domingo, 1 de abril de 2012

LA JETÉE

El cine no siempre es el arte de las imágenes en movimiento. O a veces el movimiento está no en el plano sino en el montaje de las imágenes, por muy estáticas que éstas sean. O si tengo que explicar la imperturbable fascinación en la que me sigue atrapando, diría que el verdadero movimiento está en la mente del espectador. Clave fundamental para entender el cine, pues éste no existe sin la peculiar percepción de la imágenes que atesora nuestro cerebro, y sin las resonancias poéticas que cada imagen ejerce sobre él.

Chris Marker desnuda al propio cine en esta foto-novela de ciencia-ficción romántica, profundamente romántica, en una tradición que se toca con "Vertigo", con "Jennie", con todas las películas sobre el amor, sobre la carne y el espíritu  a través del espacio y del tiempo. Y deja al cine en una sucesión de hermosas fotos cada una de las cuales tiene el mismo poder de trastorno que cualquier secuencia en movimiento. En 27 minutos queda lo que para cualquiera hubiera dado 90. Pero lo destacable no es el ejercicio de concisión, lo destacable es el homenaje al poder de la imagen y al poder del espectador para aunarlas todas y construir en su cabeza y su corazón una película conmovedora e inagotable. La próxima vez que vaya a París tengo que aterrizar en Orly, y quedarme en el espigón a ver despegar a los aviones.







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