Gran descubrimiento el que he hecho esta tarde entrando al Zumzeig de Barcelona. Inauguraron en otoño, pero entre que ahora voy mucho menos a las salas y que creí que estaban en el Carrer del Pi ocupando el lugar de unos antiguos cines de repertorio, me había dado pereza acercarme (qué voy a contar, que aún no he ido a la nueva Filmoteca). Pero no, resulta que están junto a la estación de Sants, y hay que ser de fuera de Barcelona y llevar 15 años viniendo a sus salas a ver el 95% de las pelis desde otros lugares para entender lo maravilloso y lo práctico que es eso. Unido a su programación realmente valiente y alternativa, frente a cierta previsibilidad y cobardía de las cadenas de V.O, hacen del descubrimiento un pequeño tesoro al que cuidar en la medida de lo posible. ¡Y es que la distancia entre la primera fila y la estupenda pantalla, que está a la altura perfecta, parece diseñada por mí!
Pasaron allí una película que online no me atrajo mucho "Travelling light" y se me ocurre que esa sala era el emplazamiento perfecto, al igual que probablemente lo sea para cines como el de James Benning y otros experimentales como Kiarostami en esa faceta a los que no tolero en el salón de casa.
Y es que para inaugurar la experiencia la "Història de la meva mort" de Albert Serra era una película perfecta.
De Serra, personaje de ego cuestionado, recordaba haber visto en el festival de Sitges "El cant dels ocells" y haber desaparecido de la sala justo cuando él hizo su entrada, porque no tengo tiempo de escuchar a directores, habiéndome parecido una experiencia estimable la película. Sin embargo me faltó algo, como si fuera una película hecha con una habilidad oportunista, hecha un poco al hilo de otros cines, al hilo de la posibilidad de entrar gracias a ella de lleno en el circuito donde se juega el tipo comercial y de reconocimiento crítico. Peli hecha para gustar a quien tiene que gustar.
Intenté ver "Honor de cavalleria" en pantalla pequeña y no aguanté mucho, al igual que intenté volver a ver "El cant dels ocells" por televisión y era invisible, de una calidad visual completamente diferente a la de la pantalla de cine. Paradójicamente he reclamado incansablemente que "Història de la meva mort" se pudiese ver online ¡ya!, pero tratándose del cine de Serra ha sido en el fondo una suerte haber podido escaparme a la sala.
O estoy en un momento en que mi percepción de las anteriores mejoraría o creo realmente que Serra se está desprendiendo de esa habilidad oportunista una vez está dentro, y está empezando a crear con mucha mayor soltura, arrojo y libertad.
"Història de la meva mort" es una intensa experiencia. Dura dos horas y media que a mi me pasan volando, y cuenta, lo de contar es un decir, cómo un Casanova vitalista y racionalista visita junto a damas y servicio los Cárpatos para encontrarse con el reinado de oscuridad del conde Drácula.
Parece, explicada así, una serie B del tipo "Freddy contra Jason", pero Serra elabora una espléndida película en la que tiene tanta importancia su lado contemplativo con sus naturalezas agrestes llenas de viento, crepúsculos y sonidos aterradores, como la construcción de la palabra, en un catalán artificioso, afectado, tan abofeteable como sublime y delicioso de Vicenç Altaió como Casanova.
Lejos de ser una cinta minimalista y esquelética como aparentaban las otras, es, precisamente una combinación de entrega absoluta en imagen y sonido, un desprejuiciado y nada contenido baño de imágenes primitivas, hermosas y juguetonas en las que solazarse, de silencios, de música y musicalidad del ambiente y de diálogos que articulan brillantemente el ritmo subyugante de la peli.
Es un cine como el que uno esperaría ver en estas salas. No para recomendarlo indiscriminadamente y crear fenómenos de masas complacidas. Es de esas películas que habrán fracasado si alguien (o muchos) no las considera una insufrible chorrada indigesta y soporífera. Porque para huir de las fórmulas, las hay de muchos tipos, no queda otra que tirarse al vacío, con talento o sin él, con inspiración o voluntariedad. Espléndida o insufrible chorrada, yo no veo rastros de rutina ni de fórmula ni de correr a rebufo de las modas. Espléndida o insufrible es como debe ser el cine de autor: discutible, machacable y no de tragaderas agradecidas.
Yo la he visto sin pestañear y casi me quedo a ver otra vez "El último de los injustos", que en la pantalla del Zumzeig se tiene que ver de gloria. Porque esa es otra, el Zumzeig es la única sala de Barcelona que se arriesga con la magistral película de cuatro horas de Lanzmann.
¡Que me lo he pasado en grande!
Hola, no sé si has leído este artículo de P. Gimferrer sobre la película. A mí me parece algo críptico, pero quizá me pierdo algo. Habla de dos bandos...
ResponderEliminarhttp://www.elcultural.es/version_papel/CINE/33998/Aqui_hay_dos_bandos
Saludos:
Luis S.
Sí, a mi también me ha costado algo de seguir, no sé si se refiere al siglo de las luces vs romanticismo o a corrientes críticas de cine.
ResponderEliminarSaludos y gracias
Hola, y en primer lugar enhorabuena por el blog, al que he llegado hace poco. El artículo de Gimferrer es, desde luego, tan críptico como la propia película. Copio aquí el enlace al comentario sobre esta que escribí hace unos días, con un intento de interpretación: http://navegandohaciamoonfleet.wordpress.com/2014/02/14/el-libertino-ilustrado-el-alquimista-y-el-vampiro/
ResponderEliminarMuchas gracias por el link, siento decirte que en tu caso se te entiende muy bien, lo que para mí es una virtud pero no estoy seguro de que para todo el mundo lo sea (una humorística maldad).
ResponderEliminarUn saludo
Me parece que sólo a los grandes filósofos, o a los grandes poetas (como Gimferrer, al que admiro ilimitadamente), les está permitida la oscuridad.
ResponderEliminarUn saludo, y gracias por tu comentario.
Me parece bien. No es más que una inocente maldad, inofensiva para el talento de Gimferrer, que no estoy en condiciones de discutir. Un saludo y felicidades por tu blog.
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