Tenía dudas sobre si la altísima consideración que me merece "Pierrot el loco" (Jean-Luc Godard, 1965) estaba claramente condicionada por el irresistible atractivo de Anna Karina, uno de esos mitos cinéfilos cuyo fallecimiento produce verdadera tristeza (aunque sea una tristeza fetichista algo absurda, no la conocíamos, no disfrutábamos de nuevas películas, en nuestra vida todo sigue igual). Dudas despejadas, el bellezón y el atractivo de esta maravillosa mujer siguen indemnes pero la película es soberbia en si misma. Y volviéndola a ver me sucede algo que adoro con los directores que me gustan, las barreras entre épocas y etapas se difuminan. En "Pierrot el loco" ya hay mucho del Godard que será y es, una brillante libertad a la hora de alternar digresión, citas, poesía, libertad, locura, arte, cultura, insanamente aliado con su pareja protagonista Belmondo-Karina, los colores de Coutard (ese mar, y es que más que una huida hacia el vacío a veces parecen unas vacaciones de cine), y un Fuller que pasaba por ahí.Unos amantes de la noche a pleno sol, una joya salvaje para dejarse hipnotizar.
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