domingo, 5 de octubre de 2014

DON KIKHOT


De entre las películas de las que guardo un hermoso recuerdo de juventud, de ésas que uno jamás debería arriesgarse a volver a ver, ocupa un puesto destacado esta versión de Don Quijote realizada en 1957 por Grigory Kozintsev. Yo creo que la vimos todos en el cine-club de La2 de madrugada, ésta en particular recuerdo haberla visto sin grabar en plena madrugada, fascinado en principio por el exotismo, que ahora explicamos que no es tal, de un Quijote hablado en ruso. Recuerdo haber visto también en esa época otras películas rusas en color sobre las que habrá que volver, como el "Otelo" de Sergei Yutkevitch, protagonizada por el director Sergei Bondarchuk.

Kozintsev hace el Quijote en una época de cierta liberalización de las temáticas en el cine ruso tras la muerte de Stalin cuatro años antes. El Quijote es un mito extranjero que ha tenido una larga, profunda y estudiadísima influencia en la cultura rusa, influencia en la que ahora no nos detendremos específicamente, pero no se trataba de un proyecto singular ni exótico como los ojos de un desinformado adolescente podían apreciar. Fue el primer trabajo de Kozintsev fuera del realismo socialista y la antesala del colofón de su carrera que supusieron sus Shakespeare, figura que también Kozintsev había estudiado anteriormente de forma larga y profusa y había dirigido en teatro, "Hamlet" y "Rey Lear", dos soberbios peliculones que también habrían de tener cabida por aquí.

"Don Quijote", interpretada por Alexander Nevski e Ivan el terrible en uno (el gran Nikolai Cherkasov),  está rodeada en Crimea en color, una Crimea que intenta simular ser Castilla con la colaboración del pintor exiliado en la Unión Soviética Alberto Sánchez. Una artificiosa estilización que lejos de sumir en el descreimiento y la distancia le otorga a la película un enorme encanto y una consonancia magnífica con sus temas entorno a la realidad y la ficción, la locura y la lucidez. Una suerte de operación inversa a la Italia disfrazada de Rusia que acabábamos de ver en la "Guerra y paz" de Vidor.

Kozintsev consigue un film entrañable, y un film lúdico, aventurero y entretenido, superficial y ligero para ser realmente emocionante y digno de su obra y de su mito, para llevar a la lectura o relectura. Una antesala de Shakespeare algo menos reconocida, como lo suelen ser la imaginación, la fantasía y el encantamiento, estrenada en España en los cines Palafox de Madrid en versión doblada, tras autorizar Fraga el estreno de films del bloque soviético.









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