lunes, 2 de septiembre de 2013

HOT BLOOD+GANGA BRUTA

Recuperamos puntualmente los programas dobles, unidos a veces por la pura casualidad y por las ganas de descubrir en vertientes más ocultas del cine.

HOT BLOOD

A veces este extravagante ejercicio de escritura sobre películas lleva implícita un imperativo circense no escrito por el cual los lectores esperamos la posición del pulgar del que escribe, pero sinceramente hay películas sobre las que no sé muy bien qué pensar.

Nicholas Ray hace "Sangre caliente" entre "Rebelde sin causa" y "Más poderoso que la vida", dos de sus títulos más aclamados. El propio Ray declara que estaba muy ocupado con la primera como para prestarle la debida atención a esta historia sobre la comunidad gitana.

Cuando empiezas hay momentos excesivamente pintorescos a los que cuesta acostumbrarse, y por momentos parece que estás viendo un popular show televisivo español en el que se caricaturizaba a la comunidad de manera grotesca. 

Sorprende también la franqueza de la película en momentos como el primer encuentro cara a cara entre Cornel Wilde y Jane Russell, en el que literalmente la cámara, adoptando el punto de vista de Wilde, se dirige directamente a los pechos de Russell y después un movimiento se eleva hacia la cara. Nos divierte y nos alegra que sea la sonrisa de ella la que enamora al príncipe gitano.

"Hot blood" tenía que durar 40 minutos más y tenía que ser un completo estudio etnográfico. Lo que queda de ella es un uso estimulante del color y del scope, una  tentativa bastante audaz de comedia musical dramatizada, ambas cosas en una línea que continuaría Ray en "Party girl", unos momentos festivos bastante largos que se fugan de una narración bastante esquelética y un sentimiento de búsqueda y encuentro de una comunidad y un hogar por parte de un outsider que cree que puede vivir sin ello. Todo, dentro de sus desequilibrios, profundamente unido a los sentimientos más reconocibles del cine de Nicholas Ray.













GANGA BRUTA 


Uno, que tiene unos gustos bastante canónicos, y que al final del día no tiene la sensación de que la historia oficial del cine ande excesivamente equivocada, pocas veces saluda con tanta alegría y con entusiasmo el nombre de un director no excesivamente mencionado, ni reconocido ni aplaudido entre la cinefilia media europea. Insisto en lo de media, claro, sé de buena tinta que los cinéfilos más prospectores, apasionados, admirados y cuidadosos conocen demasiado bien el nombre de Humberto Mauro como para que este párrafo les suene a chino.

Mauro está dotado de una expresividad visual y de una creatividad muy propias, con unos rastros no muy obvios, por mucho que uno imagine que en el Brasil de los años 20 y 30 se verían con facilidad las películas de Hollywood.

Es más, es como si fuese él quien influyó a posteriores películas. "Ganga bruta" tiene un punto de "Vertigo", casi un anticipo literal de la mítica de "De aquí a la eternidad", su propio folclore (que no es el de Orfeo negro), su propia carnalidad y su poética ingobernable, intransferible y difícil de asir, de abarcar y de comprender de buenas a primeras. De muy pocos directores nos sentimos tan estimulados de buenas a primeras a seguir indagando en su obra incansablemente. Y sin saber prácticamente nada del nuovo cinema. Es como empezar con Brasil desde el principio.







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