Qué ganas de volver a ver "Red line 7000", de la que recuerdo planos idénticos a algunos de aquí (las chicas en el público), para entonces tener ganas de volver a ver "The crowd roars" (Avidez de tragedia) en el infinito juego de correspondencias en la filmografía de Howard Hawks.
Es cierto que 1932 remite a la inapelable "Scarface", la más brutal revisitación de un clásico que quizás haya hecho yo este año, pero todo aquí me funciona muy bien:las secuencias de automovilismo, la amistad, un cierto humor, la profesión y sus vaivenes, las relaciones de pareja.
No solo todo encaja en un guion cerrado de 67 minutos de película sino que la mirada ya tenía eso que me proporciona a mi la ilusión de un documental, la creencia de que no está funcionando como una película sino que es verdad que en 1932 una chica empezaba así una relación, jugando, o que otra pareja intentaba arreglar lo suyo, que él es un desastre, que ella es tal o cual.Esa extraña verdad o ilusión de verdad que se sobrepone siempre a los tres actos.
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