viernes, 24 de abril de 2015

LA FELICIDAD CONYUGAL

El 21 de abril, 9 meses después de la primera vez, ,asaeteado por el deseo, la lujuria literaria y unos remordimientos completistas, me empecé a leer la tan cacareada versión íntegra de "Guerra y paz". Voy poco a poco, porque la considero una relectura, una relectura de algo que leí por primera vez hace muy poco, porque no quiero aburrirla y porque transcurrido un medio centenar de páginas me vuelve a parecer si cabe más impresionante que la primera vez. Ya llegarán las batallas y los discursos del autor sobre la Historia, pero de momento, qué fuego, qué perfección. No sé cómo suena en ruso, pero Tolstoi es como uno de esos extraterrestres llamados Da Vinci, Michelangelo, Mozart y Bach, por ejemplo, que crean cosas fuera del alcance humano.

Como me la tomo a pildoritas y mientras la vida debe seguir, he creído oportuno que una de las plazas de las lecturas que voy alternando al mismo tiempo (delicioso y provechoso proceder)la ocupe con carácter fijo la literatura rusa. Arcadia literaria soñada, de hecho una noche soñé felicísimo que viajaba a San Petersburgo. Además le leí a alguien que no tenía sentido no leer a los contemporáneos de Dostoievski, con lo que irán desfilando en los próximos tiempos.

De momento inauguro con los dos gigantes y empiezo con el propio Tolstoi.

"La felicidad conyugal" es una breve narración que cuenta las diversas fases de un matrimonio desde el enamoramiento hasta cierta complicidad pasando por las crisis que llevan a la fase final.Está contado en primera persona y creo que a Tolstoi no le sale tan bien como la tercera. La narración es lúcida pero algo empalagosa. Lo que cuenta me parece cierto pero a la vez me parece excesivo tanto arrebato, demasiado bien contado desde un punto de vista algo inmaduro e infantiloide que de repente se vuelve increíblemente sabio y sereno en apenas 100 páginas.

Y lo que ignora la prota es que por mucho que se entre en una nueva fase conviene seguir jugando a que se sigue en la primera. Sea o no sea verdad. Esa conversión a cómplices, tan, tan en frío se vende como bonita pero contada así es terroríficamente desoladora. Y aunque el planteamiento sea lúcido no deja de devenir en algo falso.

 También estoy dando cuenta de otras lecturas aquí

Ahora la plaza de los rusos pasa a ocuparla "La muerte de Ivan Ilich".

Y a partir del 1 de septiembre todo centralizado aquí


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