Si al común de los aficionados nos mentan el nombre de Thorold Dickinson es inevitable que contestemos "Luz de gas", la película, que no el local barcelonés. Esa película a mi parecer la mar de estupenda que permaneció mucho tiempo lejos de nuestros ojos en favor de la versión Metro de Cukor, de la que se decía que el estudio había intentando hacer desaparecer a su antecesora británica.
La película demuestra que lo de luz de gas no fue un sonar de la flauta, que el nombre de este Dickinson parece merecer una mayor atención de la que ha tenido (tampoco sé si tiene muchas más joyitas). Una obra de una elegancia cinematográfica subyugante, inquietante, romántica bella e hipnotizante como la mejor de las obras británicas de la dećada (no en vano también es de las más mentadas por el british fan número 1 de Scorsese). Con el sempiterno y sublime histrión de Anton Walbrook y el debut de la magnífica Yvonne Mitchell, que había visto yo este verano en una hermosísima película de J.Lee Thompson llamada "Woman in dressing gown".

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