domingo, 6 de diciembre de 2020

LE SEL DES LARMES

  "Le sel des larmes" (Philippe Garrel, 2020) comparte con Hong lo poco interesante que es jerarquizarla dentro de su filmografía y su valor como pieza del rompecabezas de una larga obra. Son de ese tipo de directores que jamás van a cambiar de coordenadas emocionales ni van a adaptar una novela (cosa por otra parte estupenda de hacer) ni van a aceptar encargo alguno. Son mundos cerradísimos, ensimismadísimos, y al igual que Hong (por suerte, para qué nos vamos a engañar) ahora es muy difícil determinar qué lugar ocupan en el puzzle porque siempre estamos distraídos con la pieza nueva y nunca volvemos atrás. Pero vaya, que si se tienen que morir para eso preferimos no encajar la pieza. Yo me lo he pasado muy bien con esta película, sin medias tintas.

Me he animado bastante lo de las acusaciones de machismo y sexismo para verla desde varias aristas, acusaciones que solo puedo entender bajo ciertos apriorismos simplones que barrerían de un plumazo la Historia del Cine. Es decir, que si el crítico se levanta tontuelo ese día se la puede acusar de machista pero si aplica ese apriorismo día tras día a todo se vería obligado a abandonar el cine. Pero es que de verdad no lo es, en absoluto, es obvio que es una película durísima con su personaje masculino, uno de los más espectaculares desastres emocionales del género que se ha visto en pantalla.

Y la película, y eso quien me ha leído dos minutos sabe que lo digo sin el menor menoscabo intelectual, me parece un film de amor, pocas cosas pueden ser mejores que ser un film de amor (incluido el fabuloso personaje de André Wilms), hermoso y sencillo, de los que me extraña que les falten tantos dedos para contarlos a los críticos que no han digerido bien, ¿qué?, ¿que ella caiga tan rápidamente rendida en la parada del autobús?, ¿que no conozcan el interior del otro antes de empezar una relación?, ¿la reacción de él ante un embarazo?, ¿que se vayan de putas?, como si cada escena no tuviera un espejo o un contraplano que la contradice felizmente. Y es que la contradicción es la esencia del buen cine.




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