jueves, 8 de marzo de 2012

MADEMOISELLE CHAMBON

A veces, cuando se da con el tono correcto, con el dramatismo en su punto de cocción comestible, con las imágenes bellas y acertadas, cuando se afina con la cámara, puede escaparse algún factor que juega en tu contra, que puede hacer que toda tu logradísima labor no sirva lo suficiente o no sirva de nada.

La historia de amor frustrada entre un albañil y la maestra de su hijo está magníficamente explicada, pero se estrella ante la impotencia del espectador contra los rostros que la protagonizan. Vincent Lindon y Sandrine Kiberlain (que para más inri fueron pareja en la vida real) no me transmiten nada. Ni los seres más reales y grises de la realidad más gris que podamos imaginar o vivir son tan grises y tienen tan poca química y atractivo para quien mira, que debe o debería sentir por hora y media algo parecido a lo que sienten ellos.

No basta con una narración pluscuamperfecta cuando de lo que se habla es de la locura del enamoramiento y es tan poco comprensible el enamoramiento, el por qué sucede, el por qué un hombre y una mujer son capaces de poner en juego todo y arriesgarlo todo. Hace falta filmar también unos cuerpos atractivos (no jóvenes, ni guapos, ni explosivos, todos sabemos que atractivos es otra cosa), cuerpos que se atraigan y se gusten. Hay que dominar además del cuento la pintura. Vincent Lindon protagonizaba "Vendredi soir", una película que a mi juicio sí sabía hacerlo.






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