jueves, 10 de septiembre de 2015

TABÚ

TABÚ

(2 de septiembre de 2002)

es.rec.cine

Enfrentarse a estas alturas del partido a una película de Murnau
significa lidiar con unas expectativas elevadísimas. El visionado
corre el peligro de ser una simplona confirmación de las mismas, sin
que nada crítico , provechoso o verdaderamente estimulante saquemos de
él. Por mucho que intentemos poner ojitos puros, ser rigurosos o
exigentes: destotemificar a San Murnau en definitiva, todos
arrastramos una experiencia, un expediente y llegamos la película con
muchos recuerdos y antecedentes que condicionan, para mal, y también
para bien, nuestras nuevas impresiones.
Posibilidad a) podemos ser condescendientes y compasivos con una obra
menos lograda que de costumbre, siendo perfectamente conscientes de
ello y reconociéndolo, ensalzando desmedidamente sus virtudes y
barriendo piadosamente sus defectos bajo la alfombra, amor de madre,
lo llaman. Posibilidad b) el cinéfilo más lúcido y de corazón frío,
entre los que no me cuento, sabrá atinar con certera puntería, dando
en el blanco de todas las equivocaciones y resbalones de la obra en
cuestión. Posibilidad c) podemos vernos desbordados por un nuevo logro
de nuestro idolatrado director, totalmente embargados, fascinados y
subyugados por su sentido de la poesía, por su emoción, emoción de la
buena, la que parece nacer de las expresiones humanas más sencillas y
más reveladoras, de las imperceptibles si no se hace el esfuerzo de
"mirar" (y en no pocos momentos Tabú me lleva a John Ford). Podemos
vernos desbordados por su inmaculada fuerza narrativa, por la
intensidad y la profundidad de la historia, por cómo una obra que
recuerda a otras parece a la vez tan poderosamente nueva, y puedo
certificar honradamente que la posibilidad c) es la que sugiere este
increible y genial poema de amor y muerte llamado "Tabú".
Tabú cuenta la historia de amor en una isla de los Mares del Sur de
dos inocentes jovenzuelos nativos, él Mathi y ella Reri, que ven
amenazada su felicidad cuando ella es declarada tabú, algo así como
Virgen de la tribu, que no puede ser deseada ni tocada por ningún
hombre. Entonces deciden huir para preservar su felicidad.
Tampoco es despreciable cuestión seguir en esta película las huellas
de Robert Flaherty, aunque sea Murnau el que la firme, discrepante
Flaherty ante el romanticismo del alemán, cuando el ilustre director
de "Hombres de Aran" estaba más interesado por el tono documental y
antropológico que pudiese extraerse de la historia.Se da la
circunstancia que ya le había pasado algo parecido en "With
Shadows in the South Seas", donde W.S Van Dyke se empeñaba en usar
actores con el resultado de abandono del proyecto por parte del
entusiasta documentalista.
Hay numerosas escenas a lo largo de toda la película muy a lo
Flaherty, las que retratan las costumbres de la tribu, sus
celebraciones (las ofrendas florales –fabuloso cómo filma a ras de
suelo!-, el bullicio con que se prepara el nombramiento de Reri),y el
trabajo(esas escenas de pesca que abren la película, abrirán después
"Hombres de Aran").
Pero sin despreciar todo lo que de Flaherty, de hecho o de espíritu,
haya en esta película, lo que se lleva la función desde el principio
es el talento de uno de los grandes poetas que ha dado el cine.
Sabemos que esos momentos son suyos, porque ya los hemos visto
parecidos y porque seguramente al mismo Flaherty no le interesaba
enfocarlos de esa manera.
Desde el principio nos asombra cómo nos están contado una película
muda tan bella y tan profunda sin intertítulos (aunque haya una trampa
epistolar), el titánico esfuerzo de la colosal "El último", sólo a
medias estropeado entonces por un absurdo añadido final de la censura.
Unos jóvenes pescan, juegan, se divierten, coquetean, lo que acaba
dando lugar a una riña entre enamorados culminada con una
reconciliación. Estamos en el territorio de "Amanecer", porque aunque
Murnau ni jarto de absenta pueda resolver la escena con el nivel de
inspiración de aquella ocasión, nos ofrece esa reconciliación con un
nivel de exquisitez formidable, con una delicadeza antológica,
construyendo la escena a base de gestos muy suaves por parte de los
protagonistas, haciendo crecer esos pasmantes e invisibles secretos
del cine mudo que Truffaut lamentaba iban a perderse con las muertes
de Ford, Hawks y Hitchcock, los últimos herederos de los mismos.
Mientras la tercera en discordia de la riña cura su ojo morado, ya
tenemos magníficamente presentada a la pareja protagonista. Un barco
se aproxima a la isla y ese va a ser el inicio del fin de su
felicidad.
Hitu llega en él, el anciano emisario encargado de cumplir el encargo,
se ha escogido a Reri como tabú de su tribu, ningún hombre podrá
desearla o tocarla. Entonces vemos los primeros intertítulos, el
mensaje que lee Hitu anunciando la tragedia (alegría para casi todos),
y así será durante el resto de la película, todas las aclaraciones
serán cartas o notas que escriban los protagonistas, algo que quizás
sea un poco excesivo. Quizás Murnau debería haber permitido que los
personajes se expresen mediante el diálogo, ya que aunque la película
sea muda, por anti-natural que sea un intertítulo, será preferible a
mostrar a sus personajes como amantes obsesos del género epistolar.
Todos miran a Reri con admiración y una fiesta se prepara, pero como
rápidamente entendemos, ella es la única que no está contenta, y se va
a remarcar cuando Mathi llegue tarde al barco, viniendo en principio
con unos ganas de seguir sus juegos que rapidamente van a ser
coartadas cuando se entere de la realidad que les espera, cruzando con
su amada unas miradas de un dolor y tristeza escalofriantes
Después, ya no hay descanso:hay una fiesta, un rapto, la llegada a una
nueva isla, purezas corrompidas por costumbres occidentales (mostradas
con mil veces menos sentimentalismo barato y estúpido sentido de culpa
que en productos tan discutibles como "Baraka"). Hay una persecución,
ese Hitu que da mucho miedo. Hay más jovialidad y fiestas que
transmiten maravillosamente bien el electrizante gozo de los
enamorados por estar juntos, rastros numerosos de "Amanecer"(hasta
algunos compases de la música): volvemos a ver otra vez en esta
película  cómo la felicidad  ha vuelto a ser recobrada pero corre el
peligro de truncarse de nuevo de un momento a otro, terror que vemos
con una crudeza amenazante y fantasmagórica, como es difícil verlo en
ninguna otra película (esa "aparición" de Hitu).
Pero si cogemos "Amanecer" y "Tabú" podemos llegar a una penosa
conclusión existencial, las inclemencias de la naturaleza (una
tormenta) son mucho menos peligrosas y perturbadoras que las
inclemencias humanas (la tradición cerril, el fanatismo ciego).
Y para rematar la historia, un hermoso sacrificio, la asunción lúcida
y dolorosa por parte de ella del fin de esa felicidad y la conciencia
de ese amor como algo perdurable más allá de la distancia y el tiempo.
Hay de todo, si es que difícilmente se puede pedir más...
Sólo un pequeño detalle del azar podría haber salvado a los
protagonistas de "Tabú", ese desencuentro entre Mathi y Reri cuando
ella se topa con Hitu y él se marcha a buscar las perlas que los
salven de la penosa situación económica por las numerosas deudas
contraídas, pero desde el principio la superstición, la incomprensión
y los prejuicios marcan de forma fatalista su relación.
El final justifica ya por sí sólo una película entera, un mar ahoga
las esperanzas, los sentimientos y la vida de un enamorado. La imagen
no podría ser más plástica y significativa.
Escondido estaba yo desde el lejano estreno en 1931 de esta
obra maestra absoluta absoluta del cine que acabo de descubrir,
estreno al que el propio Murnau no llegó, lamentable muerte que nos ha
privado de un futurible ramillete de obras geniales. La sóla visión de
este sensible y sublime poema, traido desde otra dimensión
cinematográfica,  es suficiente prueba de ello.

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