domingo, 26 de febrero de 2012

J.EDGAR

Eastwood consigue en esta ocasión aquello que le faltaba a "Invictus". Dentro de un cine histórico y política es necesario saltarse cierta linealidad para esquivar la ilustración formalita y aburridona de la historia. "Invictus" tenía un tono en sus serenas imágenes indudablemente Eastwood, pero me parecía tremendamente plana y aburrida.

"J.Edgar" parte del hándicap importante de pretender abordar como núcleo duro de una película a un ser presumiblemente abyecto, integrante de un sistema abyecto, al que se contempla si no con empatía, (es un obsesivo y edípico, un comentario en si mismo al país y a las décadas que retrata), si que se le observa con una cierta emotividad. Y es que no deja de ser fastidioso que se busque una lagrimita de emoción por los sentimientos de un tipejo de esa calaña (¿qué será lo próximo, la love story entre Aznar y Ana Botella?, ¿la conmovedora historia de amor del joven Stalin?). Y lo peor, pretender hacerlo con un estilo visual aseadito que se empapa en no pocas ocasiones en ese peligroso estilo ilustrativo de las lecciones de historia, que se baña en algunos minutos en las aguas del bodriazo histórico-político de turno. Eastwood, sin filmar seguro una de sus mejores películas, esquiva diestro y sabio todos los peligros gracias a algunas secuencias que cambian el sentido y los posibles vicios de la película, a saber:

-La prodigiosa escena en la que el compañero de Hoover, Clyde Tolson, deja en suspenso el verdadero sentido de toda la película que el propio Hoover nos ha narrado.

-La sorprendente, conseguida y por momentos emocionante relación que con sólo un par de trazos dibuja Eastwood entre Hoover y Tolson (bien es cierto que al final se le va un poco la mano, quizás demasiado autoconsciente de que le está saliendo muy bien).

-La magnífica, magnífica, magnífica interpretación de un Leonardo Di Caprio al que el maquillaje (jo, es que lo maquillan hasta parecer Philip Seymour Hoffman), quizás por primera vez en su vida, no le condena a su rostro eternamente infantil.

-La formidable pincelada de su relación frustrada con la secretaria y de su esconderse de las mujeres (otro portento de escena en el club de baile).

-El acertado relato en pinceladas de su episódico guión en general, con insistencias razonables y logradas en el caso Lindbergh.

Probablemente en la América policial de los años 30 sea más moderna, vivaz y juguetona "Enemigos públicos", probablemente de Eastwood esperamos un cine menos explicativo, pero "J.Edgar" pasa globalmente con holgura el corte de lo cinematográficamente tolerable, y por momentos certifica que la ha dirigido un extraordinario director que simplemente no ha encarado el proyecto más apetecible (otra vez más, y lógicamente hablando en primera persona).







domingo, 19 de febrero de 2012

EL ASESINATO DE UN CORREDOR DE APUESTAS CHINO

Una película en la que pensar, de la que es difícil decir algo concluyente. Abierta y engañosa. Se podría decir que tarda 55 minutos en empezar, que cuenta nada o muy poco. Sin embargo, parte del misterio Cassavetes es que no se hace nada pesada, ni provoca impaciencia ni todo el placer llega con la digestión, en absoluto, se contempla con placer inmediato. La obra es fotografiar con esa plasticidad adulta, ese espíritu outsider pero de "hombre auténtico",  a Ben Gazzara con su impresionante porte (al que Amalric me remitía inevitablemente en "Tournée"), fotografiar a su club, a las chicas, a las calles de la ciudad. El miércoles pasado se cumplían 36 años de su estreno en Nueva York, el 15 de febrero de 1976, y el tiempo no parece haberla sacado de su condición algo marciana y ajena a las modas. No se parece a las películas de Cassavetes con parejas y conflictos psicológicos, no hizo historia en el cine de la mafia a pesar de lo bien que utiliza la trama mafiosa. Sin embargo de ser estrenado hoy sería un fenómeno crítico seguro. 

Su misterio tiene que ver con lo habitables que son los rincones y los rostros de Cassavetes, con que uno se acomoda y se queda a vivir, y no siempre pasa o no siempre pasa con la suficiente contundencia (en "Faces" hay torrentes de emotividad tras una capa de difícil aspereza), y su misterio tiene que ver con que quién no querría ser Ben Gazzara, otras veces Peter Falk o el propio Cassavetes (en ocasiones Gena Rowlands si me apuran). "El asesinato de un corredor de apuestas chino", con su trama de gángsters y matanza para saldar un deuda, es, no hay que engañarse, más un lugar que en una película. Un lugar en el sol o en el mundo.Quizás no supiera muy bien qué decir, pero no he dicho "independiente".¡Se le supone!






lunes, 13 de febrero de 2012

MARIO BAVA

Escasa alegría me han despertado en principio las dos películas de Mario Bava que tenía disponibles, aunque finalmente creo que destacaría "La muchacha que sabía demasiado", que partía como complemento o comparsa de la estelar "La máscara del demonio".

"La muchacha que sabía demasiado" comienza como un pastiche Hitchcock bastante fresco y alucinado, como si anticipara juguetonamente a Brian De Palma. Una turista estadounidense, aficionada a las novelas de misterio, ve, o cree ver, un crimen en su visita a Roma. Hay buenas ideas y comentarios en off acertadamente jocosos y alguna deriva tan improcedente como muy divertida hacia la postal. El problema es que la película a donde deriva finalmente es a una intriga muy convencional, con un epílogo humorístico, como si lo que realmente anticipara no fuera a De Palma si no a las series televisivas de intriga y su repetitiva y previsible estructura y esto fuera un capítulo piloto de los misterios que va a investigar este personaje semana a semana. De lo menos motivador.

"La máscara del demonio" es una película que recordaba bastante, mucho, de mi niñez. Conociéndome seguro que la recordaba por Barbara Steele, a cuya presencia la película es todo un entregado monumento, porque el resto me recuerda poderosamente a lo más soporífero que rodara Roger Corman en el a veces muy divertido ciclo Poe. Seguro que es porque Barbara Steele sale también en "El pozo y el péndulo" que creo que fue la que casi me duerme en Sitges una mañana. Otro mito infantil que se me fue cayendo en los últimos tiempos (no Poe, Corman).Ésta, que tiene un ambiente de terror romántico concienzudo, muy elaborado, no tiene a penas las sorpresas y los relámpagos de genio de la de la turista, que es mucho menos sólida, más caótica, pero dentro de su fracaso y de ser presumiblemente peor película que la máscara, es más loca y estimulante.

*En mi constante afán por conectar este blog al resto del mundo, no me resisto a enlazar en esta entrada con dos bellos artículos que aman y comprenden a estas dos películas mucho mejor que yo.



lunes, 6 de febrero de 2012

CECIL B.DEMENTE+IL GIORNO DELLA PRIMA DI CLOSE UP

Capítulo 150. La cinefilia radical como trastorno, como neurosis obsesiva. Dos visiones del tema muy divertidas, sin trascendencia ni mensajería de ningún tipo.

CECIL B.DEMENTE

Sería decepcionante pensar que John Waters ha querido decir algo con esta descacharrante salvajada sobre un comando que secuestra a una actriz de Hollywood para que ruede para ellos un alegato anti cine comercial. Como se suele decir no queda títere con cabeza, la salvajada no tiene límites y al acabar el metraje se han hermanado solidariamente Pasolini, los amantes del kung fu y los pajilleros del cine X (en una magistral secuencia homenaje a George A.Romero). Muy grande Melanie Griffith y una película a consumir distraidamente por todo cinéfilo o cinéfago con sentido del humor. Por todo amante del cine que no sólo sepa si no que necesite reirse de si mismo.









IL GIORNO DELLA PRIMA DI CLOSE UP

Nanni Moretti estrena en su cine en Roma "Close up" de Kiarostami, mientras todo le recuerda que si hubiera comprado "The lion king" le lloverían las liras. Acto de amor contra el reduccionismo "es algo más que una película iraní", a favor de la mirada cuidadosa, en contra del doblaje, película sobre el trabajo de un propietario de sala, desde los anuncios en prensa... Acto de amor por el cine y por las inevitables neuras del aficionado que lo posee de forma absoluta. Una bellísima y brevísima y sencillísima pieza de Moretti. Siete minutos admirables.



AIR DOLL

Hirokazu Kore-eda me parece un excepcional director japonés, capaz de dirigir películas como "Maborosi" sobre la pérdida, "Still walking" sobre los reconocibles rituales familiares y el paso del tiempo, o mi favorita, la absolutamente conmovedora "Nadie sabe" sobre el desamparo infantil, teniendo además con él las máximas expectativas el día que vea "After life" o "Distance". Ello no me impide pasmarme ante "Air doll", que me ha parecido de una ridiculez sonrojante, aún con una veta cinéfila marciana (ver al cliente de un videoclub japonés preguntar por "El apicultor" no tiene precio).

Decir que la película es una "Amelie" japonesa es quedarse corto, o una "Eduardo Manostijeras" (si hasta visita a su creador). Kore-eda convierte al personaje de Audrey Tatou en un grave e hiriente Liv Ullmann comparada con la interpretación de Doona Bae, prodigiosa en alcanzar la gestualidad de una muñeca hinchable viviente, de un persona con un nulo interés de cualquier tipo.

Se equivoca el punto de vista, está contado desde la perspectiva de la muñeca hinchable, que francamente no tiene nada que contar en su cándido descubrimiento del mundo que no nos contara ya Kim Basinger en la va a ser que revalorizable "Mi novia es una extraterrestre". Ese pueril descubrimiento de la sensorialidad aparece aquí como recurso viejo, rematado con tres o cuatro peroratas con megáfono sobre lo sólos que estamos en el mundo y la necesidad de completarse.
Se desdeña la línea argumental del propietario de la muñeca (que acaba dando explicaciones a la misma en una escena muy sorprendente) y se pone el acento en otro personaje masculino, idéntico a la muñeca, con corazón pero sin cerebro. Que ya tiene que ser deprimente tener una muñeca hinchable y que encima prefiera a otro.

La conclusión a extraer es básicamente que qué poco interesantes son como mujeres las muñecas hinchables, que sus usuarios no deben lamentar que no hablen porque no tienen nada interesante que decir. Todo ello expuesto con la retórica de una Isabel Coixet y su cine de colorines, tactos, olores y sabores chupiguays. Y no pocas veces pienso que ni Isabel Coixet se atrevería a tanto.

Eso sí, en primera línea para ver "Kiseki", su director, aquí extraviado, se lo merece sobradamente.




sábado, 4 de febrero de 2012

JUHA

La ecuación de los estrenos "Le Havre"+"The artist" nos lleva inevitablemente a "Juha", la película muda de Kaurismaki, característica que engaña en los primeros minutos creyendo que le va a dar un toque distintivo por si misma, pero que acaba siendo un Kaurismaki de pura cepa, con esa gestualidad del reparto tan característica, a la que uno llamaría arbitrariamente "finlandesa", y ese universo gélido en el que late una llama de calorcillo en el epicentro.

Sería justo preguntarse lo mismo que en la película de ese director con nombre de alero del Zalguiris Kaunas (entrañable recuerdo deportivo de la infancia), ¿por qué muda?. En el caso de Kaurismaki ejerce de elemento distanciador de una historia no sólo folletinesca sino ridículamente moralista, que ningún ser adulto de este siglo debería asumir como propia.

Así pues "Juha" funciona muy bien, pero no es el recuerdo del cine mudo ni su relato en lo que se sustenta, es la elaboración de unas imágenes que puede que evoquen otra época del cine pero en las que primordialmente está la elegancia, la extravagancia, el humor y la creatividad de su propio director constante, que sigue siendo fiel a si mismo y no se parece a nadie, mudo, sonoro, en color, en blanco y negro, en París, Le Havre o Helsinki.





viernes, 3 de febrero de 2012

EL MESÍAS



El día de nieve me trae, como Anuncié, a Rosellini por adelantado y por sorpresa. 

Antes de hablar de Jesucristo, otro de esos personajes de la Historia...

Empecé el día con una excentricidad de esas que suelo tener en mente y me la quité de encima. Empecé a ver ese documental alemán de los años 30 llamado La victoria del tesón o algo así, donde a pesar de algunos detalles visuales ciertamente logrados, me aburro demasiado con lo que muestra y aún peor, cuando admiro uno de esos detalles visuales (como la llegada a Nuremberg en avión), me repele al servicio de lo que está puesto en escena, por lo que considero excesivo dedicarle tantísimo tiempo. Veinte minutos y el principio y el fin para mí de los trabajos políticos de su directora.Mejor visitar alguna ciudad alemana para admirar sus hermosas construcciones.

El Evangelio de los descreídos

Respecto a Rosellini, entronca maravillosamente con la experiencia de un no-creyente. Hace unos seis años escribí el esqueleto y conseguí representar una obra de teatro escolar navideña, inspirado por la reciente admiración que me había despertado "El evangelio según San Mateo", de Pier Paolo Pasolini. La obra trataba de la fascinación cultural que ejercía una historia que era contada a generaciones y generaciones de distintas creencias, sin que la propia historia se agotara jamás. Eso me había sugerido la visión del Pasolini, sumado al descubrimiento de la espléndida y profundamente humanista "La última tentación de Cristo"", para mí una de las mejores películas de Martin Scorsese. Sumado a que la película de Mel Gibson, claramente inferior, no me había disgustado y sí sorprendido en su economía de palabras y en su visualización de hechos muy conocidos, convertían esas experiencias en definitiva a la historia de Jesucristo, cuya primera versión que vi fue la más convencional de todas (Franco Zeffirelli), en una historia de la que sacar un inagotable provecho cinematográfico. Ahora vista la película de Roberto Rossellini, de lo que pueda haber sacado George Stevens tengo mis dudas, pero estoy muy convencido de que Nicholas Ray habrá hecho en su clásico una película más que interesante que de momento me estoy perdiendo.

Non si puo vivere senza Rosellini

Nada sabía del Rossellini de la década de los 70, de sus trabajos para la televisión ni del cine didáctico . Empieza provocando una sensación de extrañeza por el despojo de la propuesta, como si no hubiera nada extraordinario en ella, como si fuera una versión convencional. Pero el paso de los minutos, a medida que la palabra, o el verbo, cobra protagonismo en al película, el verbo va provocando la sensación de montaje, de velocidad, de ritmo. Es una película en la que hablan muchísimo, y donde en la segunda parte del metraje se dicen a casi cada secuencia palabras trascendentales en el acervo cultural de nuestra sociedad, y la musicalidad del diálogo imprime una fuerza inusitada (qué impensable me parece intentar verla doblada). La fuerza de la palabra de una historia mil veces contada se mantiene pura, con un primitivismo admirable. Estoy seguro ahora mismo que ésta es la puerta de entrada a muchas películas duras de roer de Jean-Marie Straub y Daniele Huillet.

Para acompasar a esa fuerza de la palabra, se saca un provecho deslumbrante de escenarios  naturales, de un reparto sin adulterar. Se mueven por pantalla y la película fluye como si de verdad todo hubiera sido así, en la desnudez de artificio dramático, en la dramatización algo cándida, algo violenta, sencilla y tan directa, está la belleza radiante de una película memorable.







jueves, 2 de febrero de 2012

LA REINA KELLY

Tras dos meses de películas recién salidas del horno,vamos con un nuevo clásico (iba a volver con "La paura", pero no sé qué pasa, que a lo largo de los años no llego ni al minuto 3 de esa película, antes de quedarme profundamente dormido durante todo el metraje). Un día de estos la emprendemos del tirón con Rosellini, que hay mucho disponible, entre ellas un mesías que me da buena espina, habida cuenta de la buena suerte que suelo tener con Jesucristo en el cine.

Hablando de Jesucristo. Para días fríos y agotadores como éstos, qué bien aguanta el tipo Erich Von Stroheim, o lo que queda de Erich Von Stroheim, director maldito por excelencia, quizás sólo hayan tratado casi tan mal como a nuestro director a Orson Welles o Sam Peckinpah.

Y de Erich Von Stroheim, "La reina Kelly" o lo que queda de "La reina Kelly", esa película muda mítica que Norma Desmond ve en la soledad de su mansión, en la que su chófer es el director de la película. Esa película financiada por el padre de JFK, amante de la protagonista, una inmensísima Gloria Swanson, que es el alma de esta obra.

En el cine de Von Stroheim, la mezcla entre uno de sus príncipes sátiros y una huerfanita del convento nunca provoca nada bueno-o sí-domina como nadie ese clima de mórbida agresividad sexual, envuelto en una suntuosa elegancia de cámara y decorados. Una película magistral, eléctrica, en la que sólo cabría lamentar lo que a partir de la hora y cuarto intuimos que se ha perdido, en una de las pocas ocasiones en las que las fotos fijas, las odiosas fotos fijas, no resultan repelentes y sí muy clarificadoras.