Publicado en Cine Club Tourneur el 13 de octubre de 2002
A todas las lecturas y valoraciones que se han
escrito, oído y leído por doquier sobre la última
película estrenada de Steven Spielberg, añadir
otra;infinitamente más superficial, si la comparamos
con todo lo que se podría decir de su compleja y
reflexiva ciencia-ficción, pero lectura que a mi me
apasiona, me subleva y me fascina:"Minority report" es
un acto de venganza, inconsciente no lo dudo, que
rehabilita la memoria, el buen nombre y reinstaura
ciertos criterios de exigencia en el deteriorado, qué
digo deteriorado, hiperpodrido cine de puro
entretenimiento.
La culpa ha sido de los espectadores,¿tenían derecho?,
pero frasecitas dichas con bostezo resignado como "ah,
es para pasar el rato", "para no pensar" y la ya
mítica "bueno, ya sabíamos lo que veníamos a ver",
aplicadas todas a los megataquillazos del momento,
habían implantado en el inconsciente colectivo la
sensación de que a un cine con buenos, malos,
misterios, persecuciones y emociones adrenalínicas no
había nada que pedirle, con lo que hemos conseguido en
los últimos años un ramillete de inenarrables bodrios
hiperinflados, monótonos y descorazonadores, que
despiertan la complacencia agradecida de una
mayoría:mayoria que no espera ser llevada a ningún
séptimo cielo al asistir a un espectáculo en principio
tan prosaico como el cine.
Al mismo tiempo el lenguaje cinematográfico ha ido
desfilando via desagüe, el gran grueso de
blockbusterazos de acción están hechos a base de
escupir sin descanso planos sin sentido, expresividad,
ni el más mínimo y esperable mimo por el medio
(Eastwood no cuenta).
Ni "Minority report" son sólo buenos, malos,
misterios, persecuciones y emociones adrenalínicas, ni
sé muy bien que pensará el espectador de la acción al
uso, pero yo la destaco como una absoluta obra maestra
de los buenos, los malos, los misterios, las
persecuciones y las emociones adrenalínicas.
No me parece nada gratuita la referencia del propio
Spielberg a "Con la muerte en los talones". Ambas
películas, toca flagrante sacrilegio, tienen idéntica
solidez , dosificando excelentemente la acción, no
haciéndola esperar nada, jugando muy bien con las
pausas, consiguiendo un todo compacto, sin
desequilibrios, que te coge desde el principio
(genial, soberbia, ejemplar la secuencia de arranque,
hay que empezar con buen pie, siempre!) y no te suelta
en dos horas con veinte, duraciones muy similares las
de las dos películas, señal que no siempre la
concisión de metraje en sinónimo perfecto de
entretenimiento perfecto.
Hay rastros inequívocos del tan denostado
sentimentalismo spielbergiano, aquí sí, más del que se
supone había en "A.I", sobre todo en el tópico, nada
logrado ni emotivo momento que predice el futuro del
hijo de Tom Cruise:pero sólo me rechina eso,
verdaderamente nada. Está claro que Spielberg es un
cineasta familiar, ternurista y comercial hasta en el
mejor momento de su carrera, ahora mismito, y que
nunca, nunca va a ser Tarkovski precisamente. Pero me
da la sensación que su nombre crea tantas alertas,
justificadas si se quiere, que ningún otro director en
la historia ha conseguido encadenar dos finales
"felices" tan complejos, llenos de sentido y tan
incomprendidos ambos simplemente por el mero hecho de
ser felices, o permítaseme la extrema audacia,
aparentarlo.
Si en "A.I" nos decían que la felicidad absoluta es
perecedera (y el personal todavía lo llamaba blando y
pedía más caña! glups! que tiempos más duros
vivimos...), en "Minority report", Spielberg alcanza
la virguería máxima, algo cobarde, acabar la película
de dos maneras (y sin DVD de por medio, eh?), que las
dos maneras se complementen y tengan pleno sentido.
FINAL CONTADO
Las puertas del infierno se abren para el sombrío John
Anderton, pero como indica el carcelero (¿cuán
gratuita será esa linea de diálogo?), su soñadora
conciencia no se cierra, y es posible que vea en su
imaginación sus deseos hechos realidad. Nada nos
indica que los siguientes veinte minutos sean un
sueño, más que esa linea de diálogo y la voz en off
final de Cruise, que podría indicarnos un rabioso
cambio a la primera persona narrativa que no había
estado presente en el relato anterior. Y a la tragedia
del individualista exterminado por el corrupto poder
le sucede ahora una alternativa, un tranquilizador
epílogo que Spielberg va a aprovechar muy bien. Atará
los cabos sueltos de la trama y remata la función con
la esperanza de que las sociedades y los humanos se
adueñen de su destino algún día. Responsabilidad
individual, estimulante concepto ético y filosófico
también clave en "A.I", que debe estar por encima de
la infalibilidad y perfección del corrupto sistema
policial,que es lo que cada vez nos venden más y
mejor, perfección por las que además se pagan precios
altísimos.
No me disgusta ese final, porque es un mensaje
socialmente muy responsable en la actualidad y muy
bien atado con el desarrollo de la trama, pero me
llama la atención la extrema ambigüedad de ese
desenlace en dos direcciones (pesimista-optimista), de
gran riqueza, pero que quizás oculta que no se atreve
a decantarse por uno y de ahí el rollo de que el preso
imaginará sus deseos hechos realidad.
Spielberg, como Hitchcock, dirige para el público
mayoritario, y notoriamente desencantado por el
fracaso de la gran "A.I", no se complica la vida. Nada
de cosas raras, cine comercial en estado puro,
aparente cierre feliz y convencional y ya irá por el
alternativo camino insinuado quién le apetezca;aunque
curiosamente para huir del desastre comercial de la
rara "A.I" siga el camino de "A.I", pesimismo muy
subterráneo, ganándose otra vez críticas por blando y
dulzón en la superficie, cuando curiosamente ha vuelto
a terminar la película de forma terrible, sólo que
concediendo nuevamente un resquicio de esperanza al
protagonista (un día de felicidad completa en "A.I" y
aquí la posibilidad de seguir soñando el preso con que
el sistema social cambie y todos los sueños de su
maltrecha vida se cumplan, que le viene que ni pintado
para el final comercial).
Esa el la peor lección de "Minority report", la de una
obra maestra hecha para gustar a todos,otra cosa es
que lo haya conseguido o no; con un indeciso, aunque
completísimo, final a gusto de todos (bueno o malo
según se quiera interpretar), procedente de un
director tan acostumbrado al éxito, quizás ya sin
muchas ganas de asumir riesgos abiertos y poca
confianza manifiesta en el grueso de su público, visto
lo visto.
Aún así, a la madurez y a la vigencia de su contenido,
se añade la elegancia, la belleza y la vibración de
todo el cine que tan grandiosa película lleva dentro.
Un espectáculo magistral que además revela de forma
muy emotiva el parece ser que renacido amor de su
director por el medio. Haciendo pensar un poquito en
"Blow-up", inevitable, ese incio en el que Tom Cruise
"fruta" las imágenes (¿esa reflexión sobre el oficio
de montador por aquí apuntada?) son unas escenas que
transmiten una emoción difícil de explicar, la rara
voluntad que tiene el cine por encontrar el encuadre
perfecto, el que revele la solución a un misterio, que
es excatamente a lo que se dedica el personaje de
Cruise, estableciéndose un hermosísimo paralelismo
entre oficios de director y protagonista.
La película:una delicia absolutamente imprescindible.
Hasta me olvido que Cruise es el protagonista.
Milagros así, ni Kubrick. No, no, en serio, que está
muy adecuado y correcto.
Un último detalle, el cuidador de Samantha Morton, ¿no
les recuerda poderosamente al Benigno de "Hable con
ella"?
Pues me has dado ganas de volverla a ver. tenía muy buenos recuerdos, inmersa en la que creo mejor etapa de Spielberg, la más creativa y productiva.
ResponderEliminarSí, finales de los 70, principios de este siglo creo que son sus dos mejores etapas. Deseando que salga en alquiler "El puente de los espías", que tan buen recibimiento ha tenido, para contrastar opiniones.
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