La premisa de la cinta es muy simpática. Director de cine de aspecto hippie va a Tánger a dirigir un taller de cine en un refugio para niños con problemas. Los niños de no saber muy bien qué hacer con la cámara y de esperar a saber desesperadamente qué historia van a contar, pasan a ser una especie de émulos de Kiarostami a los que les encanta la idea de filmar el mar (con un poquito de ficción) muy a pesar de la hostilidad que muestran ante la extraña metodologia del director.
Alerta desactivada. No es cine de profesor que cambia para siempre las vidas de los alumnos. Es una graciosa e inesperada película acerca del aprendizaje del cine (en todo su esplendor y con todas sus posibilidades) y su interrelación con la vida, que la película muestra estupendamente en su segundo tramo, ya que está dividida en dos partes como algunas de las mejores propuestas del cine moderno.
Me sorprende la elección del blanco y negro, que me parece más efectista que efectiva a pesar de la belleza de las imágenes. Esos rostros, esos lugares y ese calor están pidiendo a gritos el color. La película es una propuesta singular, que en su primera parte no vuela mucho más allá de una especie de documento antropológico, pero que en esa segunda mitad se suelta y se libera completamente.
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