Me ha gustado mucho el inicio de "Domino" (Brian De Palma, 2019), una rigurosa aplicación del devocionario de De Palma hacia ese impresionismo que filma cómo filma Hitchcock, ése cine del inglés pasado por espejos del callejón del Gato, que comienza por una Copenhague en bicicleta, como Hitchcock habría aprobado que fuera filmada, y sigue con un largo comentario desarrollado a la escena inicial de "Vertigo". Promete pues la película un De Palma fiel a sus señas de identidad.
A partir de ahí todo se desvanece como la lady del Hitchcock del 36. No porque la trama sea una tontería (¿qué trama de De Palma no es una tontería?) sino porque hay que coger con pinzas el discurso depalmiano acerca de la imagen (o del cine) como principio y fin en el terrorismo actual, un discurso que carece de su traducción en imágenes, en fetichismo o en ritualidad visual. Todo el mundo mira una pantalla en "Domino" pero eso carece completamente de significación visual por cómo está filmado y se queda en la enunciación teórica hasta llegar a otra de sus piezas en la plaza de toros de Almería, también carente de su capacidad para fascinar, de su talento infinito para el artefacto.
Dice que no es suya, que los daneses se la han destrozado y que le falta media hora donde iba a pesar esa matanza en un festival de cine. En fin, sea como sea, una obra igualmente significativa para entender a este director, tanto por virtudes, que son pocas, como por carencias. Quiero decir que no es un encargo despersonalizado sino que se nota el intento de dibujar otra de sus obras personales, y como fracaso puede ayudar a entender las condiciones que reúnen los logros.
Vaya. No esperaba mucho, pero es que De Palma nunca me ha entusiasmado. ¿Darías tus cuatro o cinco preferidas suyas?
ResponderEliminarFascinación, Impacto, Misión imposible, Femme fatale y Pasión, por ejemplo, a mi me encanta y no es nada fácil transmitir el por qué.
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