Que Proust requiebra lo imaginable en la primera parte, que te lleva a las alturas y que cuando baja la bajada resulta que es Venecia.
Los penúltimos platos, se comprueba en las buenas series, tienen algo muy especial que ni si quiera el capítulo final tiene. Pero tras esta hermosa e irrepetible travesía de dos años, a razón de libro cada tres meses, a partir del 21 de agosto, con lágrimas en los ojos abriré las páginas de "El tiempo recobrado".
A raíz del tema de la literatura moderna, que vale también para el cine, qué maravilla que existan Tolstoi y Dickens, que quizás no han sido jamás superados, pero qué peñazo si en siglos venideros todo hubiese sido Tolstoi y Dickens. He estado leyendo "Dublineses", el libro entero, un primer contacto, una primera fuente de misterio y búsqueda. Con sus paseos, sus bebidas, sus comidas, su música...
No sólo "Los muertos", que ya había leído, aunque vaya reencuentro con "Los muertos". Uno imagina que la trémula emoción está emparentada con la versión de Huston, pero es que el texto me sigue pareciendo absolutamente sobrecogedor, de las cosas más increíblemente bonitas que se han escrito nunca, esta mañana no sabía dónde "esconderme" para no montar un escándalo durante el desayuno desde el momento en que ha sonado por primera vez en la narración "The lass of Aughrim".
Y después otras dos obras de Joyce caerán. Después ya habrá más tiempo para Tolstoi, Dickens, y la bendita y variopinta retaguardia de la más depurada y excelsa literatura clásica. (Bueno, en breve también les cuento las últimas de Ellroy y Houellebecq, vamos a intentar poner de todo, de todo, de todo.)
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