sábado, 14 de junio de 2014

TRONO DE SANGRE

Hacía tiempo que no veía una de Kurosawa. Yo creo que muchos nos encontramos con Akira Kurosawa como puerta de entrada al cine japonés, y lo admirábamos como admirábamos a Billy Wilder y otros caídos en desgracia tras el big bang cinéfilo del P2P que ha sido menos sumativo de lo que hubiésemos querido. Ahí está A.K y ahí permanece. Tuvo negrísimos momentos en vida y siempre pareció remontar de nuevo, y una vez fallecido la historia se repite. Hemos conocido a Naruse o a Shimizu y nos ha alegrado y cambiado, pero lo que tiene que aportar o regalar Kurosawa sigue ahí más allá de nuestros vaivenes.

"Trono de sangre" es paradigmätica del arte de A.K, están en ellas agazapadas  "Kagemusha" y "Ran" pero sin el color. Toma como base el Macbeth pero la ambientación japonesa no es coyuntural. A la película le interesan las armaduras, las antorchas, el espacio físico del fuerte, la sangre en las paredes que evoca traiciones y fantasmas. Es una película profundamente japonesa, o profundamente perteneciente al universo de contador de épicas que ya estaba configurando el director.

Shakespeare había creado sus bosques y sus brujas, pero la recreación de Kurosawa no existiría sin su vocación de apasionado narrador, pura fuerza en movimiento de un Macbeth donde lo lírico, lo aventurero, lo cinético y lo fantasioso se funden  de forma fascinante. El espacio físico que ataca o es atacado y el uniforme sólo habían sido estéticamente tan importantes en las películas de caballería de su admirado Ford. Pero Ford tiene una visión propia y es un autor, y Kurosawa se reserva el papel de fastuoso trovador que nos tiene encandilados. El amigo perdido por dejadez que espera paciente ante los inconsistentes caprichos de nosotros, los que éramos y somos sus pésimos valedores.










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