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martes, 27 de agosto de 2019

LA CARCOMA




La carcoma (Ingmar Bergman, 1971)


No tener tiempo para todo y tener la certeza que no se tendrá nunca. No ser rentista para haber acabado hace tiempo ya varias filmografías de relumbrón. Tener sueño, cansancio, hambre, ser mortal (y a veces rosa) tiene enormes ventajas que nunca calibramos lo suficiente.
Todavía hay tiempo para cruzarse contra este misil nuclear de película, entre vanas actualidades y citas absurdas de obligado cumplimiento. Todavía hay tiempo de descubrir que no se conoce una de las obras maestras de este genio del cine del que en este 2018 se ha conmemorado el centenario de su nacimiento.
Rodada al final de su periodo más prestigioso, el que va desde Persona a Pasión. Antesala de un Bergman  más popular y universal, y hoy cada vez más cuestionado, el de Gritos y susurrosLa carcoma se encuentra en tierra de nadie considerada sin remisión una de sus obras menores por su falta de complejidad, la previsibilidad y los tópicos de su guion.
Verdades casi irrefutables atendiendo a su desarrollo argumental tal como lo narraríamos en una hoja en blanco. E irrefutables atendiendo a que se haya visto una copia, como la de La2 en el mítico ciclo de 1993, que palidece trágicamente al lado de la restauración del Swedish Film Institute (además con las partes en sueco, habiéndose visto siempre completa en inglés), puesta en circulación por el BFI en una magnífica edición dual en blu-ray y dvd.
No se trata de fiscalizar ni de juzgar cómo ha visto cada uno las miles de películas que hemos visto de mil maneras diferentes, pero desde que Bibi Andersson entra en el hospital con su abrigo rojo, bajo la luz primaveral y lluviosa del fotógrafo Sven Nykvist, sabemos que estamos ante una obra en el que el cómo va a importar más que el qué.
Rápidamente nos damos cuenta de que Bibi Andersson juega un papel decisivo en esto. La hemos admirado muchísimas veces pero ahora mismo no recuerdo una película de Bergman en la que tenga un protagonismo absoluto como actriz. Los años 70 supusieron los de una enorme popularidad para la actriz Liv Ullmann por películas como Secretos de un matrimonio o Sonata de otoño, donde mostraba de forma conmovedora su fragilidad.
Rápidamente entendemos que ésta no era película para Liv. El film se abre con la muerte de la madre de la protagonista, Karin, y Bibi Andersson en a duras penas secuencia y media da un recital transitando por una gama de emociones entre la contención y el derrumbe.
Sabíamos que era una excelente actriz pero La carcoma va a demostrar hasta qué punto.
Como la película es una coproducción con una compañía estadounidense en la vida de la burguesa pareja que forman Bibi y Max Von Sydow aparece nada más y nada menos que Elliott Gould procedente de MASH.  Un cuerpo extraño en el cine del maestro, que podría sentirse como desubicado e inconveniente pero también entendemos rápidamente que no era un papel para pongamos por un caso Erland Josephson.
David Kovac, el arqueólogo que entra como un huracán en la vida de Karin, es un ser irrascible, primario, infantil, inmaduro y desnortado. Un personaje por el cual es difícil sentir simpatía y Gould se hace cargo de él de forma excelsa, asumiéndolo con toda su simpleza y su repelencia. Yo no sé si algún actor sueco de la troupe de Ingmar podría haberlo hecho.
De hecho la historia de La carcoma me recuerda poderosamente a la de una de mis películas más queridas del universo del sueco, el guion de Infiel  que en el año 2000 dirigió Liv Ullmann. 
Tanto la Karin que interpreta Bibi Andersson como la Marianne a la que en el 2000 daría vida Lena Endre so sumergen en un confuso vendaval de emociones ante un personaje disruptivo y disonante, que el espectador sabe desde el primer momento que no está capacitado para saciar las ansias de libertad que tienen ambas.
Bibi Andersson muestra ese vendaval desde el desconcierto inicial, las dudas, la inestabilidad emocional mezclada con el deseo y finalmente algo que tiene mucha relación o con el amor o con la redención de su vida gris aparentemente segura.
Y conmueve de veras,   se sumerge uno también en ese vendaval, se entiende el cómo y el por qué las decisiones y los sentimientos no vienen ordenados con un certificado de corrección o aceptabilidad. “Ella odia toda forma de decisión”, dirá su marido interpretado por Max Von Sydow.
Esa barquita mecida por el oleaje que son los sentimientos de Karin empieza por el deseo, busca una salida a sus rituales burgueses pero como luego veremos en Secretos de un matrimonio intuye que tras la aventuras hay “más de lo mismo”. La visión de Bergman de la pareja es más que desoladora pero como apunté en otro artículo, en toda obra de Bergman hay una rendija de luz (que no de optimismo) y aquí compone el mejor personaje femenino de su carrera por la capacidad de combinar desencanto y libre albedrío.
Ya apunta el personaje de Elliott Gould que el insecto que devora la talla es tan hermosa como la propia talla, la crisis pone en marcha nuestra capacidad de reinventarnos, aunque sea devorándonos. (Sería horrible que sonara fácil o sonara a autoayuda, porque no se trata de eso sino de la lucidez devoradora que acompaña al mejor cine del maestro).
Y todo eso no es en los diálogos donde más brilla sino bajo la luz maravillosa de Nykvist y el trabajo con los espacios, la casa amplia del matrimonio Von Sydow-Andersson y el pisito lúgubre de Gould. Brilla bajo las demoledoras rutinas (el momento pijama que volvería a verse en Secretos de un matrimonio) y brilla bajo el temblor de la aventura donde las emociones cambien de un momento a otro (el juego que dan esas terroríficas escaleras en escenas como en la que Bibi Andersson baja llorando antes de encontrarse con la vecina).
Y brilla de manera insólita gracias a un tema musical de Jan Johansson, que es sin duda el más hermoso de toda la filmografía del maestro, digna de las mejores composiciones de Georges Delerue o Michel Legrand, y que acerca a la película al cine de amor de un Truffaut.
Habiéndola visto en inglés a palo seco, sin tener un gran dominio auditivo de esa lengua (uno se procura muletas para los pasajes que entiende menos), es una película deslumbrante, una de sus mejores obras, tanto por lo que dicen por sobre todo cómo lo dicen, fundamentalmente dónde lo dicen, lo que no dicen y su mirada y el contraplano de la nuestra sabe expresar y por cómo articula un discurso sobre las relaciones personales, tan coherente con el resto de su filmografía como profundamente vibrante y emocionante por si misma.
Ficha técnica

Título: The touch. Año: 1971. Duración: 113 min. País: Estados Unidos. Dirección: Ingmar Bergman. Guion: Ingmar Bergman. Reparto:Bibi Andersson, Elliott Gould, Max von Sydow, Elsa Ebbesen, Sheila Reid, Staffan Hallerstam Productora: ABC Pictures/Cinematograph ABC

domingo, 25 de agosto de 2019

DETROIT






Detroit (Kathryn Bigelow, 2017)


Kathryn, la cámara walkiria

A estas alturas del año, usted, usted y usted estarán hasta las narices de listas y recopilatorios del año en cine, música y literatura que a nadie le importan pero a las que todos nos entregamos. Además, se diga lo que se diga, las listas sirven de bien poco porque sus resultados finales arrojan los mismos títulos aquí y allá que además ya adivinábamos hace seis meses.
La alternativa es pasar de las listas generales y buscar en las listas particulares cosas que a uno se le hayan podido olvidar o razonamientos sugestivos respecto a lo que uno no estaba demasiado inclinado a ver.
Yo sabía perfectamente qué película era pero Detroit  se me había ido por el sumidero del torrente de estímulos que nos asaetan día sí y día también. Tampoco había protagonizado el grueso de la listas, aunque para mi sorpresa algunas personas de ésas que siempre despiertan tu interés respecto a lo que comentan la habían destacado en lo más granado del año.
Y eso que Kathryn Bigelow no era en absoluto una desconocida pero a finales de verano vimos un tráiler tan poco prometedor que precipitó al limbo el incipiente estreno.
En tierra hostil  y  La noche más oscura  la han lanzado, junto a Clint Eastwood, como los que quizás son los dos grandes cronistas de la violencia física y moral de un país como los Estados Unidos.
Antes de ello, Nanni Moretti nos había tenido inconscientemente alejados del cine de la Bigelow con las divertidas prevenciones lanzadas desde Aprile, una de sus piezas más divertidas. Otros, en silencio, ya advertían su soberbia narrativa.
Ambas películas junto a esa espectacular y tensa firmeza narrativa que te dejaba con los ojos abiertos como platos, despertaban no pocas dudas, junto a planos que sugerían el sinsentido de la violencia militar, otros la exhibían con una impudicia que lindaba con lo obsceno. No era fácil abstraerse de qué hacían en la realidad esos artificieros en Iraq ni sobre todo de cómo iba vestida Jessica Chastain para la tortura o el videojuego infame en el que se convierte la operación militar que da caza letal a Bin Laden.
Pero eso no es malo, uno da por hecho que el enfoque crítico de Bigelow es inapelable pero al mismo tiempo Clint y ella no son cineastas de blancos o negros y por eso creo que tienen más posibilidades de perdurar en la historia del cine americano que Michael Moore, que no me ofrece dudas y estoy completamente de acuerdo con él siempre.

Una noche en el motel Algiers

Detroit cuenta como bloque central de sus dos horas y veinte de duración el incidente que acabó con la muerte de tres chicos negros en el Motel Algiers de la ciudad, a manos de la policía, la noche del 25 de julio de 1967.
Previamente un prólogo nos ha contado el creciente fracaso social de las migraciones interiores de la población negra hacia zonas industrializadas, consumándose a pesar de los supuestos cambios una desigualdad racial perpetua ejecutada por patrullas de policías, muchos de ellos agresivos.
Antes de llegar al bloque central del incidente del Algiers, Bigelow te situa en los disturbios de una Detroit cuya población negra se rebela contra una desproporcionada intervención policial en la fiesta que celebra el regreso a casa de un veterano de Vietnam: “En Vietnam nunca me llamaron negrata”, reza un cartel de la fiesta.
Las cartas están muy claras y boca arriba desde el principio. Kathryn Bigelow ha hecho una película maniquea. Los negros son buenos y los blancos malísimos, bueno, no todos (hay lucha interna contra la corrupción, personajes que desaprueban lo que sucede…) pero básicamente es una película maniquea. No veo el problema, también lo son (afortunadamente) las películas sobre el Holocausto. Bigelow se revela como una excelente cineasta política. No va a reflexionar sobre los vidrios rotos por los negros, lo que pone sobre el tapete es una determinada estructura social racista de represión y paranoia, que como en el caso del cine de Eastwood es la que desata la tragedia.
Detroit no es una película sobre el Algiers sino sobre el racismo estructural de un país.
El bloque final narra el juicio a los policías. En algún momento tu lado más racionalista duda sobre si es correcto filmar una película dando por válida una versión de la Historia que los tribunales no han refrendado, por muy racistas que fueran o pudieran ser esos tribunales, cosa que no sabemos si ése en concreto lo fue, al final tienen que colocar un cartel aclaratorio para hacernos saber que ésa no es la versión validada por la Justicia.
No caeremos en el tópico de hablar de cine necesario pero sí creo que se trata de una película que se moja y habla alto y claro asumiendo riesgos, como el de fracasar en taquilla y ser olvidada en los principales premios. No sabemos si habla de más o habla de menos o haciendo esos juegos malabares con la palabra tan gratos a cierta crítica una blanca rica no debería hablar de racismo. Yo creo que de racismo puede hablar quien quiera y Kathryn Bigelow, con los ropajes de la tensión, con los ropajes de género que conoce, como han hecho tantos grandes, habla de forma excelente de un tema que no ha perdido candente actualidad.
Ficha técnica
Título original: Detroit Año: 2017 País: Estados Unidos Duración: 143 minutos Director: Kathryn Bigelow. Reparto: John Boyega, Jack Reynor, Hannah Murray, Anthony Mackie, Will Poulter, Jacob Latimore, Jason Mitchell, Kaitlyn Dever, John Krasinski, Darren Goldstein, Jeremy Strong Guión: Mark Boal Producción: Kathryn Bigelow, Mark Boal, Matthew Budman, Megan Ellison y Colin Wilson Música: James Newton Howard Fotografía: Barry Ackroyd Montaje: William Goldenberg y Harry Yoon Diseño de producción: Jeremy Hindle Vestuario: Francine Jamison-Tanchuck Productoras: Annapurna Pictures, First Light Production y Metro-Goldwyn-Mayer Distribución en España: eOne Films Spain

lunes, 5 de agosto de 2019

MÚLTIPLE




Múltiple (M. Night Shyamalan, 2017)


Ya nos conocíamos…

Un enorme recuerdo que sigo teniendo es la noche de sábado que fui a ver la por entonces película de moda, El sexto sentido, donde una sorpresa final del guión tenía encandilado al personal. Sin ella, algunos insistían, la película era  un tanto aburrida y sin interés. El caso es que yo me quedé absolutamente fascinado con esa gramática insólita en el cine fantástico. Esas imágenes en suspensión, ese tiempo detenido, ese terror nacido del tratamiento del espacio, esa invención de un aire que no se parece a nada que pudiéramos recordar.
Night Shyamalan, de origen indio, no había cumplido los 30 años y ya se convertía en una de las más grandes revelaciones/promesas del género en particular y del cine de Hollywood en general, tan huérfano de talentos.
Su carrera fue fácil de seguir, El protegido fue esperada con delirio y decepcionó. A mi su retórica sobre héroes y villanos del cómic no me interesó nada pero su puesta en escena siguió siendo deslumbrante (por no hablar de sus esplendorosas escenas de crisis matrimonial), y así fueron llegando Señales (donde se impone para mal el Shyamalan guionista), El bosqueLa joven del agua(su película más vilipendiada) y  El incidente.
Shyamalan, que ya había sido tentado con Indiana Jones y Harry Potter se aleja del terror o se toma un descanso de si mismo con The last airbender  y After earth, que por pereza desconozco, para volver con La visita, un nuevo paso adelante en su exploración del género, siempre alrededor de personajes heridos, y que nos dejaba preparados para un nuevo paso maestro que sin lugar a dudas ha llegado.

La conexión Hitch

No se trata de asimilarlos ni de encumbrar al segundo gratuitamente a la altura del primero. Pero si se trata de reconocer un rastro muy escasamente o muy mal seguido.
No hay nada más recomendable para un cinéfilo joven que la lectura del famoso libro-entrevista de Truffaut El cine según Hitchcock. Es emocionante si entiende que es una determinada visión del cine, muy estimulante y muy apasionante. Cualquier lectura que sea entendida como un catecismo acaba convertida en un mazo con el que ir golpeando, llámese Tarkovski o sobre todo llámese Bresson, el mazo más habitual con el que golpea la cinefilia.
Pero Hitchcock, cuando se le entiende como una opción extasiante, un lujo privado, es un placer de dioses. Y cuando Hitchcock habla sobre Psicosis se escriben páginas que bien podrían hacer caer lágrimas de felicidad a cualquier aficionado.
La búsqueda de una forma visual pura que emocione en si misma más allá de la calidad literaria del guión se expresa en la teoría por Hitchcock con una devoción contagiosa y en la práctica por una imperecedera película como Psicosis.
Pocas veces se ha seguido el rastro de Psicosis. Yo pienso en ella al ver Tiburón de Spielberg, llena de esa emoción primigenia, antes de esos compases finales con su grupo humano en un impassede peligro a lo Hawks, y pienso en ella con algunos pasajes terroríficos de No es país para viejosde los Coen, o al menos pensé en ella cuando la vi en un pantallón, porque la televisión y la sobreescritura de otros pasajes de la misma película desvirtúan esa herencia.
En definitiva, casi nadie ha seguido  Psycho, hasta que Shyamalan abre Múltiple, la película que nos ocupa con una escena de terror absolutamente magistral, cortante, definitiva y una brutal irrupción a créditos que le hacen a uno sentir como si de repente esto fuera el 16 de junio de 1960 (mira por dónde, también un 16 de junio hizo cambiar la historia de la literatura) y de repente las imágenes y cómo nos relacionamos con ellas cambiara para siempre.

La película

¿Qué se puede decir de Múltiple?. Que su guión es absurdo, tópico. Que está lleno de simplezas, de incoherencias, que ella no va a la policía (porque Hitch enseñó que ir a la policía es un rollo). Que sus diálogos a veces son retóricos y son ridículos. Que no podemos pretender aprender nada serio sobre el trastorno disociativo de personalidad, (incluso se han ofendido los enfermos, imposible mayor disparate).
Pero Shyamalan filma ese guión  atendiendo a la creación de un espacio inquietante, significativo y poderoso que protagonizará la película (lugar del cautiverio), al que contrapone la consulta de la psiquiatra (un personaje parlanchín que cataliza los nervios de los espectadores).
No son los diálogos los que conducen la película, Shyamalan sabe que es ese juego con los espacios. Shyamalan sabe que es la pantalla de un ordenador que se llena de emails. Shyamalan sabe que es la incerteza de la violencia, que es una carta que se guarda muy bien. Hay una contención con la violencia que nos pone extremadamente nerviosos.
Y Shyamalan sabe que su máximo logro no va ser que salgamos del cine con una lección aprendida sobre nosotros mismos y el concepto de identidad. El máximo logro de Shyamalan, y esto es algo que a la crítica le cuesta mucho aceptar y concebir es que nos ha mantenido dos horas clavados en la butaca, en tensión, ojipláticos, vibrando con una película como hace mucho tiempo que no lo hacíamos.
Puede escribirse y reescribirse el sentido de lo que hemos visto, pero es una pena que lo que acabo de escribir se considere un asunto baladí, se sobreentienda o se desestime como algo poco importante.
Shyamalan se guarda para el final dos sorpresas. Una es la identidad del espacio que lo ha protagonizado todo. Y la segunda es la interconexión con otra película suya. Un guiño simpático que puede anticipar un proyecto futuro, no sé si muy acertado pero que en mi opinión no deja de ser un guiño que responde a la parte del Shyamalan que menos me interesa.
Y no hay que dejar de encumbrar las interpretaciones de James McAvoy como la Bestia y Anya Taylor-Joy como la Bella y animal trágicamente herido, que finaliza la película con una brillante y precisamente hiriente coda de guión, antítesis de todas las escenas de sirenas de policía que acuden al lugar de los hechos  y devuelven a la víctima al Paraíso familiar.
No creo que Múltiple en el actual panorama sea recordada como una de las mejores películas del año. Para mí lo es. Una película importante. Así.Sin más. Y sin menos.
Ficha técnica
Estados Unidos, 2016.Título original:Split. Dirección y guión:M.Night Shyamalan.Fotografía:Michael Gioulakis.Música:West Dylan Thordson. Reparto:James McAvoy, Anya Taylor-Joy, Betty Buckley, Brad William Henke, Haley Lu Richardson, Sterling K. Brown, Kim Director, Sebastian Arcelus, Lyne Renee, Neal Huff, Jessica Sula, Maria Breyman, Steven Dennis, Peter Patrikios, Matthew Nadu.Productoras:Universal / Blinding Edge Pictures / Blumhouse Productions.

lunes, 29 de julio de 2019

EL AÑO PASADO EN LA FORTALEZA BASTIANI




El año pasado en la fortaleza Bastiani





Albert Serra dirigiendo a Jean-Pierre Léaud en “La mort de Louis XIV”

Excusatio non petita
Cada año la fortaleza Bastiani trae los mismos e insoportables rigores y las mismas e indeseables rutinas. Al llegar el año Nuevo se ve uno impelido sin que nadie le obligue a realizar la lista de las mejores películas del año pasado.
Hace ya bastantes años dejé escrito en alguna parte que la lista carecía de sentido pero la he seguido haciendo. ¿Por qué tanto desagrado?. Es explicable. ¿Por qué la sigue haciendo?, eso es mucho más difícil de explicar, tanto como nuestra propia permanencia en la fortaleza Bastiani.
En primer lugar llegados a un punto en que cada vez me siento menos obligado a seguir la actualidad cinematográfica, no se me ocurre obligación más absurda y pesada, la lista que les presento a continuación es cualquier cosa menos un guía fiable sobre cómo ha ido el año y cuáles son las mejores películas. Creo que todas son muy buenas, simplemente. Si me apuran les diré que probablemente la mejor película de 2016 la descubra durante el primer trimestre de 2017 . O que la mejor película de 2016 ha sido “Las campanas de Santa Maria” (Leo McCarey, 1946). Bueno, eso sonaría a nostálgico o a lamento por un cine perdido. No es ése mi discurso. Simplemente el film de McCarey me apeteció verlo en su momento y me sobrecogió y me admiró de forma superlativa. No saco conclusiones de ese tipo quejumbroso.



Peace us to our dreams

En segundo lugar es un disparate tener que hacer una lista cuyo número 1 es una película de 2011 estrenada en su país en 2012. Evidentemente eso no es culpa de Numax, la distribuidora que arriesgó durante este curso por “La venganza de una mujer”, sino culpa de las distribuidoras a las que no se les pasó por la cabeza ni en broma durante el año 2012 estrenarla.
Pero ¿qué hacer?, podría confeccionar  una lista donde obligatoriamente las películas fueran producciones de 2016 como hacen los críticos de cine más rigurosos. Pero ni yo estoy bendecido con ese tipo de rigor ni la lista resultante tendría nada que ver con la experiencia vivida durante el año por el tipo de lectores que aspiro (humildemente) a que me lean.
En último lugar es un fastidio no incluir magníficos films que uno ha podido ver de forma completamente legal pero que no han sido agraciados (ni lo serán) con su estreno en salas, con lo que por primer año voy a dinamitar es barrera. En la lista entran películas que han sido estrenadas durante el año únicamente en (VOD) o sea pago por visión.
El año pasado Amanece Metrópolis puso en los títulos elegidos un enlace a lo que yo había escrito de la película en su momento. Creo que es una buena idea probar otra cosa y abordar brevemente cada película desde ahora, desde este enero ya postrero a 2016. Obviamente es difícil que tan poco  tiempo haya cambiado mis opiniones. Pero el paso de los meses da un matiz importante a tu recuerdo y es toda una experiencia probar a escribir sin esa inmediatez.
Damas y caballeros: mis películas favoritas del año 2016 son las siguientes.
1- La venganza de una mujer  (Rita Azevedo Gomes, 2012)
Estrenada en mayo por la distribuidora Numax y no siendo ajeno el largo trabajo de reivindicación de la revista Lumière,  lo que constituye un éxito excelente como críticos (para esto debería servir el oficio), la película de Rita Azevedo Gomes es un poco usual ejemplo en cartelera de cine poseído por un concienzudo uso de sus elementos expresivos. Es una película que parece jugar en otra dimensión, en otra liga, sin mirar a las demás. No puede uno menos que esperar que se estrene también entre nosotros “Correspondencias”.
2- Las mil y una noches:Vol.1, El inquieto (Miguel Gomes, 2015)
Otra vez Portugal. Un país culto que mima al cine presente, pasado y futuro. Ellos tienen sus propias quejas, claro, como que la retrospectiva Bergman que triunfó en los cines era a base de proyecciones en blu-ray pero ya nos gustaría tener aquí una retrospectiva Bergman triunfando en los cines.
No ha sido un simple juego el especificar que elijo el volumen 1. Los otros dos que conforman esta trilogía me parecen exageradamente inferiores a este inicio y exageradamente inferiores a las anteriores dos películas de Miguel Gomes. No están exentos de interés, en absoluto, pero me niego a creer que Gomes tiene cinco películas en su haber y dos son así. Prefiero considerar que tiene tres y dos extensiones resultonas.
Obra de apoteósica inventiva, acidez, ternura, inagotables ganas de contar y de hacer cine. Algo deudora de “Vidrios partidos” de Erice pero para amplificar su legado y para hablar de Europa y de nosotros sin dar sermones plúmbeos.
3- La academia de las musas (Jose Luis Guerin, 2015)
Jose Luis Guerin tiene el mayor de mis respetos pero reconozco que nunca se había producido el chispazo completo, aquella película que más allá de su reconocible y apreciable calidad te acaba llegando hasta lo más íntimo. Para mí lo ha conseguido absolutamente con esta obra, relacionada con los cuentos morales de Rohmer (de donde no mimetiza nada). Amalgama de amor y dolor por el conocimiento, ante el conocimiento. Exhibición de prodigiosos y naturales cambios de tono. Emocionante obra mayor que ya ha quedado inscrita entre lo mejor del siglo.
Pensar que en cierta ocasión le leí que se iba a coger el avión para filmar el canto perdido de unos pastores sardos y a mí me sonó engolado. Quién iba a imaginar que el resultado iba a ser tan sublime.
4- Julieta (Pedro Almodóvar, 2016)
Una de las cuestiones que polarizan España suele ser Pedro Almodóvar sí Pedro Almodóvar no. Confieso que mi sí es entusiasta. El no tampoco me provoca agravios ni agobios siempre que detecte que mi interlocutor me está hablando de sus películas, cosa que no siempre sucede así. “Julieta” nos llegó al inicio de la primavera en plena polémica por los papeles de Panamá, cuando aún seguíamos temblando por el futuro de Pedro por culpa del dislate de “Los amantes pasajeros”, que creo que en la historia del cine sólo es comparable a “Una chica tan decente como yo” de François Truffaut.
“Julieta” es un ejercició de depuración sobre la base de la estilización. La película que hubiera hecho Sirk en los 60. Es “El dorado” de Almodóvar. Otro paso en su camino de perfección, ahora parece que inclinado hacia la gertrudización de su obra.
5-Experimenter (Michael Almereyda, 2015)
Una obra didáctica entorno a los fascinantes experimentos del psicólogo social Stanley Milgram. En lugar de adoptar el género documental opta por ser un biopic con todas las convenciones del mismo, donde además no hay más cera que la que arde y la que se formula. Aún así su encanto emotivo y educativo sigue siendo irresistible.
6- Sunset song (Terence Davies, 2015)
Resulta temerario escoger esta película cuando en el mismo año Terence Davies ha estrenado también “A quiet passion”. ¿Cuál es mejor?. No lo sé, en breve saldré de dudas. Pero pocas películas trajo el 2016 tan placenteras y tan facilitadoras de estimulantes y bellas polémicas.
7-Cemetery of splendour (Apichatpong Weerasetakhul, 2015)
Estrenada este año, la había visto en el pasado festival de Sitges de 2015. Difícil no recordar su tempo narcoléptico poseído por un extraterrestre sentido del humor que a mis ojos de enloquecida asociativa la asimilan poco menos que a un Roy Andersson tahilandés. Aunque todos sabemos la verdad. Roy Andersson no es más que un Apichatpong sueco. Si tienen ganas de discutírmelo  quizás se estén tomando esto del cine demasiado en serio.
8- Francofonía (Aleksandr Sokurov, 2015)
En un año que terminó con el descubrimiento de la Madame Bovary de Sokurov, acabándose de sellar mi reconciliación absoluta con quien había tenido una relación tan ambivalente, se estrenó esta especie de extraño ensayo sobre la amistad entre el director del Louvre Jaujard y Metternich, el nazi al que se le confiaron los asuntos del Arte durante la Ocupación.
Obra amena allá donde las haya que no escatima en recreaciones ficcionadas de tono documental sobre lo sucedido como hacen en algunos canales de Historia, un procedimiento convencional afortunadísimamente utilizado por Sokurov.
9- No home movie (Chantal Akerman, 2015)
El otoño del año 2015 nos traía la noticia de la desaparición de la cineasta Chantal Akerman poco tiempo después de presentar en Locarno su última obra. Este año se ha estrenado en España en VOD, filmada sobre los últimos tiempos de la relación con su madre, finalmente fallecida. Si el cine es verdad y mentira. Si es verdad que parece mentira y mentira que se siente como verdad, la obra de Akerman es simple y llanamente un trozo de verdad sin procesar ni fagocitar. No hay palabra que odie más en cine que Verdad, fuente de imposturas críticas y artísticas y muy pocos cineastas y casi ninguna película hacen que logre amarla. Nos encontramos ante una excepción.
10- Noches blancas en el muelle (Paul Vecchiali, 2014)
He tenido serias dudas sobre si escoger esta película o la otra obra de Vecchiali que hemos podido disfrutar en VOD “C’est l’amour”. Vecchiali es un veterano al que sólo conocían los más versados que nos ha dejado a cuadros con estas dos películas. En particular ésta es una versión de “Noches blancas” (lectura con la que acabo el año y me ha condicionado la elección). Adaptación menos atípica de lo que podría suponerse en la que la palabra filmada va creando emociones in crescendo y en la que Astrid Adverbe y Pascal Cervo podrían compartir con Vecchiali en su condición de intérpretes la autoría absoluta de la película.
Que tengan ustedes un muy feliz año 2017. Les dejo con esta escena en la que dos críticos de cine intercambian impresiones tras haber hecho el más joven su primera lista sobre lo mejor del año. Huelga decir que yo me identifico con la frase final del crítico de cine interpretado por José Isbert. Sigan leyéndonos durante el año y no se pierdan dentro de 12 meses todo lo relativo a lo mejor del año 2017, que esperamos que sea mucho y bueno.

lunes, 22 de julio de 2019

SUNSET SONG



A FAVOR:Sunset Song (Terence Davis, 2015)


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Hay directores que van perdiendo calidad con el tiempo y van enredando y deteriorando su carrera por múltiples motivos. Hay directores que simplemente a veces se equivocan. Hay directores cuyas películas fetiche vemos a una edad fetiche y cuya evolución nos acaba siendo muy difícil, imposible de calibrar, porque ya no estamos en esa edad fetiche ni nunca volveremos a ella.
Hay directores bendecidos por críticos verdaderamente brillantes y valiosos en su profesión que saben leer esa evolución desde el primer minuto sin necesidad de que pasen las décadas y se revaloricen esas etapas menos tocadas por el dedo amoroso pero a veces tan arbitrario del análisis fílmico. Hay incluso directores con quienes no desarrollamos esa filiación clave con sus películas fetiche, que nos son más ajenos, pero que en un determinado momento de sus películas postreras nos deslumbran y eso nos permite ir entrando en sus películas clave anteriormente realizadas.
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Sírvase cada cual a su gusto para explicar el extraño motivo por el que una película como Sunset Song, del otrora alabadísimo Terence Davies parece haber tenido una recepción tan fría. Incluso en este buffet libre puede encontrarse el motivo por el cual, sin haberme sentido nunca muy cercano al universo Davis, cada vez me interesa más y  Sunset Song me ha parecido un film sobrecogedoramente hermoso, uno de los más bellos del año y de la década.
No es momento de hacer consideraciones sobre esas posiciones críticas porque ello derivaría por fuerza en juicios sobre gustos ajenos, absurdos e injustos (los juicios, no los gustos), intentemos pues decir algo de la película un poco en función de si misma, no de la carrera de Davies o no en función de nuestras apreciaciones o depreciaciones.
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Basada en la novela de Lewis Grassic Gibbon, publicada en 1932, y que yo hubiera jurado que está escrita en verso a tenor de la cadencia de la prosa de la voz en off, Sunset song se inscribe en ese selecto club de películas de época que trasciende sobradamente las cualidades recreativas del vestuario, el paisaje y la fotografía y entra de lleno en el trabajo puramente cinematográfico.
Es precisamente el origen literario, el pulso de las palabras el que ajusta un determinado y buscado tempo en el montaje, lleno de asombrosas transiciones (en las que Davies es un experto), elipsis, numerosos y detenidos travellings que encierran películas enteras en sí mismos y un progreso narrativo basado en escenas compuestas de forma exquisita pero a la vez puestas al servicio de ese progreso.
A todo este respecto no hay que dejar de citar la luz del operador Michael McDonough, esa fotografía en 70mm cuyas espigas y atardeceres dicen tanto como el texto, esa luz capaz de captar el brillo en los poros de Agyness Deyn. Una luz dotada de una espectralidad y una artificiosidad que también está trabajando para la cadencia poética del texto.
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Terence Davies es un adaptador literario nato, alguien capaz de unir al cine y la literatura, alguien que no está ilustrando una novela sino haciendo verdadero cine de esa novela (mmm, no me gusta el adjetivo “verdadero” y el fundamentalismo que implica), dejémoslo en que está haciendo cine.
Su película es un retrato de la condición femenina circunscrito a un medio rural pero atemporal y polivalente en tanto a cómo las sombras masculinas, primero del padre y después del marido se interponen contra la fuerza y la ferocidad de su tenaz carácter, vinculado a la tierra como la irlandesa Scarlett O’Hara en un drama de similar sentido y contraspuestas  formas. Una identidad femenina que opera por contraste con la pusilánime identidad del hermano, que desaparece de escena a la velocidad del rayo.
La peluquería y el maquillaje saben hacer encajar las magulladuras del tiempo a Agyness Deyn, aunque hubiera sido deseable que Davies no borrara tanto los contornos de una interpretación dramática al uso con una figura que es todo cuerpo, o que hubiese hecho una elección mucho más osada, incluso para lo sobreactuado como la de Rachel Weisz en The deep blue sea. Me decepciona su interpretación en el sentido más convencional del término aunque creo intuir qué es lo que Davies buscaba como figura en lucha contra ese patriarcado, siempre perdiendo y siempre volviendo a resucitar.
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Un patriarcado curiosamente representado por un padre interpretado por Peter Mullan con su habitual sobreactuación y un marido interpretado por Kevin Guthrie en un perfil muy bajo, similar al de su compañera de reparto.
Afectada por las reglas de la verosimilitud, castigada por lo discutible de su casting, los espectadores decidirán si son sus formas las que explican una historia o si la debilidad de su historia hace imposible que sus formas la mantengan viva. Yo opto por la primera opción porque no veo en el panorama actual narradores con la autoridad visual que Terence Davies impone en Sunset song ni veía esa autoridad en esas coordenadas al menos desde La hija de Ryan. De todas formas me parece imprescindible contrastar este relato de rendida admiración con un relato de decepción. Ambos relatos configuran el preciso entendimiento de la compleja construcción de la película.
Ficha técnica
Título original: Sunset song.Reino Unido, 2015 Director: Terence Davies. Guión: Terence Davies según la novela de Lewis Grassic Gibbon. Fotografía: Michael McDonough. Música: Gast Waltzing. Reparto: Peter Mullan, Agyness Deyn, Kevin Guthrie, Mark Bonnar, Ron Ronachie, Stuart Bowman, Niall Greig Fulton, Daniela Nardini, Jack Greenless Productoras:Hurricane Films/ Iris Productions/ Sunset Song Ltd. Distribuidora: Festival Films.
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lunes, 8 de julio de 2019

DE PALMA



De Palma (Noah Baumbach, Jake Paltrow, 2015)




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Brian De Palma entre Jake Paltrow y Noah Baumbach, los dos directores de la película.

Las comparaciones son odiosas

Esta temporada se estrenó en nuestras pantallas entre campanitas de alborozo Hitchcock/Truffaut, un documental dirigido por el crítico Kent Jones donde, a partir de la famosa entrevista que le hizo François Truffaut a Alfred Hitchcock que se convirtió en un libro de cabecera para cualquier cinéfilo que se precie, se hacía una radiografía bastante pueril de la obra del maestro, preguntándole a personalidades como Oliver Assayas o Richard Linklater que están en ese documental ¿por?…
A mi francamente me parece que si la acogida entre las voces más tibias no ha sido aún peor es porque cuando el tema está en nuestras simpatías el látigo nunca sacude tan fuerte como podría sacudir, lo cual no parece bueno ni malo pero sí significativo y salvador para Jones, que se marchó de rositas por un trabajo que en el mejor de los casos no excede de la profundidad de un artículo dominical.
Un poco resabiado y temeroso iba yo al festival de Sitges ante un plato tan aparentemente apetecible como De Palma. La película-entrevista que se han marcado Noah Baumbach y Jake Paltrow entorno a la obra de uno de los más grandes postmodernos del cine, el eternamente considerado imitador de Alfred Hitchcock.
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Dónde empieza todo

Dice nuestro compañero Rafa Morata que el cine de Brian De Palma empieza en Marnie, frase certera y afortunadísima allá donde las haya. Yo siempre sostuve que Marnie eran Scottie y Madeleine paseando por el callejón del Gato. De Palma de hecho no se refiere en este documental a Marnie (tampoco se trataba de documentar rigurosamente una influencia) sino que sitúa directamente el inicio de todo en Vertigo.
Vertigo como película fundacional del cine moderno en la que se explicita el propio cine ya que su tema fundamental es la creación y destrucción artística de una emoción. Sobre hacer explícito el artificio se ha vertebrado toda la obra de De Palma.
De Palma no es un original, tampoco es alguien que haga copias vulgares. Su trabajo está recorrido por una emoción y un contenido que para mí se asemeja al trabajo de un Pablo Picasso volviendo a pintar el esqueleto de Las Meninas.
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No hay nada en De Palma que remita a la perfección clásica de Hitchcock, de un Hitchcock ya en esencia moderno,  la relación que guardan ambos artistas es muy parecida a la que guardan en magisterio de Picasso y el magisterio de Velázquez. Lo que es curioso es nadie le ha reprochado a Picasso que sus figuras no tengan el aspecto y las proporciones completamente verosímiles y perfectas  que las del pintor sevillano.

Humor para entender

De Palma se defiende sin excesivo ahínco de las acusaciones y habla de sus pantallas partidas y de sus artificios apelando a su propia lógica narrativa, que nada tiene que ver con la lógica de la vida. Con ese criterio altera la original muerte de la madre de Carrie por una mucho más cinematográfica, mucho más emocionante, también más grandguinolesca y más absurda si se quiere pero poseedora de una implacable lógica.
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Tampoco se dedica Brian a una exégesis sesuda de sus películas. No te da nada masticado. Las quieres y las comprendes aún mejor a raíz de su deslumbrante sentido del humor (notables carcajadas durante la proyección), a partir de su amor por la profesión y por el propio cine. «Los directores no planeamos ninguna carrera» llega a decir. Hacen lo que pueden y lo que les llega como pueden. Cómo iba entonces a hacer una exégesis de temas frecuentes, filias y obsesiones.
Se comenta también que va demasiado rápido y deja con ganas de más. Sí. Aunque un par de horas de velada con un amigo contándose batallitas puede ser más que suficiente si se corre el riesgo de que se dejen las batallitas y nos pongamos estupendos y trascendentales y le empecemos a dar importancia a lo que no la tiene.
La película te lleva desde el De Palma vanguardista, experimental, combativo y anti-sistema de los años 60 —impagables las imágenes de sus primeros trabajos con un jovencísimo De Niro— hasta el De Palma de las siguientes décadas, donde desde la revolución del cine de los 70 «nos metimos en el sistema de estudios e hicimos un cine personal» encadenará proyectos de distinto pelaje afrontándolos siempre con una sentida y enorme inventiva heredada del legado visual de Hitchcock «me lo reprochan pero no ha habido grandes continuadores que yo sepa», siempre con una visión propia del mundo que nunca enfatiza, ni infla, reconociendo siempre los condicionantes externos que afectaron a cada película y congratulándose cuando todo salió bien. Como hacía modesta y humildemente el propio Alfred Hitchcock.
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De Palma no tiene voz en off. Habla y habla y nosotros escuchamos embelesados mientras vemos imágenes de sus películas vistas y no vistas. Reímos y nos sentimos arrobados por ese amor obsesivo por las imágenes que recorre toda la carrera de director.
Hacer un documental de cine grande como película es posible. Baumbach y Paltrow no son profundos teóricos, ni si quiera tienes una idea muy clara de qué han preguntado. Dejan que las cosas pasen y pasan grandes cosas.
El encandilamiento con el mago es absoluto. De Palma es una película maravillosa, sale uno no amando más su obra sino amando más al propio cine y a toda la vida aparejada a él.
Cuando Angie Dickinson mira cuadros en Vestida para matar no estamos ante Vertigo sino ante la idea de De Palma y un amigo de ligar con hermosas mujeres en el Moma. Años más tarde aceptaría encantado Misión imposible.
Ficha técnica
Estados Unidos, 2015. Directores y guionistas: Noah Baumbach, Jake Paltrow. Montaje: Matt Mayer, Lauren Minnerath. Duración: 110 minutos. Productoras: Box Motion/Empire Ward.
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