domingo, 7 de septiembre de 2014

CAMELOT

Las herencias de la utopía


No todas las películas políticas tienen el mismo formato. Las puede haber incluso en formato musical, en pantalla ancha, colores, cursilería kitsch de lascivia hortera y canciones tan increíblemente bien integradas en la trama que cantando casi parece que no canten.

"Camelot" es un curso acelerado de política, cultura humanística, buenos deseos y por dónde hace aguas todo ello. El rey Arturo (Richard Harris) es un adelantado a su tiempo. Y eso que su tiempo es la Edad Media, que aún hoy en día sigue siendo sinónimo popular de sinrazón.

Cree en ideas de amor y justicia, en resolución pacífica y civilizada de conflictos. Y además está enamorado de Ginebra ( una absolutamente resplandeciente Vanessa Redgrave), una criatura vitalista obligada a casarse en plena efervescencia hormonal pero que accederá conmovida por el tesón mágico, humanista y civilizatorio de Arturo.

Pero ahí se introduce el pecado original, la criatura efervescente del lusty month of may pronto conocerá a Lancelot du Lac (Franco Nero), un caballero revestido de pureza y santidad que la llevará a la traición, o a provocar por lo menos un hondo sentimiento de traición, si es que hablar directamente de traición parece un simple juicio moral.

Arturo lo niega y se lo niega todo a si mismo, y ahí empieza a caer su utopía, porque con la negación comienzan las injusticias, y los rivales políticos, Mordred (David Hemmings), empiezan a aprovechar las injusticias para manipular las bajezas de la ciudadanía , que haberlas haylas. Tras negárselo a si mismo intenta utilizar su perspectiva humanista para afrontarlo, pero no le es posible. El dolor sigue siendo hondo, por condicionamiento burgués (avant la lettre) o por su propia naturaleza y sentimientos que no puede negar, por la ruptura del pacto de fidelidad (más biológico o más cultural) que había hecho.

La utopía fracasa pero nada ha sido en balde. La memoria del intento perdurará por los siglos de los siglos, en las mentes. Y la memoria de los intentos ha perdurado en las nuestras. Y somos mejores gracias a esos intentos. Y aún podemos ser y sentirnos mejor.

"Camelot" es la adatación de un éxito teatral, como se hacían tantas a finales de los 60 y como parece que no han dejado de hacerse del todo todavía. Esta semana se estrena "Jersey boys" de Clint Eastwood. No resulta fácil calibrar cuánto es mérito del trabajo cinematográfico y cuánto pertenece al poder dramático de la obra original porque el objetivo era trasladar la obra a la pantalla para llegar a más público. Algo que tiene sentido más cuando las obras del repertorio clásico van dejando de representarse casi 50 años después en favor de versiones musicales de películas como "Billy Elliott" (y en Madrid en favor de musicales sobre Mecano, el Dúo Dinámico o los hombres G).

El director Joshua Logan es de hecho mucho más prestigioso en el teatro que en el cine, pero eso no empaña la excelente labor que realiza en "Camelot". Se podrá pensar que en términos de cinematografía es incomparable a la labor de un Robert Bresson filmando "Lancelot du Lac". Pero pon a Robert Bresson firmando con estos resultados la puesta en escena de esta obra de teatro, le daba un cortocircuito neuronal. Se podrá decir que el cine no debería limitarse a filmar en pantalla obras teatrales, pero no lo hace, no se limita, hace esto, hace lo de Bresson y hace de todo. Y ahí reside la inmensa mayoría de su grandeza.








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