lunes, 26 de agosto de 2013

UNE VIE


Recapitulando muy superficialmente y acordándose de obras de Albert Lewin, Max Ophuls, Jean Renoir, Powell y Pressburger, Vincente Minnelli o el mismísimo Nicholas Ray, los años 50 son una edad dorada para los trabajos más expresivos en color. Eso contradice  a aquel popular sambenito que supone que al cinéfilo le interesan esencialmente las películas en "blanco y negro", pues no hay nada más estimulante que un sublime y expresivo trabajo a todo color.

Alexandre Astruc fue un crítico francés de corta carrera como director, influyente en la concepción visual del cine de los cahiers, que recogió en "Une vie" algunas de las mejores cosas de los trabajos citados.

Sin duda su mayor baza fue la fotografía en color de Claude Renoir, ese asombroso artista que ratificó que lo de los Renoir con el arte era genético, sobrino de Jean y nieto del pintor. Una fotografía de una elegancia y una belleza absolutamente cautivadoras que colocan al film entre lo mejor de la década.

Pero "Une vie" no es puro esteticismo, su adaptación de Maupassant tiene también mucho del tono de Ophuls en "Le plaisir", y sus colores no hacen si no prestar una fantasmal, romántica y sangrante ironía a su historia de amor y desamor, con una Maria Schell que para mí funciona mejor en Europa que en Hollywood, y una Antonella Lualdi en un personaje de esos fáciles de recordar por el fatalismo que llevan impreso desde el minuto uno.






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