martes, 25 de julio de 2023

PLAYTIME

 Una cierta noción de "esfuerzo" en el arte me parece que no es una mala idea del todo. Me refiero a ir un poco en contra de las apetencias primeras y no renunciar a trabajárselo para llegar a obtener resultados. Reconozco que siempre me había dado un poco de pereza "Playtime" (Jacques Tati, 1967) por llevar al paroxismo un humor visual que nunca ha sido una de mis principales aficiones. Lo había intentado varias veces y lo había dejado para mejor ocasión.

Esta vez estaba convencido de que era la ocasión y aún así la contemplo un buen rato aburriéndome un poco sin llegar a entrar pero con la condescendencia de ver en todo momento una deslumbrante y difícilmente discutible obra maestra aunque no sea "de las mías".
Lo que pasa es que llega un punto en que el poderío apabullante de la película es tal que ya no me ha dejado permanecer en esa condescendencia tontorrona. Si su genialidad sin interrupción puede resultar agotadora, llega un punto de la película en que ese agotamiento se va conviertiendo en embriaguez, en risa liberadora, todos tus mecanismos ceden por completo y al llegar finalmente a esa larga fiesta nocturna en el restaurante ya le estás haciendo la ola a una película que acaba resultando emocionante y emotiva incluso dejando en los huesos un etéreo esqueleto argumental. Es una emoción estética, conceptual.
Las hay dirigidas por humanos y las hay dirigidas por dioses con un poder omnímodo sobre todo lo que aparece en plano. Yo siempre ha sido más favorable a las películas humanas e imperfectas pero "Playtime" no se sitúa al otro lado de la balanza, "Playtime" se sitúa en un lugar indeterminado del universo, un lugar de absoluta grandeza y de batir palmas, en balanzas de otras galaxias.



1 comentario:

  1. La última aparición de monsieur Hulot en la pantalla, con su gabardina, su sombrero y su paraguas, la efectuó en esta monumental, geométrica y aséptica urbe creada por Tati para retratar desde la magistral utilización de los espacios creados en ella, una organización social despersonalizada, automatizada, anodina. Un mundo homologado, definido por máquinas, botones y pantallas, en el que nuestro querido Hulot, con desconcertada amabilidad, se resiste a integrase. Así, la base sobre la que Tati diseña la milimétrica comicidad de su película, es la insistencia de Hulot en relacionarse con los demás, haciéndolo desde los antiguos valores y principios que servían en un mundo que ya no existe.
    Y ahora una nota de esas que nos ponen tristes: el elevado costo de la producción (entre otras exigencias, se construyeron unos decorados gigantescos) y la gélida respuesta otorgada por el público en su día, fueron la causa de que Jacques Tati, arruinado, iniciara un irreversible declive y solo realizara dos películas más en condiciones precarias.
    Un saludo.

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