lunes, 23 de julio de 2018

EN ATTENDAT LES BARBARES

Pongo esta película porque si algo tiene este blog es que está todo Eugène Green.

Green rueda demasiado en demasiado poco tiempo a mi gusto.Evidentemente rueda lo que quiere y cuando le surge la ocasión sin preguntarme pero aquí demuestra que aunque se siga siendo un excelente formalista, que lo sigue siendo, un soberbio cineasta románico, que lo sigue siendo (si en el Románico se hubiese inventado el cine él sería el mejor) al servicio de qué pones eso puede desequilibrar el conjunto. 

El discurso de Green sobre internet y las redes sociales es digno de ellas. El problema de la película es que a objetivos pueriles, resultados pueriles, el prólogo te anuncia que la película va a hablar sobre "la realidad del mundo" (ahí es nada).

En facebook el despotrique viejuno y refunfuñón contra la tecnologia y la zombificación y analfabetismo de la sociedad es hasta conmovedor. En toda una señora película da bastante pena. El único momento con sentido es cuando hablan de las pinturas de Nicolas Tournier (1590-1639) o recitan el texto artúrico en occitano "Jaufre" (un anónimo que se escribió presumiblemente en el siglo XII o XIII). 
Su privilegiado ojo que parece extraído de otro tiempo al servicio de algo. Porque formalmente es una película preciosa, en estado de gracia pero con muy poco discurso. Alguien que hace 20 años nos estaba dando su visión de "La educación sentimental" no puede conformarse ahora con hablarnos de los males de la tecnología como fuerza que rige la vida moderna y la necesidad de volver a las fuentes culturales que nos devuelven a nosotros mismos.

Para esos discursos ya tenemos el facebook o El País Semanal, Javier Marías o Elvira Lindo pueden condensar reflexiones similares en tres minutos de lectura y no necesitan 75 minutos de película.

Por cierto ¿dónde creerá Green que mindundis como yo hemos visto la práctica totalidad de sus películas?, ¿a qué atribuirá que de repente cada dos por tres esté viajando a España?. No se puede ser ni más cándido ni más cerril ni más simple cuando si se quiere se puede ser todo lo contrario. Porque qué ironía que quienes no estábamos ni en Gijón, ni en Madrid, como casi todas las suyas la estuviésemos viendo en eso que la película llamaba pomposamente "dispositivos".

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