martes, 9 de junio de 2015

SUMISIÓN

Me ha parecido excelente la última novela de Michel Houellebecq, que destaca tanto por lo que es como por lo que no es.

En ese sentido me recuerda a "Lolita" por las suposiciones gratuitas que se hacen sobre ella. Es curioso como los medios de la derecha la han tratado en su salida a la venta como una advertencia, un espantajo sobre los peligros del islamismo o del "apaciguamiento" europeo frente al islamismo (la novela trata de una ficticia llegada al poder de los islamistas en la Francia del año 2022).

Como comprenderán, un español acostumbrado a leer las demandas ya no neoliberales sino medievalistas de la patronal o el arzobispado, poco o escaso miedo le tiene al islamismo, pero es que además el islamismo que describe el escritor es casi una dulcificación con un alcance represivo existente pero limitado, escasamente truculento, más bien nulo o alejado de la imagen mental que se hace el actual europeo medio, más relacionada con Estado islámico o la aplicación salafista de la sharia. Las mujeres tienen prohibido trabajar, cosa que uno no aprueba desde lo que Houellebecq te hace descubrir que es humanismo y no ateísmo, pero es que esta represión no es islamista de per se, sino que uno sospecha que patronal y arzobispado probablemente podrían compartirla perfectamente.

Desde la izquierda en cambio se le ha acusado de azuzar la islamofobia, y tampoco lo veo, pues vende el islamismo como un refugio tan coherente como acogedor, casi ideal y deseable

Pero eso sucede así porque el verdadero tema de "Sumisión" no es el islamismo en sí, de hecho el escritor califica este escenario político de "poco probable", sino la búsqueda de alternativas vitales en un escenario individualista post-capitalista emocionalmente agotado y herido.

Por eso la novela se refiere a la sumisión de la mujer al hombre y del hombre a Dios, de un retorno a la religión para suplir ese vacío. Ése parece el tema primordial de la obra, que en todo caso es una portentosa narración y no un artículo de opinión o la producción de un tertuliano embravecido. Y claro, siempre tomamos lo primero por lo segundo.



7 comentarios:

  1. Confieso que no he leído el libro, pero se me ocurre que, islamistas aparte, ¿no estará en el fondo de acuerdo también el propio Houellebecq con patronal y arzobispado sobre las mujeres?

    Un saludo

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  2. Muy probablemente sí, sería mi respuesta. Pero no en el sentido de proponer él ese proyecto político, porque una novela no es exactamente la propuesta de un proyecto político, lo que no quiere decir que sea neutral. Él estaría de acuerdo o lo podría entender desde la posición de quien imagina hacia qué vías se dirigiría el ser humano autosatisfecho y emocionalmente inestable de nuestro tiempo. La novela me gusta porque sabe contar eso haciéndolo caer por su propia lógica, describiendo qué mecanismo hace llegar hasta ahí. Y la descripción resulta de una lógica prácticamente inapelable. ¿Tenemos soluciones para evitarlo o queremos evitarlo?, eso es cosa de todos. ¿Hace apología de ello?, creo francamente no. ¿Lo critica o debería criticarlo?. Es una cuestión peliaguda. Yo me reconozco incapaz de renunciar ideológicamente a mi humanismo y a mis posiciones políticas relacionadas con él, pero me parecería fraudulenta una novela únicamente dedicada a exaltar y defender esas posiciones humanistas, entre otras cosas porque funcionaría como una vulgar advertencia contra el islamismo y porque funcionaría con la lógica de un artículo de opinión político. Igualmente me aburriría un panfleto islamista, y eso que está más cerca del panfleto que de la islamofobia, si es que realmente puede medirse así. La literatura puede, debe o debería abordar las cuestiones que elija con mayor complejidad y libertad. Creo por ejemplo en las bondades y los ideales del bando republicano de la guerra civil y ciertas novelas españolas contemporáneas me aburren un poco aún así, mientras que "Sumisión" me parece absolutamente apasionante.

    Un saludo y perdón por el rollo, pero es que no es nada, pero que nada fácil de contar.

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  3. Como yo tampoco he leído la novela, me guío por los comentarios recibidos de lectores españoles y entrevistas al propio H ( digo españoles porque cuando la novela salió en Francia, como bien cuentas, nadie pareció leerla y todas las reacciones parecían determinadas por la posición ideológica del comentarista y la imagen pública del escritor) solo voy a comentar que hace unos meses, antes de conocer la existencia de la novela, me vi comentándole a un compañero de trabajo (que además es sacerdote) que a (muy) largo plazo veía al Islam como religión hegemónica en Europa, lo que no necesariamente era negativo, y en cualquier caso ni yo ni mis hijos lo vamos a ver, y el mundo da muchas vueltas...
    No estoy de acuerdo con la idea de que la patronal aprobara el retiro femenino a los hogares: al fin y al cabo, aunque nos duela recordarlo, la mujer no se incorpora masivamente al ámbito laboral como fruto de una lucha por la independencia y la realización personal, sino por las necesidades del capitalismo de mano de obra barata; lo mismo ocurre con niños e inmigrantes (otra cosa es el arzobispado, que supongo suspirará por el retorno a estructuras conservadoras que el viento se llevó para siempre).

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  4. Suena coherente, aunque a la patronal la oyes hablar y hasta que llegas a creerte que les molesta el alto índice de paro. Por eso dicen en la novela que el drástico descenso del desempleo deja a la izquierda sin argumentos. Y ya no cuento nada más por si a alguien le apetece. Para mí lo fundamental es que no es un artículo de opinión y como leemos en la última década muchos más artículos de (nuestra) opinión que obras literarias, es interesante pensar cómo condiciona eso a nuestra recepción de las novelas, que no son neutrales, imparciales, dicen algo pero no son artículos. Por eso ponía el ejemplo de Nabokov, qué bien contada está esa pasión por la nínfula (a mi modo de ver, vaya), pero ¿debería ser crítico?, sería ridículo, la verdad. Ni pizca de islamofobia veo yo aquí. Muy traído por nuestra manera de leer en internet.

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  5. Para acabar de precisar: que tengo la sensación que las buenas novelas te dan mayor espacio para llegar a tus propias conclusiones, que los artículos de opinión te dejan los caminos mucho más cerrados, y que la excesiva lectura de los segundos ha minado el pensamiento crítico. En la literatura juzgas y condenas de manera adulta y responsable lo que crees oportuno y en la opinofilia que nos corroe a todos está marcado en fosforito qué debes juzgar y condenar. ¡Ea!

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  6. Pero leyendo Lolita queda muy claro que Nabokov siente por Humbert Humbert el mismo aprecio que por el más vulgar de los escarabajos -y no por ello deja de hacer una novela moderna, en la que el autor, siguiendo la tradición de Flaubert, James, Madox Ford o Svevo, no juzga explícitamente a los personajes, sino que deja al lector esa tarea a partir de la narración de sus actos. En todo caso, estamos de acuerdo en que una cosa son las opiniones personales del autor, y otra lo que escribe; pero confieso que el ego del Houellebecq personaje mata mi curiosidad por su obra.

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  7. Justamente eso, que no hace falta escribir proclamas. Eso que cuentas pasa con muchos egos, y más que justo ni injusto es casi inevitable. Me recuerda un poco pasándonos al cine a las antipatías que despierta en ocasiones Almodóvar, sobre todo en la derecha, pero no siempre.

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