sábado, 8 de febrero de 2020

AIDA de Giuseppe Verdi

Accidentada tarde de gloria en el coliseo barcelonés. Antes de entrar me sorprende una manifestación por la autodeterminación de Cachemira con un montón de personas de semblante muy serio convencidas de la gravedad de un asunto que algunos ignorantes desconocíamos.
Se representa "Aida", con los decorados de Josep Mestres Cabanes de 1945, protagonistas absolutos de la función y el mismísimo porqué de su programación.. Como con ese ingenio mecánico sobre el que giraba la última tetralogía del MET, yo veo una fuente de inconvenientes:
-Tres intermedios, yo no recordaba tantos a pesar de haberla visto sobre las tablas hace muchísimo y leo por ahí que normalmente no hay tantos. Cómo se ralentiza su aparato dramático, ha sido una tarde larguísima.
-Un montón de gente entrando y saliendo en todo momento de esos bellísimos mamotretos que tanto cuestan de cambiar y un desprecio olímpico por su trío protagonista, que por algún extraño motivo ha cantado durante tres horas arrinconado a la derecha de la escena para desesperación mía y de una simpática pareja vecina de butaca que había venido a no ver nada expresamente desde Valencia. El dúo final lo han cantado directamente en el bar de la esquina (¿dónde estaban?) y creo que independientemente de que no ocupáramos localidades con una visibilidad del 100% lo de hoy ha sido absurdo y no es habitual y quizás no sobre comentarlo con Liceu, ha sido cómico.
-Todo ese montón de gente apegotonada en la parte delantera del escenario que se ha tenido que cambiar el ballet por una especie de ejercicio de capoeira grotesco. Nada que objetar a estos cambios si realmente son libres pero en este caso no ha habido ballet, ballet expansivo y rotundo como marca la partitura, porque simplemente no había espacio.
Consignar también que se ha tosido muchísimo, más de lo normal, he estado por llamar a una ambulancia, que se ha aplaudido en algunos momentos mucho antes de que la música acabara, y no soy puntilloso pero lo de hoy ha sido estúpido, no me molesta un aplauso tres notas antes, aunque no proceda, pero no ha sido el caso, nuevamente tampoco es habitual, y que en un determinado momento la pobre arpista se ha levantado tras terminar su cometido en plena actuación de la orquesta y no podía salir del foso, la puerta se le ha atrancado.Temí que tuviera que volver a su sitio tras sus denodados y buñuelescos intentos por salir del foso pero finalmente ha dado con el juego de muñeca correcto para abrir la puerta.
Lección aprendida, al igual que me pasó con la valquiria neoyorkina del año pasado, cuando me hablen más de la escenografía que de cualquier otra cosa no voy.Es cuando las máquinas y las cosas no dejan trabajar a las personas.



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