lunes, 9 de julio de 2012

LE PONT DES ARTS

Hay un envoltorio rocoso, sorprendente y hasta divertido que puede distanciar y hacer que repatee una película tan hermosa como "Le pont des arts". Uno empieza viéndola y pensando en aquello de que no hay mejor manera de ser universal que siendo profundamente localista. Es delicado hablar de prejuicios y estereotipos pero cualquier cinéfilo español con un cierto humor barriobajero como el mío reconocerá que el inicio de esta película podría ser en el mundo de los estereotipos el colmo de lo que aquí suponemos que es "lo francés".

Personajes que viven en unos apartamentos preciosos de París y hablan de la poesía de Michelangelo (el pintor, no Antonioni), hacen postgrados, oposiciones, y oh, ensayan obras de Monteverdi.. Envidiable.

No incido gratuitamente en estos aspectos ni utilizo la jocosidad de forma gratuita, muchos juicios pueden verse distorsionados por ese envoltorio intelectual (tremendas frases) que puede considerarse más forzado o impostado que verdaderamente enriquecedor.

Pero hay que dejarse llevar por la marea, dejar caer los brazos, la guardia desenmascaradora de pedantería y confiar en la película. "Le pont des arts" se guarda no ya sus sorpresas, si no un crecimiento exponencial como película a medida que pasan los minutos y los destinos de sus dos protagonistas (grandiosa Natacha Régnier y grandioso Adrian Michaux, tan parecido a Léaud) se entrecruzan de forma mágica en una historia que acaba resultando ser lo que al principio se anticipaba en las definiciones sobre el barroco. Una contradicción contínua con pleno sentido. La vida y la muerte en una de las películas más sólidas, con paso más firme, más poéticas y sugerentes que se hicieron en la década pasada.










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