentarios:

  1. Gracias por la historia. Rivette puede ser tan subyugante como incomprensible , y a veces aburrido, como me lo pareció su última pelicula

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  2. Sí, a todos tus adjetivos, a veces incluso todos a las vez.

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