lunes, 3 de marzo de 2014

ENCUENTROS EN LA TERCERA FASE+MULHOLLAND DRIVE

Un post de ausencias. De si mismo, porque no se encuentra o no se entiende quién es uno. Y del cine, porque quizás se ha llegado al final del camino.

Cada tanto tiempo celebro al Spielberg que me gusta. No es que sea un director que cuente cosas que me parezcan hondas o me afecten especialmente, a veces todo lo contrario, bordea seriamente el infantilismo o el esquematismo de lo que él supone que es un americano soñador, pero no pocas veces entendió que un buen Spielberg es mejor que el mal David Lean que tanto le obsesiona, un director al que no se acerca en ese territorio ni puestos de té alucinógeno del desierto.

"Encuentros en la tercera fase" me parece una película sensacional, desde que la volviera a ver en el Sitges de hace cinco o seis ediciones, forma parte de uno de los dos momentos en los que desató al máximo sus posibilidades expresivas (finales de los 70, principios del siglo XXI). Prueba de su libertad y de su inspiración es que aburría al espectador que yo era de niño, que iba cargando con su carcasa narrativa en la que encajar a las nuevas películas, y que indefectiblemente se estrellaba contra el original y brillante ejercicio expositivo de Spielberg.

No es que me arrebate el trasfondo religioso y soñador de la película, pero esos son los adultos maduros e incomunicados que le interesan, y los describe con una capacidad de observación y detalle dignas de Alfred Hitchcock (también había mucho de Hitch en "Tiburón").

Lo mejor es que toda la película respira soltura, paciencia, hacer lo que le da la gana. Empieza con esos créditos sin música y el relato abre sus frentes parsimoniosamente y con plena convicción. Desde el desierto de Sonora, hasta Indiana, desde la India hasta Wyoming. Militares, gente común buscando y científicos trabajando con el método Kodaly (qué aciertazo la presencia de Truffaut, cómo entendieron mútuamente los dos directores).

De una añorada época en que no eran las carcasas lo que traía millones de dólares al zurrón, sino la concepción e imaginación cinematográfica de directores y creadores privilegiados como Spielberg, que arrastraban a masas deseosas de dejarse arrastrar y no de arrastrar ellos, y que se perdió en su propia solemnidad pero dio buena muestra en films tan excelentes como "Encuentros en la tercera fase" de su fascinante talento.










Con el tiempo esta foto empieza a tener cada vez mayor sentido.



Lynch visitaba Madrid cuando su último largometraje tiene casi una década y recibía la adoración de un Pedro Almodóvar que tiene no poco que ver con la materia de su cine, con la materia de la que está hecho el cine que más nos enamora a algunos.

El 8 de marzo de 2002 se estrena "Mulholland drive" en España, con un premio al mejor director en Cannes y una nominación al Oscar de dirección sin que la película tenga otra (muy significativo). Yo creo que seguramente la vi el 9 en sesión de mediodía en mis cines habituales de Barcelona. Lynch venía de cosechar la admiración de propios y extraños, nunca mejor dicho, con "Una historia verdadera", y con "Mulholland drive" volvía a ser polémico, entre el genio y el estafador.

Recuerdo que disfruté mucho, pero al mismo tiempo me quedó la sensación de que la película acababa de comenzar en ese mismo momento y los años la reafirmarían.

He tardado en volver a verla, pero entre medias vi dos veces en el cine "Inland empire", la película que culmina el camino que aceleraba "Carretera perdida".

Vuelta a ver "Mulholland drive" por segunda vez, sólo me quedan mis aplausos, mi ovación en pie y mi almodovariano arrodillado ante el maestro Lynch. 

Coge paralelamente dos senderos, el que lleva desde "Persona" a "Tres mujeres" (el Altman que pudo ser, perdido después como Spielberg), y que culmina con esta obra, y coge el sendero que aceleraba desde "Carretera perdida", confluyendo ambos en una de las obras más fascinantes, enigmáticas e inconmensurablemente bellas del siglo XXI y del cine en general.

El principal error del primer visionado es siempre el mismo, obcecarse en cerrar a cal y canto el rompecabezas, como error es no ver más allá del argumento de "Los ojos sin rostro" en "La piel que habito".

Almodóvar y Lynch trabajan otros pliegues, otras texturas, la imagen palpita y se dobla sobre si misma, adquiere múltiples relieves más allá de lo narrativo. Lynch efectúa un inspiradísimo trabajo estructural con los dobles, con los espacios, con el tiempo detenido y rebobinado, con las equivalencias, las correspondencias y las emociones sangrantes hasta lo lírico.

Su territorio es el de los sueños, pero eso no es, como siempre ha parecido, simplemente un lugar común, es que lo es de verdad, el territorio de un Hitchcock, de un Tarkovski, de un Buñuel.

"Mulholland drive", aunque existan serias resistencias en la Europa que no es Francia, está a la altura de todos ellos (en Estados Unidos son más sensibles a esas conexiones misteriosas entre visionarios de todo el mundo y te revindican a un Portabella mismamente). "Mulholland drive" es seducción, misterio y carne. Es el paradigma del cine como arte de esos sueños, y del misterio. 

Ya está en el panteón de las más grandes, allá deberá ser cuidada y amada convenientemente por los que la amamos para que no se fosilice.










4 comentarios:

  1. Sentidos, bellísimos, justos y compartidos comentarios sobre dos grandes obras, Sergio. La de Spielberg también me aburrió de niño y no le hice prácticamente caso durante muchos años hasta que, por fin, volví a disfrutarla: está, como bien dices, entre lo mejor de su filmografía (si bien es cierto que, en mi opinión, jamás rodó algo como "AI" y "Minority report"). Gente que busca, sí... pero yo la desponjo del aliento religioso: no puedo evitarlo. La presencia entrañable, mágica de Truffaut, también aporta su grano de arena. Pocas veces ha utilizado a un niño de una forma tan adulta: aunque se haya visto una y otra vez, sigue impresionando el momento en que se manifiesta la fuerza de los visitantes en la casa, como si de un poltergeist se tratase... o la comunicación humana y extraterreste o esos tres puntos sonoros que se repiten constantemente a lo largo del metraje.
    En cuanto a la de Lynch, yo no sé en qué condiciones lo viste... pero lo cierto es que cuando fui a verla a un cine granadino a primera hora de la tarde y noté que iba a estar solo en la sala, lo dejé para otro día más concurrido. El misterio de Lync inquieta lo suficiente como para encontrarte solo ante una propuesta como la de "Mulholland Drive": una alucinación con un regusto triste, desoladador; la pesadilla de los sueños que conducen a la miseria y a la nada. Sin embargo, no he sido capaz de adentrarme y aceptar la propuesta de "Inland Empire".

    ResponderEliminar
  2. "Inland empire" es el siguiente peldaño, tómate unos años, aunque a mi me fascinó más medio dormido que despierto, lo que le pega mucho a Lynch, próximamente una tercera ocasión.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  3. Es cierto: intentar racionalizar 'Mulholland Drive' es un error que impide disfrutarla (entre otras cosas porque según se comenta todo el asunto estaba proyectado para ser una serie que finalmente no fue). Yo preferí dejarme llevar por las sensaciones que despiertan y ante mí tuve una película fascinante, con algunas escenas que permanecen de manera imborrable en la memoria (la de la Llorona, principalmente). No obstante, cabe decir que eran también tiempos en los que estaba entregado sin cortapisas al surrealismo, terreno que últimamente me ha venido entusiasmando un poco menos... De hecho, me sucede como a Rafa Morata y nunca me he atrevido con ‘Inland Empire’.

    ResponderEliminar
  4. Tampoco es exactamente surrealismo a la manera de "La edad de oro", hay una cierta ligazón, una cierta coherencia, o más que coherencia que las figuras todavía son reconocibles sobre el paisaje y todavía quedan restos de narración. De hecho una película con la que tiene mucho que ver es con "Vertigo". Laura Elena Harring es una especie de Madeleine reconstruyendo su Carlota Valdés particular. "Vertigo" era una película de suspense de la Universal hecha para conquistar a un gran público, pero de haberse sentido completamente libre, de haber trabajado Hitchcock (era el primero al que no le interesaba y le gustaban sus condiciones) en la situación de un David Lynch, Vertigo se habría parecido mucho a Mulholland drive.

    ResponderEliminar