sábado, 11 de octubre de 2014

CARGA MALDITA


Si algo envidio a los profesionales de la crítica es que las diez de la mañana es sin duda una hora maravillosa para ir al cine. Desayunar y entrar a la sala oscura es un hermoso ritual muy poco frecuentado por mí.

Sitges tenía preparado clásico. Nacho Cerdà presentaba el proyecto de ubicar a su Phenomena en una sala estable y ha hecho una amena presentación de "Sorcerer" de Friedkin, ubicándola en la lista de proyectos locos de los suicidas directores USA de finales de los años 70.

Hasta ahora sólo sabíamos que Friedkin había hecho un remake muy fracasado de "El salario del miedo" (uno de los escasos clásicos de campanillas que no he visto, me he dormido un par de veces en los minutos iniciales, confieso), pero se daba muy por hecho que no valía la pena o estaba muy lejos del glorificado original.

Sin embargo, "Sorcerer" o "Carga maldita", en gran parte gracias a su restauración va ganando fans y prestigio y confirma a Friedkin si es que cabía mayor confirmación como uno de los grandes nombres surgidos de aquella década.

Un gozo dedicar tiempo a las esmeradas presentaciones de los personajes, luchar contra esa prisa genética del espectador para que empiece el meollo de la cuestión. En esta película esas presentaciones están verdaderamente logradas, atractivas, son pequeñas piezas libres de artesanía de primera, y no desmerecen del que se supone que es el clímax argumental.

Llegará después el archiconocido asunto de la nitroglicerina, en medio de una naturaleza digna de Werner Herzog, hostil, monstruosa, alucinada, con un rodaje igual de costoso y épico que los del alemán. Y se rematará la película con un magistral y fatalista final (ni dios entiende por qué se fueron tantos cinco minutos antes, quizás para fotografiar a Joe Dante, pero es que no había color entre las dos opciones).

Se encienden las luces y sale Friedkin reforzadísimo, muy alto, y qué bien encaja una película así en Sitges, y qué buena idea ha sido a lo largo de la historia hacer remakes y aplicar la mirada propia. Aquí mirada arrolladora y misteriosa, fantasiosa en el sentido más turbio de la palabra. 

Con Roy Scheider, verdadero rostro del cine comercial USA de los 70 junto a Gene Hackman quizás, y Paco Rabal.















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