lunes, 14 de agosto de 2017

EL HOLANDÉS ERRANTE de Richard Wagner

El pasado 14 de mayo asistí a una reprentación en el Liceu de Barcelona por primera vez. Les parecerá chocante que después de tanta ópera, la auténtica, la de verdad, haya tardado tanto en salir. Hace 25 años vi algunas funciones en el Teatre Fortuny de Amics d'Òpera de Sabadell pero tras eso, durante la larga noche sin ópera, nada de nada.

Hay que ser honestos y sinceros, pienso seguir viendo funciones en casa y pienso seguir viendo funciones en las pantallas de los cines. La entrada me costó 70 eorus y no se veía casi nada, suerte que pude cambiarme de localidad a merced de localidades libres que parece ser que siempre quedan y ver muy bien, si no hubiese sido bastante chasco. El precio de la ópera continua siendo inasumible para una economía normal, para alguien que tiene un trabajo normal, come tres veces al día, tiene hijos y lo que se conoce como una vida normal. No digo que sea injustificado pero no es asumible si además las condiciones de visibilidad son más que cuestionables.

Eso sí, viendo bien, como fue el caso es una experiencia maravillosa.

Sucede a veces que cineastas poco reputados haciendo películas hacen trabajos extraordinarios sobre la escena. Me sucedió viendo el "Cosí fan tutte" de Nicholas Hytner y me ha sucedido viendo esta bellísima puesta en escena de Philip Stölz, un cineasta sin reconocimiento ninguno en el cine pero que aquí hace un trabajo excelso sobre el sueño, la imaginación y el deseo.

La ideas entorno al deseo de Senta no son nuevas, por youtube se pueden ver apuntadas en trabajos anteriores en Bayreuth pero creo que Stölz lo maneja muy bein en esa biblioteca desde la que Senta lee y sueña la historia. con el reflejo de la propia Senta y esa indefinición de planos que haría la delicia de los cineastas americanos del Hollywood de los 40, de los surrealistas.

Oksana Lyniv dirigió con contagiosa vitalidad la velada. Menos de dos horas y media. Un Wagner quizás no pleno, como se apuntaba en la presentación previa en el Foyer, pero un Wagner magno para una velada operística inolvidable que no caerá en saco roto.


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