No hay belleza, no hay diversión. Sólo un sentido de la provocación y de la procacidad más que desagradable tan cansino como puede resultar la lectura de un Henry Miller.
Jean-Claude Carrière y Anne-Marie Mièville en el guión resultan justamente eso, cansinos, en lo que parece una especie de regalo bobo de cumpleaños al propio Godard. Ni las imágenes de Lubchantsky alucinan como otras veces ni las maravillosas presencias de Nathalie Baye e Isabelle Huppert sostienen una película bastante sosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario