lunes, 14 de abril de 2014

LA INFANCIA DE IVAN

Tarkovski debuta en el largometraje porque lo que ha rodado otro director Eduard Abalov no gusta al comité de turno. Y así, tras pensárselo tres días, nace "La infancia de Iván", que se dice que aceptan porque no entienden.

Aún así, tristemente carga con el sambenito positivo y muy injusto de Tarkovski accesible, por su cuerpo de sólido relato bélico. Y no porque ser accesible sea malo, sino por la pereza y la simpleza de considerar que sólo determinado tipo de relatos lo son.

"La infancia de Ivan", como "Andrei Rublev", es un buen y muchas veces un gran film, probablemente sea incluso menos genial que "Andrei Rublev", y lo más sobrecogedor que hay en él son las secuencias oníricas que marcaron a una generación de cineastas, no en vano Bergman hablaba de "territorio de los sueños", y lo más conmovedor es toda la poética de guerra, condensada en momentos como el del beso sobre la zanja o la carrera por la playa que no tiene nada que envidiar a ningún Doinel del mundo a pesar de haber sido filmada posteriormente, o ese final en clave documental de algún modo paralelo al final de Rublev.

Que no sean las hazañas bélicas las que lo conviertan en accesible, a tan insólita y tan bella película, que me sigue pareciendo todavía el inicio de un camino que iría construyendo el director con los años. El inicio de un camino no es la base, ni es inferior al final del camino, simplemente aún está huérfano de los aprendizajes, intensidades y revelaciones que el camino deparará.











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