viernes, 11 de septiembre de 2015

MARTÍN (HACHE)

Una de las cosas más difíciles, inusuales o atrevidas de hacer es escribir sobre cine sin un catecismo de normas. Alabar en unas películas aquello que detestas en otras o viceversa. Convertir los valores en defectos o los defectos en valores.

Ya hace mucho tiempo que mi adoración por algunas de las últimas películas de Adolfo Aristarain (exceptúo la a todas luces fallida "Roma"), me hicieron descubrir que no hay norma cahierista ni arte puramente visual que me interese lo suficiente como para renunciar a todo aquello que me seduce o me hipnotiza de películas como "Un lugar en el mundo" (la más salvable dentro de una ortodoxia cinéfila) o las más escandalosas e indefendibles "Martin (Hache)" y "Lugares comunes".

De "Lugares comunes" saldrá aquí en enero mi vieja crítica y centrémonos ahora en "Martin (Hache)".

Se trata esencialmente de una polvorienta, evidentísima y subrayadísima obra de tesis. Aquello que hubiese detestado en cualquier película de las últimas de Woody Allen. Los personajes discursean y filosofan de forma artificial y absolutamente antinatural. Describen sus sentimientos no dejando en ningún momento ningún lugar para que la cámara capte gestos y momentos que los definan. Visualmente es plana o inexistente.

Si yo fuera crítico de cine tendría que cargármela, pero aquí estoy obligado a decir la verdad. Casi 20 años después de su estreno, con todo lo que ha llovido en mi vida y en mi cine en todos los sentidos, sigue siendo una película que me impresiona y me emociona vivamente.

Los diálogos entre los personajes tienen un timbre, un ritmo, una musicalidad y una intensidad absolutamente perturbadoras y fascinantes. Son personajes tan veraces como intensos, terriblemente atractivos, inusuales pero cercanos. El cuarteto protagonista está inmenso, antológico, de fábula. Luppi en su contención, Poncela en su acertado histrionismo, Cecilia Roth en su dolor, Botto, que me parece poco actor nunca estuvo tan bien.

Si acaso con los años me parece más terrible el perfil psicológico del personaje de Federico Luppi, más me escalofría y demasiado bien tratado me resulta, pero eso son opiniones vitales mías, no críticas a una película maravillosa, por radiofónica o teatral que sea.




2 comentarios:

  1. Es una película que se podría simplemente escuchar. Recuerdo cuando se estrenó que el reparto comentaba que había sido un rodaje durísimo, con Aristarain haciéndoles repetir cada toma una y otra vez.

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  2. Sí, o simplemente ver sobre las tablas de un teatro sin que el material se resintiera en absoluto.

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