martes, 15 de abril de 2014

STALKER

En el blog ya hay entrada para "Solaris", que me parece la mejor película de Tarkovski, y para la genial "El espejo", por tanto tenemos que continuar con "Stalker".

"Stalker" es su última película soviética, otra vez llena de problemas con una censura que le autorizaba primero los guiones y luego ardía iracunda por las supuestas lecturas críticas. Aderezados los obstáculos esta vez con la conocida circunstancia de haber tenido que repetir todos los exteriores, mal positivados en inicio.

"Stalker" es, en feliz hallazgo de planteamiento, estructuralmente un western, una película de aventuras o de ciencia-ficción. Seguramente alguna vez hayamos comentado las tonterías que decía Tarkovski acerca de ello, en una de las habituales muestras de incultura y de prepotencia de la intelectualidad europea. Que la ciencia-ficción era una "excusa". Ya, ¿y cuándo no lo es?. El género es una excusa, es un medio y es un fin. "Stalker" no es más profunda que "Moonfleet" o "Centauros del desierto" o "Viento en las velas", cuyo contenido no podría entenderse sin su género, no es una excusa, forma parte indisoluble de su propio contenido. Eso Ford, Lang o MacKendrick lo entienden perfectamente. Tarkovski parece tener mil y un complejos en sus declaraciones.

"Stalker" es la historia de una búsqueda en un mundo hostil en sepia. Tras dos obras de tanta inspiración y magnificencia como "Solaris" y "El espejo", el ruso ya no tenía límites. Plásticamente te introduce en otro mundo, y comienzas el viaje con el stalker y sus dos clientes hacia el resplandeciente color de La Zona.

De vuelta del viaje, de la aventura, silenciosa, en penumbras e inundada de un agua estanca y triste, "Stalker" ofrece en sus quince minutos finales lo mejor de la película, un vibrante y poético monólogo femenino que trae a la memoria, y no es la primera vez que pasa, al cine de John Ford. No tenían nada que ver, salvo esa poesía tan humanista, rotunda y lírica con la que tratan los dos a la madre.

"Stalker", sobre un relato de los Strugatsky, larga y pausada, declaraciones intelectuales al margen, es una de sus  obras maestras.









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