lunes, 19 de mayo de 2014

NOSFERATU (1922)

En una carrera un poco loca por descubrir nuevos títulos, sin medalla al final para más vergüenza, hay menos momentos de los que debería para revisar aprioris que uno va consolidando.

"Nosferatu" de Murnau la recordaba como un poco aletargada y achacosa, un poco, vaya, teniendo presente siempre, a veces demasiado, que la carrera de Murnau es un imparable y glorioso crescendo.

La restauración de 2006 le devuelve su estupendo, mágico y fluido ritmo. Y si la de Browning es la base de la mitomanía del vampiro, la de Murnau es un poema de las fuerzas de la naturaleza, cruzándose el amor y la muerte, la luz y la sombra, en un film que pareciera que no pudo tener seguidores realmente en lo que a dráculas se refiere, de tan arrebatado y majestuoso. Quizás no sea un gran dislate decir que Herzog es el que mejor conecta con Murnau, desde su romanticismo alemán propio e intransferible.

Sinceramente, la había visto varias veces, y vista ahora creo que no la había visto ninguna.




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