viernes, 9 de junio de 2023

EL INFIERNO DEL ODIO

 Imagino que vi esta película por primera vez en el año 2001, que es el que consta como año de la edición del vhs de Filmax. Sabía entonces que estaba basada en una novela de Ed MacBain pero no podía (o no acostumbraba) a documentar tanto como ahora, una novela perteneciente a una serie llamada "Comisaría 87", de la que tengo uno de sus episodios, no éste en particular, en la biblioteca casera, (en el apartado de los no leídos). Lo tengo porque me lo encontré caminando por la calle en un cajón de segunda mano expuesto al público, supongo que con el deseo de su propietario de deshacerse de los ejemplares. Pero un momento, ¿una serie de policias sirve de argumento a esta famosa obra sobre un industrial que ha de lidiar con el secuestro del hijo de su chófer, que es lo que yo recordaba?. Ahora vamos.

"El infierno del odio" (Akira Kurosawa, 1963) empieza con una hora de metraje que resulta ser uno de los ejercicios de suspense más magistrales que jamás se hayan filmado. Un industrial de la zapatería femenina (espectacular Toshiro Mifune) en un momento clave de su trayectoria tras una secuencia de apertura demoledora, recibe la noticia de que su hijo ha sido secuestrado...aunque no ha sido exactamente así y se ve abocado a un conflicto individual donde sus propios valores y un conflicto de clases entran en liza en el espacio acotado de un fastuoso apartamento en las colinas de Yokohama.
Kurosawa te deja sin respiro y ojiplático en poco más de una hora, a través además de un insaciable juego de composiciones en ese apartamento y de maneras de situar a los personajes en el tablero de la tragedia, pero yo creo que acierta resolviendo rápidamente la tensión y el conflicto moral para evitar que la película acabe convirtiéndose en un ejercicio cinematográfico tan brillante como abocado a consumirse en si mismo una vez que se resuelve.
La segunda parte de la película se repliega sobre si misma buscando al mismo tiempo explorar otros caminos. Kurosawa debe volver a todo lo que ha pasado en una hora, desplazando totalmente el foco de Mifune, que desaparece prácticamente de escena, al policía interpretadio por Tatsuya Nakadai en un resto de película que podría adscribirse al llamado "police procedural", en el que se enfatizan minuciosamente los pasos seguidos por Nakadai y su particular versión de la "comisaría 87" (con toda su camarilla de colegas) para dar con secuestrador y con dinero.
Es posible que en esa segunda parte el corazón ya no vaya a mil por hora pero de no haber tomado la decisión de cambiar el tono y bajar a los infiernos desacelerando el ritmo, la película se habría condenado seguro al fuego de artificio tan cegador como perecedero. Creo que anticipa el thriller moderno de un David Fincher o un Michael Mann, que proceden directamente de este Kurosawa, que a su vez se alimenta de la novelística policiaca estadounidense, en un juego infinito de bonitas retroalimentaciones. Y la película por su audacia, por su valentía para buscarse más allá de los confines que ella misma establece, sigue siendo una de las grandes obras maestras de Akira Kurosawa.



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