Hoy hay que saltarse el guión otra vez y no dejar "Julieta" para más tarde. Puede que en una semana con Guerin y Almodóvar se haya ventilado uno lo más inconmensurable del cine español de 2016.
Guerin tiene una escasa pero fiel legión de admiradores, a duras penas un sólo detractor. Almodóvar genera unas tirrias desatadas que uno descubre que son puramente artísticas en un porcentaje más reducido de lo que se podría imaginar. Lo de este hombre tiene muy mala o imposible solución, aunque algunos pensemos que de mayores podremos decir que estuvimos en sus estrenos y que estamos hablando ya de un clásico del cine y de un mito futuro, cuando no presente.
Hace tres años los amantes del cine de Pedro Almodóvar asistimos a las salas con una mezcla de cabreo e incredulidad a ver "Los amantes pasajeros". Los más cansinos sonsonetes "me gustaba más cuando hacía comedia", o las añoranzas del Almodóvar "fresco" y "espontáneo" habían hecho trágica mella en él. De hecho Almodóvar introdujo el melodrama ya en su tercera película, y aunque siempre acompañado de humor en mayor o menor medida es un género el melodramático que apenas ha abandonado y donde ha dado sus mejores resultados. Resultado de escuchar a los demás: una comedia lamentable, de ritmo desmayado, sin gracia de ningún tipo, donde a pesar de todo eso aún existía alguna composición visual que le daba mil vueltas a la producción anual de todo el país.
Los peores temores se han disipado viendo "Julieta". No sólo ha vuelto al melodrama sin dudas, no se ha acogido a ninguna fórmula, camino seguro o manera de volver con red. Ha arriesgado.
"Julieta" es un melodrama despojado de humor almodovariano, gags, referencias o desvíos en el camino. Ciertas irregularidades o disonancias entre director y guionista (que pueden verse de forma peyorativa o positiva) se han visto aquí increíblemente limadas y pulidas. Director y guionista se han dado la mano como no lo hacían en muchísimo tiempo, como quizás no lo habían hecho nunca
"Julieta" es un melodrama inagotable y estimulante, en escasísimo tiempo pasan un montón de cosas y cada escena está pensada, reflexionada y puesta en escena con una madurez, una serenidad, sin titubeos y con una inquietud y una voluntad de búsqueda de primera magnitud. No se cansa uno de ella en ningún momento.
Aún contenida sólo puede entenderse, eso sí, desde los códigos del melodrama, más cercanos al film fantástico que al realismo. Por brillante que resulta Emma Suárez, por discreta que resulte Adriana Ugarte, ambas están completamente subordinadas a los planos de un director en magnífica combustión y estado de gracia, de un montaje que fluye con chispeante energía y de un guionista que habla sobre la culpa y la soledad, inspirado por su propio ánimo y por los relatos de Alice Munro. Almodóvar siempre buscando en el arte y en la vida.
Pedro ha vuelto, lo hemos recuperado, vuelve a ser nuestro. Dan ganas de revisar lo anterior y de esperar lo próximo, que todo el Pedro que quede arriesgue, se equivoque lo que sea necesario, pero que siga su propia intuición, su propio camino, que sea él y no lo que dicen de él.
Joyas como ésta bien merecen ese deseo. "Julieta" son sus años 60, como la "Gertrud" o "Eldorado" de Almodóvar.
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