jueves, 14 de febrero de 2013

L'AMOUR FOU

                                       


Para todos los amantes del cine

Viernes 17 de enero de 1969. París. Una fabulación. Tan inexacta, irreal, no basada en nada, y tan poco rigurosa como todas las fabulaciones. Dos días antes Jacques Rivette ha estrenado "L'amour fou". Es el tercer largo de ficción de este chico, tras "Paris nous appartient" y "La religieuse". Un chico de espíritu que tiene ya sus 40 años.

En aquel enero de 1969 quizás éste Julio Cortázar fue al cine a ver la película de Rivette, quizás en esta foto sale de ver la película o está a punto de entrar a la sala.

El día del estreno la Unión Soviética lanzó la nave Soyuz 5, ayer diez pinturas fueron vandalizadas en el Metropolitan de Nueva York, mañana un estudiante chescoslovaco se prenderá fuego en protesta por la invasión de la Unión Soviética, el lunes Nixon toma posesión como presidente de EEUU. En Francia ese año dimitiría De Gaulle y Pompidou sería elegido presidente.

Hoy ha nacido Lukas Moodysson y el jueves que viene nace Ariadna Gil. 

Las mejores películas del año que acabamos de dejar son las siguientes para "Cahiers du cinéma":

Before The Revolution (Bernardo Bertolucci) 
The Edge (Robert Kramer) 
Don't Let It Kill You (Jean-Pierre Lefebvre) 
Le Regne De Jour (Pierre Perrault) 
Barrier (Jerzy Skolimowski) 
Stolen Kisses (Francois Truffaut) 
Ride In The Whirlwind (Monte Hellman) 
The Bride Wore Black (Francois Truffaut) 
Les Contrebandiers (Luc Moullet) 

Y Veruchka sale en el Vogue:

                                                         

Hace mucho frío ese viernes. Las clases han terminado por esa semana. Pierre habla de literatura en el Liceo Louis Le Grand y su novia Marie aspira a ser actriz de primera categoría algún día. A Pierre le gustó la anterior película de Rivette porque él enseña a Diderot y ha leído que ésta tiene que ver con Racine, aunque le asombra y le da miedo que dure cuatro horas. Marie está ensayando una obra de Anouilh y libra esa tarde de viernes, quiere relajarse de tantas tensiones, empezaron después de Navidad y no han parado ni un sólo día.

Dirigen rápidamente sus pasos a un cine del Barrio Latino como éste (pero veinte años antes):

                                            

Se sientan cómodamente y dejan que se apaguen las luces, sin la seguridad de si está o no está Julio Cortázar en la sala.

                                           
                                           


Marie piensa que le gustaría ensayar en un escenario como ése, los dos piensan que es un lugar muy deportivo y apasionante. Pierre no ha visto nunca a Bulle Ogier, pero a Marie le suena de una serie de TV. La televisión precisamente está muy presente en la película y los dos recuerdan que han visto en ella algo sobre Renoir que ha hecho Rivette.

Están viendo una película sobre una compañía de teatro, sobre ensayos y tensiones, vista como documental cinematográfico, pero no tarda en aparecer la intimidad de la pareja. Han leído que en la última edición de Venecia ha sorprendido "Faces" de Cassavetes, el actor, pero no la han visto todavía, realmente aún no han visto algo con esa autenticidad y extraña cercanía.

Marie no puede apartar sus ojos del tatami blanco. Por momentos se siente aliviada, se ve con fuerzas para seguir con su trabajo y por momentos le brillan los ojos pensando en su trabajo. Es actriz, las actrices trabajan en lugares así, las filma la televisión, existe un proceso, una manera de actuar, esa manera de actuar, esa trastienda interesa a todos, merece la pena registrarla, entenderla.

Claire (Bulle Ogier) abandona la obra, y es sustituida por Marta (Josée Destoop), que va a tener una importancia fundamental en la película, pero Pierre y Marie todavía no han focalizado sus ojos en ella, aún están pendientes de Claire y Sébastien (Jean-Pierre Kalfon). 


                                             

Quizás las cosas no vayan bien entre ellos, pero se producen algunos momentos eróticos verdaderamente chispeantes que hacen pensar en Pierre en su deseo por Marie, en Marie en su deseo por Pierre. Rivette sabe fotografiar esa chispa, esa chispa agónica e inagotable sobre la que se articulará la película.

                                             
                                             

A Pierre le gusta la historia de amor. Ha visto películas de Bergman, ha visto películas de Antonioni, pero cree que quizás esté muy lejos de Marcello Mastroianni, de Alain Delon o de Gabriele Ferzetti. La casa donde vive con Marie se parece más a la casa que sale en la película, ellos dos se visten de manera muy parecida a cómo lucen Sébastien y Claire. Hay algo que tiene que ver con su propia vida, aunque no sienta esos temblores en los cimientos que anuncia la película.

                                            
                                             
                                             

Ha pasado una hora. Los dos están contentos con lo que ven. Piensan que no se parece exactamente a ningún film en ese momento. Pierre recuerda un tanto la sorpresa que le produjo el primer largo de Godard, que era otra cosa, pero todavía quedarán unos años para que dejen a su pequeña Lise a cargo de la hermana de Marie y vayan juntos al cine a ver "La maman et la putain" de Eustache, lo más parecido que habrán visto en su vida al film de Rivette, una película maravillosa que aún así no eclipsará a lo que están viendo esta tarde.

En la segunda hora se instalan definitivamente en la película, deciden quedarse con esa pareja y saben que no abandonarán en las próximas tres horas. La apuesta sube de intensidad. Sébastien y Marta flirtean, Claire graba fragmentos de la obra que debería estar ensayando, algo empieza a quebrarse en ella.


                                         
                                      
                                       
                                         

Nuestros espectadores sienten un dulce cosquilleo en sus piernas y en su pecho. Pierre piensa en el director. Le gustó lo que hizo con la obra de Diderot, sí, pero aquí ha querido hacer otra cosa, si no hubiera llamado a su obra "Andrómaca", ha querido llevar al cine de la mano y hacerle saltar varios peldaños hacia el cielo.La película tiene varias capas, habla de una profesión y de una manera de hacer y habla llevando él mismo su propia profesión hasta otro terreno, ambicionando y buscando. Pierre siente que él debería hacer lo mismo todos los días con su oficio, que no vale adaptar hoy a Diderot y mañana a Racine, que mañana tiene que dar de si mismo su propio "amour fou", que todos los días de su vida deberían tener más que ver con esta película de Rivette que con ninguna que haya visto en los últimos tiempos.

Marie está conmovida con lo que ve. Sólo se había trastornado así con "Ordet", con "Anathan", con los "Cuentos de la luna pálida", con "Apu sansar". Han pasado dos horas y ya están enamorados de la película, latiéndoles el corazón fuertemente.

En la tercera hora ya están ganados. Ha habido un intermedio fundiéndose con una silla del escenario tatami. Han estirado las piernas, han charlado y se han besado. Pero nada importa porque están ganados. Empieza la segunda parte con el espacio y el tiempo ya distorsionados, confundidos, formando parte de todo como si hubieran estado allí desde siempre. La película sigue mostrando a Claire tan perdida, los ensayos, la relación entre ellos dos, tan crítica, tormentosa y sensual, pero sin toscos aspavientos.

                                         
                                           


La cuarta hora se abre a la locura y al caos y a que también se puede ensayar por la noche. Pierre y Marie están en un extraño estado morfínico, Pierre ni si quiera siente ya algunos dolores físicos que estaba padeciendo con el pesado invierno de parís. Marie se siente aturdida.

La obra está a punto de representarse, la historia de amor es triste y quizás sin final mientras las calles de París te observan. El público espera impaciente y la cámara funde con el tatami blanco.

                                         
                                          
                                           
                                            

Nuestra pareja sale eufórica del cine, son las diez de la noche. Se abrigan bien porque tienen mucho frío y mucha hambre y aunque es algo tarde buscan algún lugar donde comer algo. Caminan rápidamente, sin mirar por dónde van y hablan de la película atropellándose emocionados y condescendientes. Las películas no tienen un poder absoluto, pero algo, que ya había estado allí desde siempre ha cambiado desde hoy en su mente y en sus corazones.

Siguen sin saber si Julio Cortázar estaba o no estaba en la sala.


6 comentarios:

  1. Estupendísima tu, vamos llamarle, historia, Sergio. Es un Rivette que tengo pendiente,se que tengo que buscarle sitio a esos 250 minutos y esta temporada camino por otros senderos. Pero caerá, caerá.

    Saludos.

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  2. Gracias. Siempre corre uno el riesgo (asumidísimo) de caminar por el fino sendero del ridículo escribiendo estas cosas pero es que tras verla no podía escribir un comentario convencional. Me ha parecido.... Y sí, no es una película urgente, conviene encontrar el momento y disfrutar de esta fiesta de cine.

    Saludos

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  3. Muy bello y original tu comentario (me ha encantado la estructura que has utilizado), cierto era arriesgado pero puedes estar más que satisfecho del resultado; comparto contigo los lazos comunicantes que vinculan a Rivette con Cortázar, viendo las fiestas nocturnas, los paseos parisinos, los encuentros inesperados o buscados de Paris nous appartient es imposible no recordar Rayuela, igualmente el carácter lúdico de muchas aventuras rivettianas (como las Celine y Julie) está muy cerca del homo ludens que practicó el argentino en sus inolvidables colecciones de cuentos, se ha hablado mucho de la conspiración borgesiana, de James y su casa de la ficción, de Carroll y sus espejos, de los dramaturgos convocados por Rivette en sus películas, pero Cortázar es otra presencia real en su cine, ignoro si voluntaria o simplemente consecuencia de vivir los mismos paisajes y aromas, algunos intereses e incluso alguna influencias (Cortázar admiraba a Lang casi tanto como Rivette) y, en definitiva, del interés de ambos por transitar entre el lado de acá y el lado de allá, y a otros lados, por supuesto, con o sin la ayuda de Morelli.
    Roberto

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  4. Gracias por la aportación, Roberto. "L'amour fou" me ha deslumbrado, cierto, pero todos esos lazos e interrelaciones siguen muy vivaces en la posterior carrera de Rivette. Casi todas sus grandes obras me han deslumbrado en su primer momento hasta parecerme únicas y las mejores (como me pasó con Celine y Julie, con tantas otras...). Podríamos decir que arrejuntándolos a todos, cineastas y escritores que París era una fiesta. La próxima, echándole valor (de Rivette, no la próxima entrada), será "Out 1"

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  5. Inspiradísimo, Sergio, muchas gracias. Tu texto ciertamente transmite la poderosa impresión que te ha debido causar la película para trasladarte a ese momento, ese lugar, ese cúmulo de experiencias vitales y cinéfilas.
    Saludos,
    Rafa

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  6. Gracias, la entrada ha tenido un altísimo número de visitas (para 10 días que lleva y comparada con otras entradas en los mismos días). Estoy contento. Este fin de semana cambio de tercio.

    Saludos

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