Los diálogos de "El hombre que sabía demasiado" (Alfred Hitchcock, 1956) sugieren una especie de malévola segunda parte de "La ventana indiscreta" solo que de algún modo parecen haberse invertido los roles. Es él ahora, James Stewart, quien parece querer tener atada en corto y sedada, metafórica y ¡literalmente!, a su esposa, una Doris Day que podría ser una Grace Kelly desexualizada por el matrimonio. Ella, pudiendo desarrollar una carrera profesional en los teatros de Broadway queda impedida por el capricho provinciano de su marido por Indianápolis, que nada perdería mudándose a Nueva York. O quizás no ha habido inversión de roles y las actitudes vitales han cambiado vertiginosamente a la luz de la institución familiar. Llegado a este punto habría que poner en valor la incisiva gracia del guionista John Michael Hayes, que colaboró además de en estas dos películas en "Atrapa a un ladrón" y "Pero ¿quién mató a Harry?".
Tenemos pues tras la epidemis del suspense otra capa de fondo que no creo que legitime la película, pues la ejecución del suspense es ya de por si bastante excelsa pero da cuenta de las ambiciones, los intereses y las pulsiones de Hitchcock como retratista de la comedia humana.
Vuelta a ver por enésima vez, ahora en sesión familiar, solo le encuentro una pega que no es realmente tal pues no podría importarme menos. Bien es cierto que la película es algo más que la escena del Royal Albert Hall y tiene no pocas escenas la mar de reseñables pero es que no puedo más que rendirme a la evidencia de que esta escena es uno de mis momentos favoritos del Cine, siempre lo ha sido y siempre lo será y si había que construir un largometraje a su alrededor porque no podía existir por si mismo, me habría dado igual qué metraje venía antes y qué metraje venía después. Incluso creo que en el fondo era mi único motivo para ponerla en casa.
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