Estaba desatado. Los años 50 le llevaron a lo más alto, acababa de hacer "Vertigo" (qué pensaría leyendo Sight and Sound hoy) y fue a parar hasta MGM, donde no salió adelante "El naufragio del Mary Deare". Entonces surgió "Con la muerte en los talones" de su colaboración con el guionista Ernest Lehman, que la escribió con acertadísimo humor, elegancia y comprendiendo la lógica anti-verosmilistas del director.
A la séptima, octava o vaya usted a saber qué vez que la ves es cuando empiezas a pensar juguetonamente en los sinsentidos de la película, pero jamás son errores, todo lo contrario. Se equivocan quienes dedican minutos a explicar pormenorizadamente qué son los microfilms que llevan los espías en el interior de una escultura (creo que me ha costado siete u ocho veces fijarme en que la película tiene macguffin).
La fama se la llevó "Vertigo", porque tiene un plus insondable que se sumerge en la experiencia humana y artística de siglos anteriores y venideros, pero "North by northwest" está en el pelotón de logros máximos de Hitchcock y del cine.
En el ritmo en el montaje que tiene a lo largo de 136 minutos, que comienza muy rápido pero que sabe frenar y acelerar convenientemente sin agotar, (y que se puede permitir esa larga y sensual escena de amor en el tren que yo diría tantas veces amputada), y en la concepción de cada uno de los planos (que reluce especialmente tanto en pantalla de cine como en blu-ray, mis dos últimos visionados), fruto de un hombre que dibujaba personalmente todos y cada uno de los planos de su película.
En la película hay muchas lecciones de cine y hay para el espectador la apoteosis de la diversión, la emoción y la evasión en el cine, su materialización absoluta, aunque no la única, en el Arte más digno posible.
Mientras se estrenaba la película, Audrey Hepburn dejó plantado a Hitchcock para su siguiente proyecto "No bail for the judge", según cuenta Spoto, encontrándose Hitchcock la imagen de "Historia de una monja" en la cartelera de Nueva York, en San Sebastián, en Venecia, ganándole en reconocimiento allá por donde iba. En los Oscars no sólo preferían "Historia de una monja", ganó "Ben Hur", y la película de Hitch se quedó con tres nominaciones (una para el guionista, que compartió honores con el Truffaut de los 400 golpes y el Bergman de ""Fresas salvajes").
La película se construye sobre dobles identidades, la de los personajes de Cary Grant, de Eve Marie Saint, la de James Mason como Vandamm/Townsend, quizás la que ejerce Martin Landau "celoso" y ávido de violencia contra el personaje de la Saint, la de la falsa señora Townsend. Pero no es más que un artilugio de guión, no hay realmente un discurso que pretenda erigirse como tal más que multiplicar las vías para crear las emociones epidérmicas que buscaba Hitchcock, por mucho que se pudiesen hacer ricas inferencias con los problemas de Hitchcock consigo mismo. Esto, que algunas personas lo han considerado un menoscabo mío hacia el director no lo es en absoluto.
El tipo de talento que encarna esta obra pluscuamperfecta nunca ha sido aplaudido en su tiempo. Y cuando uno piensa con pereza "jo, ¿otra vez?", nunca se equivoca si hay otra vez.
Junto con 'Vértigo', mi favorita de Hitchcock, experto en el paradigma del falso culpable. Imagino que esa mezcla abrasiva entre absurdo y crueldad del tema sería de una irresistible fascinación para un hombre de atracciones tan sádicas y sarcásticas.
ResponderEliminarUn entretenimiento realizado con mucha, mucha clase.
Por cierto, siempre he visto mucho parecido ente ésta y 'El gran Lebowski', aunque no sé si los Coen han llegado a reconocerla como fuente la inspiración.
La obra cumbre de Hitchcock junto a "Vertigo", aún un paso por delante de las otras cinco que prefiero ("Psycho", "Topaz", "Marnie", "Notorious" y "The wrong man").
ResponderEliminarEs curioso pero siempre ha estado marcada esta película con el estigma de que es "un entretenimiento", apelativo que no tienen las grandes comedias y thrillers con los que comparte grandeza.
Nunca se dijo nada parecido de tantos Lubitsch o Lang a los que lleva, de la mano, inverosímilmente, a un nivel irrspirable de fluidez, inventiva y profundidad.
Haría falta precisar o leer entre líneas y saber qué demonios quieren o queremos decir a quienes hablan de "entretenimiento" con condescendencia y a quienes hablamos con admiración, digamos que "sospechosa". Es cierto que no considero que la película de Hitchcock sea tan profunda como muchas obras de Bergman, pero también soy sincero cuando me pregunto por qué tendría que considerar a la "profundidad" como un valor primordial en la obra artística, cuando abundan las obras profundas rematadamente horrorosas, como abundan los entretenimientos igualmente espantosos. Creo que la filosofía de Hitchcock se puede resumir en lo que le dijo a Lehman (cierto que puesto hasta arriba de Martinis) sobre su sueño de futuro con un público para el que no se hacen películas, sino al que se le ponen electrodos para provocarle las emociones, y creo que los elementos que pueden invitar a pensar en profundidad son un tanto coyunturales, medio casuales y mérito del guionista, pero en mi opinión no veo, de ser cierto, por qué se le tendría que restar un ápice de mérito.
ResponderEliminarNo me refería a tu texto, sergio sino a un soniquete muy repetido y muy antiguo.
ResponderEliminarY con profundidad quería decir plenitud, logro absoluto, llevar algo hasta sus últimas consecuencias, pero también encuentro emocionante y verdadera la historia de amor de C. Grant y E. M. Saint.
Bergman no tiene para mi gusto ninguna película tan buena como esta.
Fíjate que lo de Bergman podría suscribirlo fácilmente (o no, depende del día) pero no me escandaliza ni me sorprende. En general creo que no dudaría en situar a mi adorado Bergman por debajo de Hitchcock en el escalafón de directores. Sí me resulta más cercano y más profundo que el inglés considerando globalmente sus universos, pero eso no lo convierte en mejor. Quizás me lo resulta porque ya me he acostumbrado a percibir los códigos del mejor cine de Hollywood dentro de unas coordenadas de irrealidad en las que es fácil sentir emoción pero no verdad (porque se asimila la verdad con la necesidad de una cierta representación realista) y los códigos del cine europeo como algo más identificable con la propia vida. Quizás no vaya más allá de esa mirada viciada al respecto.
ResponderEliminarNunca sentí ni más cercano ni más realista el cine europeo (menos aún el español y todavía menos el aclimatado o ambientado en la zona donde vivo) que el americano. Un paisaje de Texas me puede resultar más verdadero que un documental sobre la plaza de la esquina y eso va a tener que ver con que por alli andaban Ford o Sturges y por aquí García Pelayo.
ResponderEliminarJeje, yo en cambio rápidamente crecí con una esquizofrenia cinéfila, como amar con lados del cerebro distintos a John Wayne en "The searchers" y a Erland Josephson y Liv Ullmann en "Scener ur ett äktenskap", que creo que descubrí más o menos al mismo tiempo.
ResponderEliminarmayo 06, 2013
¿No se hace todo eso con el mismo lado?
ResponderEliminarEl otro es para comer, abrocharte los pantalones y eso, según creo.
Si, claro, no ha sido una hipérbole científicamente rigurosa, en absoluto.
ResponderEliminarNo, pero está bien psicoanalizarse para no llegar a ninguna parte; sería terrible lo contrario.
ResponderEliminarEn mi lado bueno se mezclan Tygers of Pang Tang y Jean Vigo y hasta se llevan bien. Tampoco les queda más remedio.
Buen homenaje a una de las cumbres del cine, Sergio. Lo de la profundidad opuesta al entretenimiento siempre me ha hecho mucha gracia. Como si la primera tuviera que ser un plus, un revestimiento que el espectador culto capta, comprende y asimila para poder solazarse intelectualmente a costa de la banalidad de lo segundo. Parece que hay gente que no es consciente de la implícita trascendencia que emite una cámara y un micrófono, sin necesidad de discursos ni embellecimientos que no vengan a cuento. ¿No hay profundidad en una panorámica de Anthony Mann, o en un plano general de Tourneur? Pues yo recomendaría ver “Man of West” o “Way of Gaucho”. Y los planos, además de recoger discursos, recogen gestos. Yo creo en la gestualidad como portadora y desencadenante de infinitos significados. Muy bien lo sabían los geniales entretenedores Ford y Hitchcock. Ya lo dijo Jean-Luc, a ver quién supera el plano de Ethan levantado a Debbie al final de “The Searchers”. Y también lo dijo, en un extra, Barbara Bel Geddes cuando Hitchcock la rueda en primer plano con ESA mirada de abajo a arriba, mientras dibuja y escucha a Scottie hablar, de pasada y como distraído, de la relación que tuvieron. En ese picado, en ese movimiento de ojos que Hitchcock ordenó a su actriz, hay todo un flashback, toda una historia.
ResponderEliminarYo estoy de acuerdo, y creo que el cine ha llegado a cotas de expresividad gigantescas, en las que ciertamente y valga la redundancia estúpida se "expresa" muchísimo con un sólo plano.
ResponderEliminarCreo que cuando se les nubla la cabeza con la "profundidad" efectivamente se están refiriendo a discurso literario. Y ahí sí que tengo que reconocer, que sin considerar al cine mudo ni lejos "capado" o "incompleto" (para nada), sí que experimento otro tipo de disfrute con la etapa sonora de Dreyer (que me conmueve más que la muda) o con la escritura de Bergman (al que mi oído, o mi lectura de subtítulos echa tanto de menos hoy). De ahí a considerarlos más profundos o mejores media un abismo, pero ofrecen algo distinto, vinculado al placer, al gozo literario de la palabra. Que a eso los más irreflexivos lo llamen profundidad sí que es mucho más que cuestionable y en absoluto compartible.
Hola Sergio,soy Inma,como verás apenas llevo unos días con,"No digas que fue un sueño".He estado leyendo tu blog,y me parece muy interesante,así que lo he agregado a mi lista, espero que no te importe,te seguiré leyendo con atención, gracias y saludos!!
ResponderEliminarGracias a ti, Inma, me pasó tu enlace Roy Bean y también lo puse hace unos días.Saludos
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