Durante "En presencia de un clown", una de las mejores películas de Ingmar Bergman, una proyección cinematográfica se convierte por arte de magia y por avatares de la vida y la técnica, en una representación teatral.
Los vasos comunicantes entre cine y teatro ya habían sido explorados por Bergman en esta película, que dista mucho de ser una simple puesta en escena de la ópera de Mozart.
Bergman acentúa el artificio teatral, con los rostros de los espectadores, con las referencias escénicas y con sus criaturas deliberadamente naïf, de inocente falsedad como la serpiente gigante del principio (con toda la apariencia de un dragón de fiesta mayor).
Hay al mismo tiempo conciencia de pertenecer a ese artificio y emoción ante ese cuento fantasioso de iniciación, dotado de una música sobrenatural.
Pero dentro de ese marco teatral Bergman se entrega a la imaginación y a una visualización llena de una vitalidad y creatividad cinematográfica absolutas. Más que para las antologías de la ópera filmada, la película podría pertenecer a lo mejor que ha dado el género de las aventuras y la irrealidad, hecho con una vehemente y apasionada creencia en la mirada infantil y en la tensión ancestral del espectador ante lo divertido y lo aterrador.
Y mientras tanto, qué estaría siendo de la vida sentimental de Bergman, en "Infiel" una caja de música que concita dolorosos recuerdos hace sonar esta ópera.
La ópera acaba con una conmovedora y fulgurante felicidad. Vida, dolor, teatro, cine, música, amor e imaginación confluyen con radiante misterio.
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