Como los espectadores USA no leen subtítulos, en Hollywood se dedican a hacer remakes de las películas que más les gustan del resto del mundo. Lo cual no es bueno ni malo, en si mismo, no hay más que ver la enloquecedora maravilla última de David Fincher y compararla con el polvoriento carromato sueco.
La versión USA de "Déjame entrar", la película sueca de Tomas Alfredson, basada en una novela de John Ajvide Lindqvist , la dirige Matt Reeves, un director con buena prensa ganada con "Cloverfield", y a pesar de los cambios en la narración que comienzan con un in media res, el personaje de un policía y la ubicación en la era Reagan, sigue un tono muy similar al original.
Revisando por encima la de Alfredson, porque ahora mismo no me es posible volver a verla como por otra parte me encantaría, el sueco gana con mucho en cuanto a elegancia y categoría visual, en cuanto a atmósfera envolvente, pero hay que reconocerle a Reeves que copia con gracia y con habilidad para no dilapidar una historia muy atractiva de una enorme potencia poética.
Esta versión se estrenó en España un año y medio después de la sueca y estuvo sólo ligeramente por debajo en cuanto a espectadores. No sé si tuvo al mismo público o los perfiles eran diferentes, pero con sólo un año y medio de distancia pudo hacerse entonces un poco repetitiva.
Cuando los ecos de la original, que tampoco me llegó a arrebatar hasta enormes extremos, los tengo algo lejanos, ver ésta ha ganado algo de sentido. Es probablemente un film insignificante respecto al que imita (está basada en la novela y el guión anterior al mismo tiempo), pero a la vez es un film muy sugerente en el panorama del terror USA. Es decir, importa un modelo verdaderamente estimulante de cine fantástico del que andan (andamos) algo huérfanos, ahora que Shyamalan parece haber dimitido de sus funciones naturales.
Bienhallada la pareja protagonista, tras "Moonrise kingdom" estamos de suerte con los casting infantiles, y bienhalladas las presencias de Elias Koteas y sobre todo del inesperado y magnífico Richard Jenkins, en un papelón que le honra.
Les tengo un poco de manía a los remake made in USA. Manías, y no las puedo controlar.
ResponderEliminarÉste no lo he visto. A mí el original sí me gustó. No soy asidua a este tipo de argumentos y reconozco que tanto la narración, los dos niños como la atmósfera que crea, me sorprendieron muy gratamente.
Enlazo tu blog al mio para seguirlo.
Gracias.
ResponderEliminarLa película original me gustó, aunque no llegara a entusiasmarme.
Los remakes USA son un asunto realmente curioso al margen de gustos, son como aquella versión en castellano que se hizo del Drácula de Bela Lugosi con actores hispanohablantes, una necesidad inevitable de un mercado en el que no existe doblaje y la versión original es ultraminoritaria:
http://proyectonaschy.wordpress.com/2009/11/17/un-vistazo-al-dracula-hispano-de-la-universal-1931/
Saludos
Fincher contaba cuando vino a promocionar Milennium que salía más rentable volver a hacer la peli en inglés, teniendo en cuenta los gastos de publicidad de lanzamiento de los filmes y que, como comentas, los estadounidenses no ven pelis subtituladas (en general, extranjeras).
ResponderEliminarLo más raro del millenium fincheriano es que todos hablaran inglés en Suecia, aunque los periódicos y los carteles sí aparecían en sueco. En ese caso no he visto el original aborigen, ni he leído los tochazos en papel. En el caso de Déjame entrar imagino que no tenía sentido dejar que la acción transcurriera en Suecia, al fin y al cabo el bullying y los inviernos tristes son un patrimonio universal.
Si en EEUU tienen sentido estos rehaceres, en el resto del mundo la cosa es diferente, el Millenium fincheriano hizo muchísima menos pasta que el original, al menos en nuestro país.
Un misterio el predicamento (fuera de lo kitsch) de ese "Dracula" mexicano de George Melford.
ResponderEliminarEl caso es que con un año y medio de diferencia el déjame entrar americano sólo hace a penas unos 15.000 espectadores menos que el sueco, mientras que el Milennium de Fincher se desploma del millón y medio de la sueca a escasos 300.000 espectadores y tres años de diferencia entre los dos estrenos.
ResponderEliminarEn ese caso creo que jugó en su contra la antipatía que le profesaron los lectores de la novela. A mi me parece injustísimo porque en este caso la versión americana es mucho más poderosa cinematográficamente, mientras que el déjame entrar USA es una amable y simpática curiosidad, con sus virtudes, pero que a penas puede corregirle nada a la sueca.
Desconocía el predicamento del Melford, que no he visto, en todo caso también me parece que se ha depreciado un poco el propio Browning a medida que se conocían otras pelis suyas, depreciación demasiado acelerada. Yo no sé si me aguantará bien, pero es una película entrañable, por infancia y porque Bela es el Drácula paradigmático, que no es poco mérito, (no entro en si es el mejor).
A mí no gusta nada el film de Fincher, que de repente parece que haya olvidado algo que hasta "Zodiac" más o menos conservó: saber filmar una escena, dejar incluso hablar a un actor sin atropellarlo con un efecto de música, montaje o luz.
ResponderEliminarCon él, también se ha despeñado Trent Reznor, que tiene la desfachatez de adornar los títulos de crédito con la más bochornosa versión del "Immigrant song" de Zeppelin que haya oído. Viendo el film, debería haber elegido la mucho más digna y ajustada a las imágenes de Tortelvis.
Comprendo lo que quieres decir, aunque cabe contestar con cierto humor para lo que aparenta el material de partida, que probablemente los actores no tuvieran nada interesante que decir y qué mejor que jugar con la música, el montaje o la luz.
ResponderEliminarYa, pero que yo sepa el objetivo es intentar alinear al público junto a un tipo nada simpático que masculla frases eastwoodianas y a una emopunk sin gracia, algo parecido a unos protagonistas.
ResponderEliminarEse envoltorio "distanciado" y "misterioso" es de lo más antiestético.
A Fincher alguien debería ponerle las películas de Lucas Belvaux para que caiga en la cuenta de que quitando, depurando, refinando, llegaría lo verdaderamente impresionante.
Han pasado algunos años, cuatro o cinco, pero recuerdo lo suficiente la película del sueco Tomas Alfredson y no precisamente porque su visionado me deparara una especial satisfacción.
ResponderEliminarMás allá de una deprimente descripción del cotidiano devenir invernal, gris y plomizo, en un desangelado suburbio de Estocolmo y de una inteligente utilización del “fuera de campo”, la cinta creo que no llegaba a alcanzar sus objetivos un tanto pretenciosos de contarnos en gélidas imágenes cómo el amor (con un toque de espíritu vengativo) nos puede sacar de la oscuridad y el hundimiento, liberándonos. Todo eso está muy bien, pero en su concepción visual hay un agobiante abuso de primeros planos y una poco adecuada mezcla de realismo desnudo y mitología vampírica.
En cuanto al facsímil americano (que acabo de ver en una cadena de televisión), se lo podían haber ahorrado. Pero, en fin, ya habéis explicado las "razones" de su filmación y eso ha quedado claro.
Un saludo.
Yo la he visto en la filmoteca de Madrid, en ese deprimente ciclo que hacen cada Agosto llamada "Si aún no la ha visto...", que consiste en que el programador de la filmoteca se pase por el videoclub y se traiga unas cuantas peliculitas, no novedades de 24 horas, de las de alquiler 48 horas. Que está bien para ver algunas cosas que no has visto, pero vaya, que de una filmoteca esperas una programación más concienzuda de ciclos más elaborados.
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