Lo primero es lo primero. La proyección del film de Godard en Sitges empieza con el logo de una distribuidora española. Eso quiere decir que acabará llegando. Cuándo no se sabe, pero tendrá su distribución y eso al margen de críticas merecidas, perezas y desidias sigue siendo importante. Bien han hecho jugando la carta de Sitges y para eso puso uno un 5 en la papeleta del premio del público, que luego no cometan el tradicional error de traerla cuando toda la cinefilia ya la ha visto, que es lo más probable que suceda porque sale en Francia el 3 de diciembre en el mercado doméstico.
Ir a ver en octubre de 2014 una nueva película de Godard es un ritual de espléndido lujo. Emoción previa, diversión y expectativas por todo lo alto y un antes y un después humorístico. Emoción previa porque Godard completa siempre el fascinante mosaico de todos los cines desde 1959. Sus imágenes mutan dentro de una continuidad, sus temáticas se modulan y ejercen de sosegado altavoz de su tiempo, la narración se va deshaciendo como un azucarillo...siempre es el mismo pero siéndolo de otra manera siempre encaja en todas las décadas.
Antes de entrar todos nos convertimos en el espectador pesado de "Annie Hall", repitiendo además los mismos sonsonetes, que de puro machacones suenan absurdos. Yo fui sólo (bastante suerte tuve de ir), pero seguramente me hubiese contagiado de la tontería.
Entras y la prístina poesía de las imágenes te absorbe instantáneamente, adornada aquí con el relieve, tan singular como los móviles de "Film socialisme", pero no determinante, creo que el que tenga que conformarse con el 2D va a tener un bastante mucho de la esencia de la película. Que nadie se amargue ni se frustre, ni desaproveche tampoco la oportunidad de verla en 3D.
La película avanza imparable recordándote casi al principio dónde se ubica, en la crisis, en todas las crisis, y recorriendo desde su 2014 todos los rasgos de estilo irrenunciable, que no suenan a repetición, pero sí que confirman que el mayor valor de Godard no está en sus deificados aforismos en sí mismos (si acaso en la rima asonante de sus palabras con las imágenes), aforismos por los que jamás lo consideraría uno de los mejores directores de la historia del cine, sino por su personalísima y lírica arquitectura y escultura de unas imágenes imborrables (más incluso que en otras ocasiones recuerdo mejor lo que he visto que lo que han dicho).
"Adieu au langage" no me ha parecido ni mejor ni peor que otras obras suyas, una nueva y afortunadísima cita con un grande en la brecha, un escalón, una nueva parada en el camino. Pero tampoco me hace olvidar que junto a Bresson, y para mí Griffith, se ha convertido en sinónimo de absoluto (que él mismo alimenta con enorme y simplona presunción y más que torpeza con buena vista para saber venderse), como si se pudiese vivir en exclusiva de ellos. Cuando uno sale de Godard las películas de los otros, de los buenos, de los no tan buenos y de los peores, siguen existiendo, por suerte, después puede venir Resnais, pero también puede venir un David Fincher, un Wong Kar Wai, un Spielberg, un Rivette, un...y por suerte también existen las novelas, los cafés, los paseos y las siestas. El absoluto de Godard sólo te acaba llevando a recordar a los amigos a los que ni si quiera les ha gustado el cine y en definitiva a odiar los absolutos. Godard, como apuntaba antes, completa, sólo completa, de forma resplandeciente e iluminadora el mosaico cine y el mosaico vida.
Encontrarán por internet detalladas, brillantes y lúcidas exégesis sobre los sentidos de la película a través del análisis de sus formas. Yo les invito a verla, casi en exclusiva si son fans de la casa, los que no lo eran se largaron antes de acabar, pero no considero tarea mía escribir sobre aquello de lo que no soy capaz de escribir, y aún más imperdonable, debo evitar repetir aquellas frases hechas y perogrulladas que a mí mismo me provocan la risa floja. ¿Se imaginan que me pusiera a pontificar sobre el sentido del título?. No podría evitar decir otra vez que Godard se despide del lenguaje cinematográfico clásico, sonaría pomposo y bíblico (de lo que acusaba Goldie Hawn a Alan Alda en "Todos dicen I love you"). No, no podría. Mejor véanla y después lean. Si quieren, como si leer sobre las películas fuese siempre fundamental. Lo fundamental sigue siendo verlas.
Magnífico texto, que muestra que se puede disfrutar (y escribir) de Godard sin pedantería. Mientras tanto esperamos, con envidia pero sin impaciencia, que la película llegue a las salas...
ResponderEliminarMuchas gracias, otro tipo de textos tienen mis respetos porque entran donde yo no soy capaz de entrar, pero constato (nuevamente) que no pertenezco a ese mundo de la crítica, no puedo tomar a Godard como referencia, ni preferirlo a Truffaut (una comparación petarda de bar como la de Chaplin-Keaton) ni entrar en muchos de los "ahhhhhhhhhh" "ohhhhhhhhhhhh" de estos tiempos. Vamos, que decir que sms significa save my soul es resultón pero....
ResponderEliminarSaludos
El problema son los prejuicios: muchos no admiten que el cine pueda ser intelectual, y esto lleva a otros, por reacción, a negar todo lo que no lo sea. Pero no olvidemos que el propio Godard ha sido siempre más ecléctico que sus admiradores absolutistas, y que en sus películas encontramos, además de citas culturetas y paradojas propias de un maestro listillo, los gestos más simples, la superficialidad más brillante: su cine procede de Eisenstein, Lang y Rossellini, pero también de Monogram Pictures, Nicholas Ray, Tashlin, o Fuller: "in one word, emotion".
ResponderEliminarSaludos
Aún así hoy en día Godard insiste demasiado en que lo que él hace es "otra cosa" (y tiene razón) y en que le interesa muy poco lo que hacen los demás (más o menos en ese sentido lo he leído). Eso tiene parte de opinión legítima y parte de saber venderse muy bien. Me gustaría seguir encontrando ese eclecticismo en las entrevistas actuales.
ResponderEliminarHay que distinguir entre el Godard personaje y el cineasta: leí hace tiempo, ahora no recuerdo a quién, que desgraciadamente sus ruedas de prensa tienen a veces más repercusión que sus películas. No me extraña que no le interese nada o casi nada el cine actual, porque Godard es ahora un viejo dinosaurio, quizá el último superviviente de los grandes directores del siglo XX. Pero sus películas se mantienen siempre jóvenes, y acudir a la ceremonia de un nuevo estreno suyo es como viajar atrás en el tiempo.
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