Divertidísima y espectacular película que hace de su superficialidad absoluta y su falta de hondura shakesperiana (gracias a Dios, exclamaría su director con toda razón) su principal seña de identidad. Tratándose de una hermosísima Claudette Colbert y teniendo Henry Wilcoxon un cierto aire a Gary Cooper, la segunda parte parece una película de Lubitsch.La gracia de esta película está en ver cuál será el vestuario de la siguiente escena, cuál la coreografía del cortejo de la reina y con qué escenografía y ornamentos nos deleitará a la siguiente. Quiero volver a la de Mankiewicz en breve, una de mis películas favoritas, pero no hay lugar para comparaciones porque son dos conceptos no ya de esta historia sino del Cine muy diferentes. Suerte que existen todos ellos, y quiero volver a ver "El signo de la cruz", que la recuerdo aún más divertida y creo que era allí donde Claudette Colbert realmente se bañaba:clásica confusión entre las dos dado el tópico. Una celebración.
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