CUENTOS INQUIETANTES: Cincuenta días tardé en terminar este volumen, que iba dejando más que por falta de tiempo (que también, septiembre-octubre me tumban) por la desmotivación de ver que no eran las más célebres historias de fantasmas de Edith Wharton (salvo "Después" y "La botella de Perrier"), y por la manía que cogí hace cosa de una década de a duras penas dejar ningún libro a medias o aparcarlo para otro momento, con la consecuente inversión de tiempo obscena y desmesurada. Y no es que esté mal, de hecho empieza de forma deslumbrante y si el interés para mí decrece es más que por falta de pericia de la escritora, una de las que más me gustan, por el inevitable sentimiento de yo venía aquí a otra cosa. Con los años uno empieza a desarrollar conductas más rígidas y más cabezotas.Es una evidencia.
EL ALCALDE DE CASTERBRIDGE: A partir de un grotesco incidente, un hombre borracho que vende a su mujer y su hija a un marinero, que más tarde la propia novela se permite el placer de constatar lo absurdo que es como episodio, Thomas Hardy construye esta obra de forma desconcertante a través de varios giros argumentales sobre lo que uno va presuponiendo que va a ser la línea argumental a seguir. Las predicciones te fallan siempre y la línea argumental que imaginabas desaparece fulminantemente de las páginas y no aciertas tampoco a saber qué pretende pero poco a poco se va haciendo evidente que no son giros sorpresivos sino que tejen un discurso sobre la fatalidad, la fortuna, la felicidad, la bondad o el merecimiento. Extraña y estupenda novela
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