1 de febrero de 2002
Cine Club Tourneur
Liberado ya del adictivo ciclo de los cuentos morales
rohmerianos, por fin puedo volver a las tendencias de
la pasarela cinematográfica invierno 2002.
Para empezar, el último Oso de Oro berlinés, la
historia de un solitario amargado y una mujer casada
que (¿follan?) todos los miércoles por la tarde, sin
saber uno nada del otro.
Mi interrogación no es ningún chiste de colegio de
curas, encontrar palabra y registro perfecto es
interesante para definir mejor la peculiar relación
que los une.
No se alarme nadie. Por suerte no es ninguna reflexión
Cosmopolitan sobre las difusas fronteras entre el amor
y el sexo. Y no es que esté mal reflexionar sobre eso,
pero no hay aquí nada de las simplificaciones frívolas
y apresuradas con las que se acostumbra a resolver las
cosas de las emociones en los tiempos que corren. La
ambición de la película va mucho más allá del binomio
amor-sexo.
Y es que corría el riesgo , bastante bien salvado, de
ser de esas películas de la que se pueden escribir
críticas preciosas, en la que el director emociona más
en la rueda de prensa que en ningún otro sitio, y de
las que en pantalla no ves nada más allá que lo que te
han formulado antes de entrar. Y no, aunque al
principio lo parecía, no ha sido así.
"Intimidad", lejos de ser una absoluta maravilla, será
porque el término "absoluto" está reñido con el
espíritu libre de la película, es un pensamiento
cinematográfico muy válido, sin juicios y sin
respuestas (estas eran el vicio del hombrecillo
rohmeriano), sobre las dificultades de las relaciones
personales, sea cual sea el grado de compromiso, el
espacio, el tiempo o la frecuencia:¿qué querrá "el
otro"?, ¿qué quiero "yo"?.Preguntas clave.
El tono del pensamiento es grave y preocupado pero
nada tremebundo ni trágico. El que pregunta no intenta
enseñarnos nada, pero por qué será que es en estos
casos cuando más se aprende y mejor se entienden
tantísimas cosas que nos pasan.
El principio de la historia es algo alarmante porque
se dispersa mucho y salen unos secundarios cuyo papel
e intención en la película sólo se va intuyendo hacia
el final, aunque siga algo cogido por los pelos. A
medida que los protagonistas dejan de "entregarse
físicamente con compulsiva locura", osease de follar,
y empiezan a hablar, la película va cogiendo un cuerpo
dramático muy seductor y a ratos emocionante
(emociones de las que se adueñan los excelentes Mark
Rylance y Kerry Fox).
Lo mejor es la ausencia de "clichés autorales" que se
le podrían suponer a la mirada europea hacia historias
psicológicas de este tipo. No hay silencios gratuitos
ni tiempos muertos complacientes. La película va a la
suya, alternando libremente ritmos, músicas varias,
luces, colores y sabores. Me encanta, por
interpretación y por perfección dramática, esa
secuencia en la que ella, risueña, le sigue a él sin
que se entere, y cómo descubre que esa relación
perfecta que cree tener flaquea, o a lo peor tanta
perfección ha terminado para siempre.
"Intimidad" es una película sobre un hombre perdido
que busca su lugar entre los suyos, y de una mujer que
necesita dar salida y expresar la inmensa riqueza
humana que guarda, cosa imposible en un entorno hostil
estilo (marido imbécil+matrimonio de una comodidad
irrenunciable). Ninguno de los dos tiene desperdicio,
pero ella es un personaje fascinante, memorable,
creíble, comprensible, la secuencia en la que llora
por "su propia muerte".
Resulta difícil hablar en términos de "es una obra
maestra", "es una película fallida", porque los ves en
la pantalla a los dos, ahí, tal cual, dejándose llevar
pero sin saber muy bien qué les pasa, (humanos ellos),
y todos los artificios cinematográficos caen, y todos
nuestros ropajes "cinéfilos", la vana presunción de
querer decir siempre "qué buena es la peli:reseñemos
(acierto x)- (fallo y)" se va esfumando hasta
quedarnos tan desnudos, (humanos nosostros), como los
propios protagonistas en su desorientación, nada
autocompasiva, por suerte.
¡Las escenas de sexo!, de las que todo el mundo habla.
Curiosas. Sin intención de calentar al personal, ni
lirismos a lo Medem. El sexo como una forma de
comunicación, tan insuficiente como todas. ¿Volverá
ella al miércoles siguiente?.
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